Por Ángela Pérez

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]R[/su_dropcap]ecientemente, dimos cuenta en este mismo suplemento de Guerrilleros, la última novela reeditada en español de V. S. Naipaul, fallecido en agosto de este año en su casa de Londres a los ochenta y cinco años. Nació en el seno de una familia de origen hindú en Chaguanas, a cuya infancia en esta pequeña localidad de Trinidad y Tobago se refirió ampliamente en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, que se le otorgó en 2001: “De niño tuve esa sensación de dos mundos -el mundo fuera de esa alta puerta de cinc, y el mundo del hogar- o, de cierta manera, el mundo de la casa de mi abuela. Era un vestigio de nuestro sentir de casta, el aspecto que excluía y bloqueaba la entrada. En Trinidad, como recién llegados, éramos una comunidad en desventaja, la idea de exclusión era una especie de protección; eso nos permitía -sólo durante ese tiempo- vivir a nuestra manera, según nuestras costumbres y de acuerdo con nuestras reglas, en nuestra propia y difusa India”.

Se trasladó desde joven a Inglaterra, país de adopción en el que desarrolló toda su trayectoria como escritor. Una trayectoria desplegada en más de una treintena de obras, que abarcan la narrativa, el ensayismo y el libro de viajes, que le valió numerosos galardones, incluido el Nobel. Ese reconocimiento, no obstante, no dejó de estar acompañado por testimonios que presentaban a un Naipaul de muy difícil carácter, misógino, vanidoso y arrogante, y de despectivas opiniones sobre prácticamente cualquier tema que le ponían a tiro. Su actitud le acarreó sonadas rupturas, como la que protagonizaron él y el también escritor Paul Theroux, tras más de tres décadas de amistad.

Sea como fuere, Naipaul fue una figura controvertida sobre la que llovían acusaciones, y no solo por su carácter, sino también tildándole de reaccionario y poco menos que defensor del colonialismo. Para conocer, más allá de polémicas, a Naipaul lo mejor es leer su producción que literariamente nunca defrauda ni en su novelística, con títulos como, entre otros, El sanador místico, Miguel Street, Una casa para Mr. Biswas, o el antes mencionado, Guerrilleros ni en sus ensayos. Precisamente de estos podemos ahora disfrutar en El escritor y el mundo, donde se reúne el grueso de sus crónicas y ensayos breves, con algunos textos hasta ahora inéditos en español.

Fechados entre 1962 y 1992 dan muestra de su lucidez y dotes de observación en su pasión viajera, abordando variados asuntos, relacionados en ocasiones con el análisis del colonialismo y el poscolonialismo, central en su obra y examinado siempre en toda su complejidad. Dividido el volumen en tres apartados y un epílogo -que recoge su conferencia “Nuestra civilización universal”-, el recorrido comienza por la India, donde destaca su visión de Calcuta, para pasar después a la indagación sobre África y el continente americano. Espléndidos son, por ejemplo, “Michael X y los asesinatos del Poder Negro en Trinidad”, exploración de la figura de Michael de Freitas –de quien hay claros ecos en el protagonista de Guerrilleros-, y su demencial comuna: “Un nuevo rey para el Congo”, en torno al Zaire de Josep Mobutu; la irónica crónica sobre la campaña de Norman Mailer como aspirante a la alcaldía de Nueva York, o el acercamiento a la Argentina y al fantasma de Evita, planteado “como un relato de Borges”.