Jerigonzas económicas*

En días pasados me quedé tan pasmado como todos los entrevistadores que en el programa Tercer Grado cuestionaron al señor Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México —AMLO, pues.

Con toda claridad dijo que no le preocupan tanto los mercados financieros; hay costos que hay que pagar por la cuarta transformación. Todo lo anterior a propósito de que aún no es el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, y ya desquició las finanzas públicas, generó un aire de desconfianza sobre las finanzas nacionales, esas para las que tardó el país más de veinte años en ganarse la fiducia, es decir que se incluyó a México entre el selecto grupo de países merecedores del acto de la buena fe de los mercados mundiales, y por tal motivo receptor de las calificaciones grado de inversión, es decir, capacidad para obtener créditos más baratos para el país, y su gobierno, precisamente porque México se ganó el valor de socio serio en el cumplimiento de los cánones financieros internacionales.

Hoy todo indica que los mexicanos estamos a punto de echar ese valor por la borda.

Lo más escalofriante del programa televisivo citado fue ver la cara de todos los periodistas y analistas, cuando respondió que está consciente del encarecimiento de los costos del financiamiento al sector público, y que al final el gran pueblo sabio mexicano pagará con altas tasas de interés y más inflación en los alimentos, medicinas, combustibles, etcétera.

Hasta donde un servidor logró entender el galimatías, es el costo que se tendrá que pagar por la cuarta transformación. Costo impersonal. Carga sin destinatario. Pues si, pero quitados los ambages, serán unos 130 millones de connacionales que deberán llevarlo a cuestas, todos los días de los próximos años.

Ese costo se va a corregir. Vaya pues que con el tren Maya, el transístmico, la refinería en Tabasco, plantando millones de árboles maderables y frutales habrá grandes inversiones. Hay que incluir ahora la nueva idea que trae Andrés Manuel de la gran zona económica especial entre México, Estados Unidos y Canadá, para América Central.

Reconozco que todas las inversiones antes mencionadas con sus asegunes, excepto la refinería, son proyectos interesantes.

Eso no implica tirar por la borda lo que ya tenemos.

Pero, ¿por qué no mejorar lo que ya tenemos?

Por la maldita manía de todos los nuevos presidentes mexicanos. Llegan ellos y acaban con los planes de sus antecesores. Cada sexenio es volver a empezar un ciclo desde cero, y tirar por la borda lo bueno que se haya hecho antes.

Así, reformas como la educativa, para afuera; la energética a revisión, igual que la de telecomunicaciones. El NAIM, muera, lo dijo él, por ser una obra “faraónica” cara, y mala para la economía así como para la ecología.

Las verdaderas obras buenas para el pueblo sabio, las nuevas ideas transformadoras, él sí sabe cómo armarlas, y seguramente le seguirán surgiendo en los próximos días.

Este gobierno que está a punto de comenzar, ya pasó a la historia como el único capaz de esguinzar las finanzas nacionales, en unas cuantas semanas. He ahí la trampa amlopista: antes del 31 de diciembre próximo, México se habrá vuelto a transformar de país en vías de desarrollo, a nación tercermundista; habremos regresado a los felices años setenta. De una economía con estrategia abierta, a un paso del modelo innovador, a una incierta, con espíritu ortizmenista.

Y van de regreso los viejos tiempos de la economía petrolizada.

Sin reservas ni yacimientos explotables de los setenta

Para darnos una idea de la preocupación que tienen los mercados internacionales con las decisiones imperiales disfrazadas de populares — populistas, pues— de AMLO, hay que darle una revisada de nueva cuenta a Pemex, el monopolio gubernamental. Su deuda a treinta años perdió valor a cerca de 82 centavos por dólar en tan solo tres semanas.

Pemex va acompañada de más deudas que eran productivas, y ahora son trapos viejos.

Es el caso de la deuda colocada para financiar el aeropuerto de Texcoco, que iba a ser una inversión superior a los 14 mil millones de dólares, tuvo el peor resultado de unos casi bonos soberanos en el último trimestre, a escala mundial.

La CFE también se ha desplomado. Pero Pemex es campeona entre todas ellas. En la medida en la que baja el precio de esos bonos, los rendimientos suben con pasmosa velocidad —es decir que los inversionistas demandan mucho más rendimiento para invertir en esos bonos semichatarra—. ¡Qué importa! Es una baratija de unos 106 mil millones de dólares.

Agréguele la caída internacional en los precios del petróleo este año de casi un ocho por ciento, para en conjunto convertir Pemex en el crédito más débil de nuestro país al día de hoy, con una calificación que está a punto de bajar del grado de inversión, más aún con las políticas energéticas inciertas que al mundo muestra el señor López Obrador.

Sume usted la incertidumbre de hacia dónde va la economía.

La reforma energética anunciaba la apertura de un sector que hoy en pleno siglo XXI y hacia el 2050 tiene una cara mundial diametralmente distinta a la de los años setenta: los hidrocarburos y energéticos altamente contaminantes tienden a bajar en importancia; hay ya recursos de transición —como el gas natural—, y entran con brío los recursos renovables, no contaminantes. Además y como muestra simple, la estructura de almacenamiento y distribución tiene una logística muy distinta, basada en costo-beneficio para productores y consumidores.

Todo lo anterior ahora se ve amenazado por el giro enigmático lopezobradorista.

Ya sabíamos que AMLO quería resucitar con bríos a Pemex —aunque en su campaña declaraba lo contrario—. Nadie en sus más morbosos pensamientos se imaginaba que a costa de todo lo demás. El señor López Obrador puso en tela de juicio la seriedad de las reformas, la palabra-valor gobierno, y por lo mismo se quedará solo en términos económicos. Bien acompañado, pero a un costo muy elevado para la población.

¿Habrá inversión privada mexicana? Por supuesto que sí. ¿Inversión extranjera? Sí, tal y que el gobierno pague una fuerte prima para que los inversionistas estén dispuestos a arriesgar ante un gobierno que juega con consultas populares, y que nadie sabe cómo pero que va a hacer modificaciones constitucionales inciertas; que pierde rápido su valor de fiducia.

Pemex va a invertir, sí. Pero no tendrá otra alternativa sino endeudar más la empresa, que de por sí es una de las deudas corporativas más elevadas de América Latina. La estrategia buscaba frenar el endeudamiento salvaje de esa paraestatal. Ahora va de nuevo mayor deuda para resultados inciertos.

Seis refinerías a las que hay que dar mantenimiento, a tres de ellas intenso; una nueva refinería que costará cientos de miles de millones de pesos. Ser autosuficientes en petróleo y gasolinas, a costa de suspender las exportaciones petroleras, competir con el país más competitivo del mundo en refinación, Estados Unidos, que justamente lo tenemos de vecino y socio dominante en inversiones y comercio.

¿Con qué se cubrirá el ingreso que nos faltará por exportaciones petroleras? ¿La baja mundial en la cotización del crudo? ¿El peso de nuevos recursos energéticos en los mercados nacionales e internacionales? ¿Las nuevas tecnologías en las que deberíamos concentrar nuestros esfuerzos y de las que no se hace mención alguna?

¡Todo está fríamente calculado!**

La nueva administración pública federal lo tiene todo calculado: Los gastos mayores, la reducción en los precios internacionales, el alza en las tasas de interés, todo se compensará gracias a la reducción del gasto público (por menores sueldos, disminución de plazas, eliminación de instituciones duplicadas, y comisiones reguladoras vitales pero que estorban porque impulsan la autonomía frente al apetito de poder central), así como por “los ingresos que salgan de combatir la corrupción”.

Todo lo anterior en conjunto nos permitirá más que compensar la pérdida de ingresos, el aumento en costos, así como otros desajustes por mercados. Es lo que dice el señor López Obrador. Habrá que preguntar a su equipo futuro de Hacienda, Economía, Banco de México, si así presentarán el presupuesto 2019.

El México de la cuarta transformación promete en menos que canta un gallo regresarnos al glorioso modelo de desarrollo estabilizador de don Antonio Ortiz Mena, el PIB al 6 por ciento de Ruiz Cortines, para crecer con justicia y equidad: ¡Bienvenidos a los gloriosos cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX!

Visión lopezobradorista de la economía de la cuarta transformación***

  • Modelo de desarrollo estabilizador renovado.
  • Tirarle a un crecimiento del PIB del 6 por ciento.
  • Economía centralizada a través de dos monopolios de gran calado: CFE y Pemex.
  • Aunados a CFE y Pemex, acrecentar el poder controlador de la economía del gobierno central federal, a través de las rutas ferroviarias del sur-sureste, control de recursos federales para estados y municipios y la distribución de recursos directos a grupos económicos vulnerables.
  • Regresar la economía al modelo previo a 1988 (antes de la llegada de Salinas de Gortari a la presidencia, junto con los Chicago Boys).
  • Probablemente más abogados de vicegobernadores de Banco de México, así como un ingeniero agrónomo en Pemex.
  • De los cinco peores comportamientos de bonos casi soberanos latinoamericanos en este último trimestre, tres son mexicanos: CFE, Pemex, NAIM (Fuente: Bloomberg).

La buena y la mala

La buena: urgía un cambio. La sociedad mexicana ya no aguantaba los niveles de corrupción con impunidad, la terrible inseguridad, y el deterioro creciente de la población por salarios miserables y costos crecientes de vida. Lo anterior explica el voto amplio del pasado 1 de julio en favor de AMLO.

La mala: de no corregirse el cambio, a lo mejor estará peor el remedio que la enfermedad. Eso lo tiene que demostrar la futura administración pública que pretende un férreo control federal presidencialista en todos los ámbitos.

“Los padres fundadores de Estados Unidos trataron de proteger su país de la amenaza constante de la tiranía, que siempre amenazó la democracia. Hoy el orden político enfrenta nuevas amenazas, similares al totalitarismo del siglo veinte. No somos más sabios que los europeos, que fueron testigos de la claudicación sumisa de la democracia al fascismo, nazismo y al comunismo. Nuestra gran ventaja al día de hoy es que podamos aprender de sus experiencias”. Sobre la Tiranía, Timothy Snyder, ed. Tim Dugan Books, 2017, 1ª ed.

 

Economista

*Jerigonza (del occitano gergons): lenguaje de mal gusto, complicado, ridículo, barriobajero, ininteligible.

**“Todo está fríamente calculado”, frase célebre del Chapulín Colorado, ese superhéroe mexicano inventado por la maravillosa imaginación del siempre bien recordado Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”.

***Aclaro que “al día de hoy”, porque no sé que más se les ocurrirá antes del 1 de diciembre… y después.