Por Carmen R. Santos

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l pasado año se publicó en nuestro país La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres(Seix Barral), una más que interesante colección de ensayos de Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) que muestra la variedad de intereses de la escritora norteamericana. Así, entre otros muchos asuntos, trata ahí de feminismo y sus distintas corrientes, cine -admira a Pedro Almodóvar-, el suicidio-analiza los casos de Virginia Woolf y Cesare Pavese-, la figura y la obra de Susan Sontag, psicoanálisis -ella misma asistió a terapia-, ciencia, creación y arte, refiriéndose a numerosos artistas como Picasso, Elaine de Kooning y Louise Bourgeois.

Precisamente las cuestiones de la creación y el arte aparecen en algunas de sus novelas, como El mundo deslumbrante y Todo cuanto amé, que, publicada en español hace unos años, ahora recupera Seix Barral. Feliz iniciativa, pues, sin duda, este título es uno de los imprescindibles de su producción, en la que se encuentran también novelas como Los ojos vendadosEl hechizo de Lily Dahl y Elegía para un americano; los ensayos La mujer temblorosa o la historia de mis nerviosVivir, pensar, mirar y el poemario Leer para ti.

Todo cuanto amé está narrada en primera persona a través de la voz de Leo Hertzberg, historiador y crítico de arte, que descubre casualmente, en una galería neoyorquina, la obra de un pintor prácticamente desconocido y de difícil salida comercial, Bill Weschler. El impacto que causa en Leo su obra, compra uno de sus cuadros, hace que le busque y entable amistad con él. Cuando Leo nos cuenta la historia ha transcurrido más de una veintena de años, y está aquejado de un problema en los ojos. En esa rememoración se nos va revelando el carácter del pintor, su concepción artística, y también conocemos a las mujeres que marcaron su vida. Hacia una de ellas, Violet, segunda esposa de Bill, Leo siente una irresistible atracción. Y también “adopta” como hijo a uno de los de Bill, Mark, de problemática personalidad, enganchado a los drogas, y que se ve involucrado en un asesinato.

“De modo que estás de acuerdo en que la novela es un saco en el que cabe todo”, leemos en Todo cuanto amé, en una de las conversaciones que en ella se desarrollan. Esta apreciación -por cierto ya consignada en su momento por nuestro Pío Baroja-, está presente en Todo cuanto amé, y en buena medida en las novelas de Siri Hustvedt en general. Así, junto a la acción y los hechos, orquestados en una trama con elementos de thriller psicológico, la novela también resulta una sugerente reflexión en torno al misterio de la creación artística.

Todo cuanto amé está dedicada a Paul Auster, marido de Siri Hustvedt. Auster y Hustvedt llevan casados más de treinta años. Frente a otros casos que han terminado en naufragio, son ejemplo de que es posible mantener una relación sentimental entre escritores, apoyándose mutuamente -como han confesado en diversas ocasiones-, y preservando cada uno su personalidad y universo. Siri Hustvedt no tiene ningún miedo a ser catalogada como “la mujer de”. Y no lo tiene, porque no es eso en exclusiva. Todo cuanto amé, quizá su novela más ambiciosa, lo demuestra con creces.