No hay plazo que no se cumpla. Faltan dos semanas, dos breves suspiros para que Andrés Manuel López Obrador asuma el cargo de presidente de la república, un hecho de gran trascendencia política y social para nuestro país. Era tanto el vacío de poder al que habíamos llegado, el desgobierno, la ausencia de rumbo, que desde hace cuatro meses y medio los anuncios del presidente electo han tenido el efecto de decisiones de gobierno. Por la vía de los hechos y de la realidad política, el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto terminó en la noche del 1 de julio.

El 1 de diciembre comenzará formalmente la cuarta transformación de la república, denominación que se le ha dado a este proceso de cambio; sin embargo, las resistencias a esta transformación han brotado ya en estos meses de transición. El triunfo electoral y social fue tan contundente que nadie puede regatear un ápice el triunfo de López Obrador. La sociedad no solo lo convirtió en el presidente más votado, sino que les dio a los integrantes de la Coalición Juntos Haremos Historia la mayoría en el Congreso de la Unión. Una circunstancia inédita en los procesos electores recientes.

Las resistencias a la 4T en este momento no están personalizadas. No hay un nombre, una agrupación o un partido que dude de su triunfo, que ponga en duda que él sea el depositario de la voluntad popular. El PAN está dividido y confrontado; el PRI se encuentra en la lona y en proceso de definir qué tipo de oposición será. El PRD acentuó su proceso de deterioro y ahora solo falta que pierda su registro. Mientras que MC y el PVEM están en los márgenes del espectro político.

El pasado 1 de julio, Andrés Manuel López Obrador derrotó un régimen en las urnas, ahora tiene que ratificar su triunfo en el ejercicio del gobierno. Lograr esto último tal vez sea la parte más difícil de la ecuación. Los anuncios del gobierno electo han sacudido las viejas estructuras de corrupción, autoritarismo e ineficacia. Las resistencias a la 4T son de estructuras de poder y sistémicas. Se trata de nichos de poder e impunidad que resultan indefendibles. Por ejemplo, se acabaron las pensiones a los expresidentes y ninguno de los exmandatarios ha podido justificar los privilegios de los que gozaron.

Antes de que el nuevo presidente asuma el cargo, habrá una nueva estructura funcional y administrativa; se habrán acabado los altos salarios y privilegios de los servidores públicos. Existirán transparencia y austeridad; así como propuestas en materia de seguridad, desarrollo social y proyecto de infraestructura prioritarios. La democracia participativa será una realidad.

Derrumbar las estructuras del viejo régimen debe hacerse por capas. El éxito de la 4T está relacionado con la responsabilidad y la viabilidad de nuestras propuestas, con tener claro el rumbo para no perderse en lo accesorio. La 4T va.

@MBarbosaMX