Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

En Historia del cerco de Lisboa, José Saramago, el premio Nobel de literatura portugués, nos había advertido ya sobre las consecuencias de remplazar una palabra, una sola, en la narración escrita de un suceso antiguo: nada hubiera sido lo mismo. Retomando este fascinante ejercicio literario e imaginativo que permite trasformar por completo a las personas, el tiempo e incluso construirse una vida paralela, que aunque hipotética no deja de ser interesante, Gerardo Laveaga retoma uno de las épocas más convulsas y a la vez decisivas de nuestro país para preguntarse qué sería de esos años y del México de hoy, si el polémico Antonio López de Santa Anna hubiera muerto en 1934, en lugar de 1936. Ese es el tema de Si tú quieres moriré (Planeta, 2018).

“Documentándome ampliamente en escritos legales, correspondencias y obras de la época, me di cuenta de que existían dos personajes protagónicos e igualmente geniales: Lucas Alamán y Valentín Gómez Farías. Pensé que era una pena que ambos no se hubieran unido en su momento en pro de un proyecto nacional que hubiera cambiado por completo nuestra historia. Pero, además de que se odiaban a muerte, el personaje que nunca permitió esa alianza fue Santa Anna, por lo que en la novela decido matarlo y reescribir la historia mexicana a partir de ese suceso y la asociación de Alamán con Gómez Farías”.

La propuesta del también académico del ITAM es extraordinariamente rica en cuanto a los escenarios que se transformarían radicalmente de haber muerto Santa Anna tras un accidente en su caballo cuando se trasladaba a deponer al entonces presidente Gómez Farías; pues recordemos que en estos años se produjo la separación de Texas gracias a la crisis generada por el gobierno centralista de “Su Alteza Serenísima”.

Si tú quieres moriré es una ucronía. Este género esta muy de moda en países como Francia y Alemania debido a que la gente empieza a preguntarse por su propia vida: qué hubiera pasado, por ejemplo, si no hubiera llegado a la fiesta a la que me invitaron y donde conocí a mi esposa; cómo hubiera cambiando la historia. Todos queremos pensar que nuestra vida es producto de nuestras propias decisiones y no es cierto, son las circunstancias que nos van llevando; por eso la ucronía es importante, porque empiezas a revisar la historia de tu propia vida”.

Sin embargo, Gerardo Laveaga es consiente de que que ha situado su creación en un tiempo donde la polarización y la división son la esencia de la vida pública y, oficialmente, se ha enseñado a los mexicanos a visualizarla como una pugna entre buenos liberales y malos conservadores, por lo que uno de sus objetivos es humanizar especialmente al bando conservador representado en Lucas Alamán, el “gran monstruo intelectual”, como lo llamaba Francisco Bulnes.

“Lucas Alamán es uno de los personajes al que menos justicia le ha hecho la historia de México debido a que apostó por la división conservadora; él creía que solo la gente ilustrada merecía gobernar, él decía que la plebe no contaba, él se creía aristocrático, por eso no era un hombre simpático, pero era un hombre excepcionalmente brillante y muy preocupado por el conflicto que tenía la nación con su pasado, con su identidad”.

Es esta idea de concebir la historia patria como una lucha entre virtuosos y perversos es uno de los mayores lastres que México ha arrastrado a lo largo de su existencia y origen de múltiples problemáticas actuales, considera el escritor, quien lamenta profundamente que muchos ciudadanos sigan tratando de destruir su memoria y sigan idealizando los siglos precedentes con resentimiento y sin madurez histórica.

“Decía Carlos Fuentes que México nunca iba a ser un país moderno hasta que no tuviera en Paseo de la Reforma una estatua de Hernán Cortés, de hecho Lucas Alamán era defensor de Hernán Cortés. Aquí el punto es que debemos reconciliarnos con nuestro pasado, debemos ser mucho más gentiles, eso es algo que debemos de aprender de los ingleses: tu vas al Parlamento y encuentras igualmente a Oliver Cromwell que a Carlos I, a quien el primero le cortó la cabeza. Somos esto, un producto del mestizaje, y, nos guste o no, Hernán Cortés es parte de nuestra historia, es una de nuestra raíces“.

Una tentadora invitación a reinventar el pasado, la creatividad literaria y la introspección presenta Gerardo Laveaga en Si tú quieres moriré.

“La novela ofrece conocer nuestra historia porque aunque sabemos que nunca pasó lo que yo cuento, te interesará investigar qué sucedió en la historia real, y sobre todo de un período casi olvidado. Además es una oportunidad para reflexionar lo que tenemos que hacer hoy para no lamentarnos en diez años, o lo que tenemos que evitar hoy para no sufrir en 20 años, y no solamente en la vida de México, sino también en tu vida personal. Leer la historia siempre es muy sano para cualquiera, porque la debemos ver desde una perspectiva muy actual y moderna”.