Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

“Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Así define el Diccionario de la Real Academia Española la palabra “arte”. Al ser considerada una expresión específicamente de las mujeres y hombres que habitamos el planeta, no es ninguna sorpresa que el arte sea siempre espejo fiel de las sociedades, sus necesidades, su contexto y también su desarrollo tecnológico. Las maneras, procesos y medios para interpretar lo real o plasmar lo imaginario, como lo dice la definición, han cambiado de manera notable a lo largo del tiempo para seguir cauce a la misma esencia artística. La fotografía es tal vez el ejemplo más claro de ello.

De los antiguos daguerrotipos del siglo XIX a los más sofisticados instrumentos donde es posible manejar la luz y los espacios casi por arte de magia, el captar imágenes con una cámara comienza cada vez más a abrirse paso en brechas insospechadas que amplían sus alcances estéticos y su concepto. Uno de los más extraordinarios exponentes de esa nueva perspectiva en el mundo de la lente es Santiago Arau, un artista que se especializa en fotografía aérea hecha con drones, los curiosos artefactos que parecen traídos de un futuro lejano. Aunque las espectaculares imágenes captadas desde el aire, sea de gigantescas ciudades o paraísos naturales, le han dado fama internacional, Arau ha recorrido una larga trayectoria en que ha explorado, y caminado, junto con la evolución de la fotografía y su mundo.

“Mi gusto por la foto inició cuando tenia 15 años. Mi abuelo me regaló una cámara análoga y empecé a tomar fotografías en el taller de la preparatoria. Soy de esa generación en que aprendimos en análogo y después nos dedicamos a lo digital. Agradezco mucho pertenecer a estas ultimas generaciones que estudió como utilizar la película, el cuarto oscuro y los demás elementos, porque a partir de eso tengo un entendimiento distinto a lo que tendría si sólo hubiera aprendido fotografía en el ámbito digital”.

El también investigador destaca que nutrió su pasión por la fotografía gracias la escuela de los brillantes exponentes que nuestro país ha dado al mundo en la materia, como Manuel Álvarez bravo, Gabriel Figueroa y Nacho López, además de que en su formación fueron decisivos archivos como la colección Casasola y una institución llamada Aerofoto, perteneciente a la fundación ICA, que incursionó en la fotografía aérea, la rama distintiva que practica Arau.

“Me llamaban la atención desde niño los volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, o ver la ciudad desde un avión, siempre influenciado por estos personajes y libros como Una visión de altura de Michael Calderwood. Después, quizás accidentalmente, la gente decía que le gustaban mis fotografías, y empezaron a ser reconocidas en distintos grupos y me las pedían; así empezó la labor a la que hoy me dedico de una manera profesional. Empezó totalmente como un hobby, con el regalo que me hizo mi abuelo, estamos hablando de 1995 hasta ahora.”

Pero ¿cómo es posible tomar fotografías con la cámara suspendida de un dron, a decenas de metros de altura, mientras el fotógrafo permanece en el suelo? Santiago Arau puntualiza que es necesario entender de manera concreta que la cámara y el dron son dos objetos independientes que complementan su atributos para captar las imágenes, por lo que es necesario tener conciencia tanto de las técnicas fotográficas que se poseen como del manejo adecuado del dron.

“Podemos decir que la técnica fotográfica es la misma. Yo puedo hacer la exposición o cerrar el diafragma, hacer el disparo más rápido, puedo realizar contraluces o puedo utilizar distintos lentes; entonces, si nos queda claro que es una cámara voladora y que tiene estos aspectos podemos facilitarnos un poco más la vida. Ahora, del otro lado, tenemos que conocer cómo funciona el dron, porque existen muchas maneras de operarlo: alguien puede manejar el dron, un piloto, y alguien puede encargarse de la fotografía. En mi caso, yo lo opero y me he especializado en volar un dron y concentrarme, es como manejar un coche y hablar por celular, uno lo empieza de una manera innata, instintiva. A partir de entrenamiento y práctica puedo levantar el dron y tomar fotos, estar volando y al mismo pensar las fotografías”.

 

El dron se suma a la labor fotográfica

Para quien ha documentado el avance de la mancha urbana en el Valle de México, el aniversario del volcán Paricutín y los daños del sismo del 19 de septiembre de 2017, el dron es un elemento que llegó a sumar a la labor fotográfica, más no a sustituir, pues puede comparársele con lo que, en su momento, representó en el medio un tripié, es decir, una mejora que aporte a extender la calidad y el alcance de la fotografía.

“Nada se sustituye, sino más bien se da una baraja de posibilidades para crear. Con la fotografía aérea se pueden hacer tomas espectaculares porque nos da la dimensión de lo que estamos viendo y dónde estamos parados, eso es la diferencia que se hace con la fotografía en pie. Nos vamos con otros ejemplos, las fotografías satelitales abren otro panorama y son técnicas distintas las que se utilizan para tomar imágenes desde el universo. Las posibilidades no se agotan, mientras haya luz hay fotografía.”

Paralelamente, Santiago Arau reconoce que este objeto volador sin duda abrió una nueva etapa en el ámbito de la fotografía área, pues antes, para captar imágenes desde el aire era necesario que el artista fuera quien volara, en lugar de la cámara, en un avión o helicóptero.

“Antes, para hacer fotografía aérea, necesitábamos un elemento que volara como un helicóptero, un avión o una avioneta, lo cual lo hacia muy costoso. Hace diez años era impensable imaginar que con un teléfono, con un aparato, iba a poder elevar una cámara y al mismo tiempo tendría la posibilidad de compartir la fotografía en las redes en cuestión de segundos. Tenía que utilizarse un helicóptero y además con un permiso que era realmente difícil y caro. Lo que hacen los drones es que se vuelven más democráticos y permiten que pueda tomar una fotografía aérea de un amanecer en México y lo único que tenga que hacer es esperar en el lugar donde voy a elevar el dron”.

Respecto a los gustos personales en su labor, Arau responde que le gustan, en conjunto, la naturaleza y las ciudades. De estas últimas opina que representan los espacios que son nuestro hogar, donde se pueden compartir conocimientos y cultura, mientras que de la naturaleza indica que le gusta igualmente caminar, subir una montaña o llegar hasta el centro de un volcán, emociones y experiencias que trata de transmitir por medio de sus fotos, aunque, puntualiza, nada es igual a vivir el momento presencialmente. De igual manera, expresa que a cada uno de sus proyectos les guarda un cariño especial, dado que de cada uno aprende algo y cada uno, también, abre una nueva puerta al futuro.

“Con la fotografía me he vuelto como un investigador, pero un investigador personal, mas ahora que con los drones se puede llegar a lugares donde antes no podíamos. Una cosa lleva a la otra, me estoy dando cuenta de lo que se le está haciendo a la ciudad, las consecuencias por las que está pasando, cómo la ciudad se está expandiendo, y esto me lleva a indagar lo que pasó hace tiempo. Lo único que quiero demostrar o hacer es enseñar, y tener un documento histórico de cómo luce el mundo de hoy en día, con lo que me toca a mi retratarlo para que quede un registro, porque no sabemos cómo se vera en un futuro, si se va a resolver el problema que tenemos en la Ciudad de México o si es posible, en un momento dado, un futuro que parece catastrófico, que no parece que tenga solución. Eso es básicamente lo que estoy haciendo, documentar y hacer una crónica de la ciudad y el país a partir de lo que está sucediendo día con día, y esto lo haré hasta que deje de tomar fotografía o hasta que yo deje de existir”.