“Realismo e idealismo en Maquiavelo” fue el título de una conferencia que debieron haber escuchado, justo en este momento, millones de mexicanos.

La invitación, sin embargo, traía la advertencia de que el cupo era limitado. No estaban los que tenían que haber escuchado lo que ahí se dijo: legisladores, dirigentes de los partidos de oposición, empresarios y dueños de los medios de comunicación, por ejemplo.

Las ponencias estuvieron a cargo del reconocido politólogo italiano Maurizio Viroli y del expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari. La trascendencia de los contenidos quedó, por desgracia, opacada por la chanza que hicieron los medios sobre el maquiavelismo de Salinas de Gortari.

¿Con qué propósito “se trajo” a Maquiavelo a México? La exposición de Viroli —autor del libro La sonrisa de Maquiavelo—, uno de los académicos que más se ha dedicado a reivindicar el pensamiento del político florentino, resultó ser un intento por quitar la venda de los ojos a los ingenuos frente a lo que viene.

Al tratar de explicar, en términos muy sencillos y coloquiales, la complejidad de la filosofía del poder, Viroli dijo que lo importante en política es tratar de entender la realidad.

Es decir, comprender el significado de las palabras, los gestos y las acciones de los “príncipes”. No juzgarlos por la apariencia sino a partir de sus pasiones, convicciones y a través de su pasado. Ellos, señaló en su momento Maquiavelo, son producto de su historia y la repetirán.

Lo que puede deducirse de lo dicho por Viroli es que la política no es una ciencia exacta, pero tiene, como la vida, sus propias leyes. Desde que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones hemos sido testigos de decisiones, gestos, frases, que hablan de un fascista en ciernes. De un autoritario que no nació ayer como tal sino que es simple y sencillamente una continuación de su pasado. De alguien que busca el control absoluto del Estado y de la sociedad. De ahí, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la eliminación del Estado Mayor Presidencial, su confrontación con la prensa crítica, su aversión por los órganos autónomos, la objeción a una fiscalía independiente y el desmantelamiento del servicio público.

Pero, Viroli hizo esa noche una pregunta fundamental: ¿qué busca un príncipe? “Podemos imaginar —dijo— lo que persigue a través de su comportamiento”. Hay quienes tienen como meta la victoria y hay quienes viven para ganar reputación. Es decir, prestigio, estima, respeto, trascendencia.

Y aquí valdría la pena detenerse para tratar de inferir cuál es el fin último del presidente electo. Para Maquiavelo, un príncipe no debía tener más interés que salvar la patria, redimir Italia del dominio extranjero y la división. Y al futuro presidente de México, ¿qué lo mueve, qué lo inspira?

El discurso violento, divisionista, instigador de odios y venganza, de lucha de clases muestra a un “príncipe” mexicano con vocación destructiva, que le gusta el fuego, como a Hitler, las antorchas y los incendios, antes que la virtud y la paz.

Viroli concluyó su intervención diciendo que “el príncipe” no es, como erróneamente se cree, César Borgia, sino Moisés. Ese mesías que supo conducir al pueblo judío a la tierra prometida para conseguir su liberación. Y aquí también valdría la pena saber si el mesías tropical busca redimir al pueblo mexicano o convertirlo en esclavo de un régimen despótico.

Salinas de Gortari coincidió con las tesis del académico italiano. Parafraseó a Heráclito cuando dijo “carácter es destino” y también advirtió: “Si un hombre considera que cierta conducta lo ha llevado al éxito, no cambiará”. ¿Una manera de decir que Andrés Manuel será Andrés Manuel hasta el final?

De ahí, también, la reflexión que hizo sobre la capacidad que debe tener un gobernante para adaptarse a la naturaleza de los tiempos que corren y evitar que los cambios lo devoren. ¿Metáfora para decir que López Obrador no es de estos tiempos ni de los que vienen? ¿Que busca la reedición de un Estado totalitario ajeno a la vorágine global? Es ahí cuando derivó a: “Estamos en un momento maquiavélico porque la república está ante un grave riesgo, el de renacer o desaparecer”.

Maquiavelo, es cierto, defendió los principios de la república hasta el final de sus días: democracia, imperio de la ley, libertad política. Principios que comenzaron a ser liquidados a partir del 1 de julio y a lo largo de los más de cien días de transición.

Maquiavelo, por lo visto, fue traído a México para alertar sobre los riesgos. Pero ahora, qué sigue. ¿Quién va a evitar el desmantelamiento de la república, de la democracia, de las libertades, de la división de poderes? ¿Maquiavelo también nos lo dirá?