…juntos vamos a inventar

de nuevo la historia…

Fernando del Paso

El recuerdo de aquella sonrisa con la que Fernando del Paso entibió la fría mañana de aquel 23 de septiembre de 2013, cuando los vecinos de la Roma le honramos al develar una placa en su casa natal, ubicada en el número 150 de la Calle de Orizaba, es la imagen con la que le digo adiós a aquel “juntador de palabras” que enriqueció con su narrativa mi vida y el orgullo de ser capitalino.

Superando la postración impuesta por una enfermedad a la que con tesón y alegría supo vencer, Del Paso, agradecido, nos compartió por escrito lo feliz que había sido en el hogar de su abuelo materno, don José Morante Villarreal, quien cumpliendo con las normas de esa época abrió la casa a su hija Irene a fin de que tuviera un buen parto bajo la atención familiar y del galeno Alatorre, reconocido médico cirujano y partero de las parturientas de aquella quimera porfirista convertida en zona residencial de la clase revolucionaria del país.

La feliz infancia del escritor transcurrió entre la casa del abuelo y el departamento que su familia ocupó años después muy cerca del cine Estadio, en una de las últimas construcciones colindantes al Estadio Nacional.

Promovida por el presidente en turno del Movimiento Pro Dignificación de la Colonia Roma, Salvador de Maria, la placa con la que se resignificó la fachada de la antigua residencia Morante, honra al autor de tres novelas fundamentales de la literatura mexicana del pasado siglo XX: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio, monumentales obras de la lengua castellana que en 2015 avalaron el dictamen del jurado que le otorgó el Premio Cervantes “por su aportación al desarrollo de la novela aunando tradición y modernidad, como hizo Cervantes en su momento. Sus novelas llenas de riesgos recrean episodios fundamentales de la historia de México, haciéndolos fundamentales”.

Junto a la trascendencia de dicho reconocimiento literario, los capitalinos debemos agradecer a Del Paso su enorme amor por la ciudad y por sus múltiples facetas históricas y urbanas, cuya indudable presencia permiten encontrarla y recrearla como el personaje sustancial de su narrativa.

En las imágenes de Atlampa, Nonoalco y sus perdidas ciudades ferroviarias de la primera mitad del siglo XX, de la vida estudiantil del Centro Histórico y de su plaza de Santo Domingo, de las percepciones europeizantes de “la loca de la casa” Carlota Amalia, noticiadas desde el efímero imperio del Habsburgo, la ciudad no solo transcurre, sino que en ellas discurre el devenir de los personajes “juntados” en palabras por el ingenio de Fernando del Paso.

La noticia de su entrañable partida al infinito hoy engrandece su presencia literaria junto a su congruencia y generosidad vecinal y ciudadana y a su indeclinable compromiso por la verdad y la justicia.

Por ello considero que el mejor homenaje a su memoria debe ser retomarlo literalmente para que, como él lo expresara puntualmente, juntos reinventemos a la historia.