Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

La calle de Donceles en el Centro Histórico de la Ciudad de México es el perfecto ejemplo de que los rincones de la urbe tienen un alma eterna. Iniciando en el Eje Central Lázaro Cárdenas y terminando en la sede de El Colegio Nacional y el Templo Mayor, para después cambiar su nombre a Justo Sierra, la emblemática vía que fuera trazada en los albores del siglo XVI resguarda a sus costados historia, arte, fantasmas. Se le llama así debido a los jóvenes nobles que la transitaban conocidos como los “donceles”, el apelativo masculino de “doncella”; en ella se ubican librerías de ejemplares antiguos, auténticos cofres de tesoros, la que fuera la Cámara de Diputados del presidencialismo deslumbrante, los palacios de Heras y Soto y del Apartado, el Museo de la Caricatura y el sitio donde en 1789 fuese llevado a cabo el más escandaloso de los asesinatos novohispanos, el de don Joaquín Dongo, cuya alma, a veces, se asoma a la calle curiosa de los transeúntes.

Entre estos lugares, existe uno que llama la atención por su esplendorosa belleza y la viveza que escapa de su fachada, es un teatro. De majestuosas columnas, acabados elegantes y plafones con alegorías angelicales, habla de un México de gala, esplendoroso, al que todavía puede volverse cuando abre sus puertas a diferentes eventos culturales. Su nombre, alusivo a la fiesta, las luces y la alegría, no es casual, el teatro mismo es la representación de la personalidad de una mujer cuya historia nos cuenta Silvia Cherem en su nuevo libro: Esperanza Iris: la última reina de la opereta en México.

Para Cherem, Esperanza Iris fue la más grande artista y empresaria de México durante las primeras décadas del siglo XX, cuyo paso no dejó un solo teatro en América por visitar junto con su compañía conformada por más de cien miembros entre cantantes, músicos, iluminadores y escenógrafos, vale decir siempre con un éxito rotundo.

“Ella lo que hizo fue tratar de producir puestas en escena absolutamente magistrales y elegantes, tanto en escenografía, como en luminaria, y en buscar las mejores voces y alcanzar la excelencia absoluta como se hacia en Europa; en América no había compañías que lograran ese nivel de perfección estética, artística, creativa, y ella lo lograba porque veía que el público tenia hambre de grandes obras, muy extensas, muy elaboradas, y tratando, como lo decía, con la escenografía, con el vestuario, de dar lo mejor”.

 

Como un thriller policiaco

La periodista explica que el interés por reconstruir la vida y obra de la diva en una novela nació a través de la fascinación que despertó en ella el atentado aéreo en el que estuvo involucrada Esperanza Iris en los años cincuenta y que fue sumamente connotado. Así, Silvia Cherem comenzó a desarrollar un línea de investigación que la llevó a incursionar en el aspecto policiaco del suceso y a la vez en la biografía de la actriz quien fue, al fin de cuentas, quien le dio trascendencia al acontecimiento. 

“Me di cuenta de que el atentado fue tan célebre en su tiempo gracias a que involucraba a la leyenda mexicana que era Esperanza Iris. A partir de ello, me avoqué a desentramar la historia en dos líneas: la historia de Esperanza Iris y la historia de bombazo; y de ahí, una historia policiaca que tuvo que ver con conseguir los archivos de los abogados, los archivos de la Suprema Corte de Justicia; el libro se puede leer, y está construido, en varias líneas, una de ellas es el thriller policiaco ambientado en aquellos años”.

Al explorar la biografía de la también cantante y vedette, la autora de Trazos y revelaciones descubrió a una mujer extraordinaria que remontó la pobreza de su numerosa familia, para aprender todas las facetas del arte escénico y encumbrarse paulatinamente para volverse todo un mito de admiración y belleza adornada de numerosas joyas Cartier; aunque, además de ser una artista plena, Esperanza Iris supo abrirse paso en el mundo empresarial del espectáculo, logro que le permitió acceder a construir el teatro que hoy mantiene vigente su nombre.

“Era una gran empresaria. De hecho, fue tal el éxito con sus giras internacionales que con el capital que recaudó durante cinco años fuera de México, durante la etapa álgida de la Revolución, pudo construir, sin pedirle un quinto al gobierno ni a nadie, el teatro donde vivió, el teatro que se volvió el más importante de México y de América Latina y que fue inaugurado en presencia del presidente Venustiano Carranza en 1918. Muchos de los grandes artistas internacionales venían a ese teatro antes de ir a las grandes sedes del mundo como Nueva York, hablo de personalidades de la talla de Enrico Caruso, Arthur Rubinstein y Anna Pavlova”.

 

Rompió cánones solo en los escenarios

Sin embargo, cabe destacar que la vida de Esperanza Iris fuera de los reflectores no fue en ningún balance positivo, pues, además de la pobreza en la infancia, tuvo que enfrentar a lo largo de los años la muerte de sus tres hijos y un sinfín de decepciones amorosas que contrastaban de manera contundente con todos los obstáculos que pudo superar durante su carrera, siendo pues una personalidad de blancos y negros durante toda su existencia.

“A Esperanza Iris el hambre la impulsó a romper muchas barreras sobre todo en escena. Ella fue una persona que acabó con muchos cánones y que verdaderamente descolló como mujer, como talento. La gran pena es que lo hacia solo en el escenario, y no en el ámbito intimo; en su vida personal siguió creyendo, con todo lo que ella destacaba, que una mujer sola no valía, y se relacionaba con hombres que la fueron desdibujando poco a poco, y el ultimo de ellos, Paco Sierra, terminó por condenarla a la humillación y al olvido“.

 

Justicia a su memoria

Pero, al paso del tiempo, Silvia Cherem reconoce que aunque hasta hace unas décadas el nombre de Esperanza Iris fue injustamente opacado por intereses mezquinos desde el atentado del avión en que se vio involucrada, en la actualidad es un triunfo y un buen homenaje el que se haya recuperado el inmueble que construyó y vuelva a lucir su magnificencia con diferentes espectáculos, ahora con el nombre oficial de Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”. Y, de manera emotiva, califica su obra, Esperanza Iris: La última reina de la opereta en México, como una contribución a colocar en el pedestal artístico que se merece a una estrella que también fue hija de su tiempo, de los valores tradicionales en que el lugar de una mujer era una lucha perpetua y continua.

“Esperanza Iris fue una mujer extraordinaria que llevó el nombre de México a muchas partes del mundo y siempre lo puso en alto. A pesar de que murió en 1962, a los setenta y ocho años, sola y deprimida, y su memoria quedó en la indiferencia hasta hace una década, en nuestra época tenemos la gran oportunidad de reivindicarla y devolverle el brillo que la llevó incluso a impresionar al mismo Alfonso XIII, el rey de España, cuando actuó frente a él. Su vida, como la de las grandes mujeres de nuestra historia, es fascinante y nos regala la pasión en cada uno de sus capítulos. Recordarla es hacer justicia a su memoria, a la de las mujeres mexicanas y al legado que nuestro país ha dado al mundo”.