Las consecuencias de cancelar el nuevo aeropuerto, sin lugar a dudas, tendrán que asumirse por el nuevo gobierno, así como la confrontación con un sector muy importante del sector privado. Es cierto que en el inmediato plazo testimoniamos una reacción de los mercados financieros con una depreciación del peso y una caída en el índice de la bolsa de valores, pero en sí misma, si bien de cierto es de suyo delicado, ni puede menospreciarse; no es en sí misma una crisis económica.
Lo importante para el futuro inmediato, es decir, el año próximo, son la presentación de los criterios de política económica, así como los anteproyectos de Ley de Ingresos y del Presupuesto de Egresos de la Federación. Todo indica que se tomarán medidas de restricción monetaria y fiscal, en la búsqueda de un superávit primario.
Habrá que ver en el caso de los ingresos fiscales si efectivamente los huecos que dejará suprimir el IVA, conjuntamente con la disminución del ISR en la zona norte del país o disminuir o suprimir el IEPS a las gasolinas, pueden ser cubiertos con las medidas de ahorro en gasto corriente. Esta reflexión debe hacerse en un entorno crítico, ya que, por ejemplo, bajar el precio de las gasolinas terminará no beneficiando a sectores que no lo requieren o se aplicarán subsidios en un momento de declinación de la plataforma de exportación, aun con la subida del precio del crudo en los mercados internacionales.
O por citar otro ejemplo, no requerirán más los habitantes de la zona sur-sureste, ese tratamiento especial de suprimir el IVA y disminuir el ISR que los de la zona norte. Hay que tener presente que tanto la política fiscal como la de gasto público son en esencia herramientas de política pública para la redistribución de la riqueza social.
En relación al gasto, el presupuesto de egresos debe equilibrar el recorte de gasto corriente —ya anunciado— con las necesidades básicas para mantener funcionando el aparato estadual. Hay un gasto irreductible que no puede ser recortado. Es cierto y en buena hora que se establezcan medidas correctivas en gastos suntuarios, innecesarios que mucho ofenden a la sociedad, nadie en su sano juicio se opone a ello. Quizá falta reducir además de los salarios —algunos injustificados— el tamaño del aparato burocrático. La pregunta es: ¿será suficiente esta reducción para fondear los programas sociales que se anuncian o solo se redireccionarán los existentes y se establecerán mecanismos de supervisión y control para que efectivamente lleguen a los beneficiarios?
Otro punto muy importante y no es que los anteriormente abordados no lo sean, es la velocidad del ejercicio del gasto, cuándo comenzarán a gastar, porque es sabido que cada inicio de sexenio se empieza a gastar con mayor lentitud el primer año, y si lo aunamos a que la iniciativa privada espera normalmente a que inicie el gasto gubernamental, con la confrontación de los últimos días, podría ser más renuente y afectar el ciclo económico.
Quienes entendemos que después del último proceso comicial las cosas cambiaron, buscamos contribuir para que la situación fluya sin enconos, sin enfrentamientos, sin divisiones, queremos que a México le vaya bien para que nos vaya bien a todos. Por eso nuestra preocupación por que la macroeconomía marche y marche bien para que a la población de menores ingresos y a las clases medias les vaya bien. Los paradigmas y los dogmas del pasado deben sustituirse por la praxis de construir un país más justo y más libre.