Carlos Ornelas
El martes 20, mis colegas Belinda Arteaga, Gloria del Castillo Alemán y Pedro Flores-Crespo me apadrinaron en la presentación de mi libro más reciente, La contienda por la educación: globalización, neocorporativismo y democracia. Presento un resumen del epílogo.
Manifiesto personal
Enfrenté la dificultad de trabajar sobre un objeto que se desenvolvió en un contexto cambiante y conflictivo; quería cerrar mi análisis a finales de 2016, pero la dinámica del movimiento me forzó a seguir acumulando información y alimentar mi curiosidad. No obstante, siempre hay un momento para cerrar. Completé el borrador en octubre de 2017.
No pude abandonar la discusión sin asentar mi juicio sobre la reforma. Expongo que al comienzo del gobierno era escéptico. Pero conforme observé mutaciones en la política, mi desaliento dio paso (a compás calmoso) a un optimismo crítico. Pienso que hay muchas formas de evaluar postulados y consecuencias. Las sintetizo en tres: 1) en contraste con un modelo ideal; 2) por su valor intrínseco; 3) por sus efectos observables.
Imaginario. Cuando comparamos la reforma con un prototipo ideal es patente que tiene débitos. Falta mucho para tener programas de estudio que impliquen el desarrollo en los educandos de sus capacidades internas en todo su potencial, a la vez que considere tradiciones culturales y realidades sociales que hay que transformar para acercarnos a una sociedad justa y a la institución de la ciudadanía cosmopolita. Tampoco tenemos una organización escolar que descanse en el desenvolvimiento de comunidades de aprendizaje y de reciprocidad y solidaridad. La profesionalización de los maestros está en el horizonte, pero faltan tramos para que tengan conocimiento para aprender a aprender (y hacer, convivir con los demás y ser), aprender a enseñar y enseñar a enseñar. También falta mucho para construir una ética laboral acorde con su magisterio y resuelta por los maestros mismos. Más lejana se ve la meta de contar con un sistema donde la justicia social abarque la inclusión de todos sin discriminación por razones de etnia, género, clase social, religión, lugar de residencia u orientación sexual. Tampoco está en la mira de corto plazo alcanzar un gobierno escolar mediante el diálogo y la deliberación de actores locales, para ofrecer alternativas a las directrices que surgen en la cumbre y se extienden por el sistema.

Empírico. El libro es un esfuerzo por evaluar la reforma educativa del gobierno de Peña Nieto por su valor taxativo. La reforma tiene planteamientos pedagógicos, mas no implica un rompimiento con la tradición; hace ofertas de trascendencia (como poner el peso en el aprendizaje) y propone un esquema de gobernación desde abajo (la escuela al centro) pero no se atreve a desmantelar el poder que permita un eventual retorno colonizador del SNTE. Ofrece a los maestros un proyecto de desarrollo profesional y de crecimiento intelectual; empero, mantiene tradiciones corporativas que no intenta extinguir. Proyecta esquemas de inclusión social y educativa, pero no consagra los recursos necesarios (que son gigantescos) para ponerlos en práctica. Formula un esquema de régimen eficaz para el sistema escolar que, aunque incluya la participación de segmentos sociales, no apunta al gobierno democrático de las escuelas.
Comparado. La tercera manera consiste en cotejar el estado actual con el pasado inmediato. Me parece bien que tengamos propuestas pedagógicas y curriculares; no son perfectas, pero las fuerzas democráticas podrán abonar sobre ellas. El programa de la Escuela al centro no es un bálsamo mágico; sin embargo, abre rendijas a la deliberación y participación de segmentos sociales antes marginados. El Servicio Profesional Docente tiene trances del Estado evaluador; no obstante, también elementos que el proyecto democrático puede ensanchar. ¡Qué bueno!, digo, que ya no haya venta ni herencia de plazas, que los difuntos no cobren en la nómina, que disminuya el número de aviadores (aunque será difícil desterralos del todo) y que mengüen los subsidios ilegítimos a estados y sindicato. Cierto, la equidad y la inclusión son postulados, más que realidades; pero sería peor no tenerlos en el horizonte. También es mejor contar con esquemas de gobierno participativo, es preferible al sistema colonizado, corrupto y corporativo que reinaba hasta hace poco. Existe todavía, pero disminuido.

El proyecto de reforma educativa del gobierno de Peña Nieto tuvo pujanza conceptual y fragilidad institucional, a pesar de las mudanzas en la constitución. Ratificó que la educación pública es un derecho humano fundamental. Pero no ha derrotado los elementos que implican riesgos para que sus postulados principales fracasen. Mucho depende de cómo los defensores de la tradición logren influir en la disputa por la Presidencia de la República en 2018 (influyen mucho).
Es una contingencia nacional que el futuro dependa del cambio de personas en el gobierno y en las habilidades de los príncipes para ejercer el poder. Las instituciones, aunque sean importantes y depositarias del orden formal, responden a los incentivos que el poder les precise. En México, las instituciones formales tienen pocos márgenes de autonomía, en tanto que las informales, como el SNTE y la CNTE, disfrutan de altos grados de potestad política. Allí reside el problema mayor para la reforma educativa. El éxito de la reforma y la expansión de sus postulados dependerá en el futuro de las fuerzas democráticas.
Nota: el título del artículo es responsabilidad de la Redacción



 
 