El teatro es poesía que se sale

del libro, para hacerse humana.

Federico García Lorca

En cualquiera de las facetas actorales en las que ha incursionado a lo largo de una fructífera vida escénica, la presencia teatral de Martha Ofelia Galindo es sinónimo de pasión y entrega.

Disciplina y esfuerzos titánicos fraguaron la personalidad de quien, desde su tierna infancia, sintió la responsabilidad de dar en cada escena o en cualquier interacción con el público lo mejor de su salero, de su gracia y de su arte.

Como ella misma lo reconoce en una vida no exenta de presiones y sobresaltos, creció física y actoralmente como integrante de la Compañía Nacional de Teatro, en cuyas filas ingresó presionada por una infancia trunca que la colocó en los escenarios, más que en un espacio de juegos, en el terreno de compromisos muy distintos a los habituales para una niña.

Profundamente generosa, Martha Ofelia vive agradecida a su mentora teatral, la maestra Clementina Otero, así como a don Fernando Wagner y a aquella compañía conformada por quince criaturas e igual número de actores jóvenes y adultos; debutó en Pinocho y el país de los cuentos y recuerda las escenografías de Julio Prieto o la dirección orquestal de Blas Galindo, Eduardo Hernández Moncada y Carlos Jiménez Mabarak, titulares de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Un año más tarde, actuó como estelar en la primera película mexicana en color; Las aventuras de Cucuruchito y Pinocho, estrenada en México el 18 de marzo de 1943, escrita y dirigida por Carlos Véjar hijo, con la colaboración del maestro Salvador Bartolozzi y Magda Guzmán, en donde Martha Ofelia dio vida a “Cucuruchito” y compartió estelares con Francisco Jambrina como Pinocho, Maruja Grifell como la Bruja Pirulí, José Elías Moreno, como Pata Pufo, y Alicia Rodríguez en el papel de Pipa, exitoso filme que luego se estrenó en Los Ángeles, California, en 1945.

Madre, jefa de familia y estudiante ejemplar, Martha Ofelia no solo estudiaba teatro sino que leía con fruición a clásicos y modernos, y pronto comenzó a descollar en la Compañía Universitaria de Teatro bajo la dirección del maestro Héctor Azar, quien en 1963 le dedica Inmaculada, hito interpretativo de la trayectoria de la Galindo, al que seguirán todos sus triunfos en cada escenario que, a sus 75 años como actriz, sigue pisando y sorprendiendo, tal y como lo hace actualmente con “La Brígida” de El Tenorio de Zorrilla.

Para quienes hemos seguido su trayectoria, siempre tendremos presentes sus memorables interpretaciones en Las Tandas de Enrique Alonso, así como sus hilarantes interpretaciones e interpelaciones en teatro cabaret, sus roles en telenovelas y en programas familiares, brindando en cada una de sus actuaciones ese toque personalísimo e insuperable que, como expresara García Lorca, hace bien humana la poesía que emana de cada libro que ella asume y toca.