Por Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l pasado 1 de julio, Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales con una cantidad de votos inusitada. Con más de 30 millones de sufragios, el tabasqueño se convirtió en el presidente electo, con un respaldo electoral apabullante. Al realizar un análisis general de los motivos por los que esta enorme cantidad de ciudadanos decidió optar por tachar el nombre del otrora dos veces candidato, puede decirse que si bien un porcentaje responde a una convicción política e ideológica contundente, una buena cantidad corresponde al denominado voto de castigo contra el gobierno en turno. Sea como fuere, lo cierto es que frente a todos los electores, sin importar su motivación, López Obrador generó una inédita expectativa de rompimiento en el statu quo actual y se comprometió por todos los medios posibles a dar un vuelco de 180 grados a favor de diversos sectores y a cumplir todas sus demandas, por inconsistentes que parezcan. La idea de la cuarta transformación y de una suerte de utopía mexicana pudo ser un activo sumamente valioso en el ámbito de la campaña política, sin embargo “haber puesto la vara demasiado alta” puede volverse la peor de las pesadillas en el inicio de su sexenio.

¿Qué tan factible es en verdad el México proyectado por López Obrador? ¿Qué tan largo será el camino para conseguirlo? ¿Cuál es el precio que tendrá que pagarse por él?

En entrevista exclusiva para Siempre!, Bernardo Barranco responde a estos aspectos a través de la nueva obra que, de la mano de Grijalbo, ha coordinado: AMLO y la tierra prometida. Análisis del proceso electoral 2018 y lo que viene.

Bernardo Barranco apunta que el título mismo de la obra invita a una reflexión plena y profunda del proceso que comenzó el 1 de julio pues puede definirse como una especie de editorial en miniatura, una síntesis o una provocación del contenido de la misma. En ese sentido, el sociólogo explica el fuerte simbolismo religioso, histórico y político del concepto de la “tierra prometida”, una expresión con la que puede realizarse a la perfección una metáfora del escenario que actualmente vive México.

“Yahveh ofrece al pueblo judío la tierra prometida, es uno de los temas centrales en el Antiguo Testamento. Está presente en el primer libro del Génesis, pero fundamentalmente en el Éxodo, donde Yahveh se involucra con su pueblo, lo libera y desarrolla un proceso de salida hacia la tierra prometida. Hasta ahí todo va bien, es una metáfora hermosa, sobre todo trayéndola al presente cuando lo vinculamos a la enorme expectativa que ha generado el ascenso de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia y de las grandes promesas de campaña que ha realizado: cambiar el país, modernizarlo, la corrupción, el tema de asumir la economía de la gente más vulnerable, jóvenes, pobres, ancianos, etcétera.”

 

Ni Moisés pudo ver la tierra prometida

Sin embargo, prosigue Barranco, sin dejar de lado el contexto bíblico, el pueblo judío tardó cuarenta años en llegar a Canaán, el dichoso lugar; es decir, la generación que llegó a ese espacio no fue la misma que salió de Egipto, como lo dice la historia. Ni siquiera Moisés, el mesías, el conductor pudo ver con sus propios ojos el lugar que Dios había ofrecido. Además de que a diferencia del ideal que se mantenía de que en la “tierra prometida” manaban la leche, la miel y había colores extraordinarios como en una especie de nuevo Edén, los peregrinos se encontraron con un lugar decepcionante, un desierto a orillas del mar que había aún que trabajar para que ahí se pudiese cultivar, y se encontraba ya ocupado por otras tribus que debieron ser expulsadas a través de una invasión encabezada por Josué y a lo largo de una desgastante conquista.

“Todo lo que parecía idílico resulto un proceso azaroso. Esta es una metáfora que se usa mucho sobre todo en la filosofía política, y que viene muy bien a colación específicamente en el manejo religioso, incluso con Andrés Manuel, que tiene un matiz mesiánico en algunas cosas; a veces desea transmitir que posee un tacto mágico que va a cambiar lo que sea, solo porque él lo quiere: la corrupción va a terminar porque él va a barrer la corrupción de arriba a abajo, y ya la corrupción puede darse por muerta. Y la realidad no es así, la realidad es mucho más compleja, difícil, más azarosa”.

Podríamos regresar a la cuarta revolución

Esta no es la primera vez que nuestro país se ve inmerso en un supuesto éxodo, indica el especialista en creencias religiosas y cultura, pues ya con la elección de Vicente Fox en el año 2000 se hablaba de una “cuarta revolución”, mientras que hoy el término es “cuarta transformación.” La constante referencia que el mismo López Obrador hace a momentos de coyuntura histórica nacional también se complementan con la analogía de la tierra prometida, las promesas, el México que será y los eventuales fracasos y desencantos, debido a que, recuerda Bernardo Barranco, tanto la Independencia, como la Reforma y la Revolución fueron procesos con enormes impactos sociales, nuevas constituciones y duras generaciones. 

“Debemos analizar este momento con realismo. Es decir, no va a ser fácil un cambio, va a ser muy complicado. No requiere solo de la voluntad o del voluntarismo de una persona o de un grupo pequeño, sino que es un cambio que se tiene que dar en la sociedad, y si la sociedad no participa, entonces ese cambio puede ser una gran frustración de cara a las enormes expectativas que más de treinta millones levantaron votando por las promesas de López Obrador”. 

Al adentrarse en las páginas de AMLO y la tierra prometida. Análisis del proceso electoral 2018 y lo que viene, es posible identificar en el selecto grupo de colaboradores nombres y personalidades de variadas vertientes políticas e ideologías que construyen en conjunto una perspectiva plural del tema a tratar. Todos ellos tienen en común, indica el coordinador, su prestigiosa trayectoria académica y profesional, pero difieren en su postura respecto al ahora presidente de la república; algunos simpatizan con el tabasqueño, algunos otros tienen preguntas y el resto mantiene una postura certeramente crítica. Entre los autores se encuentran María Amparo Casar, Ricardo Raphael, Jenaro Villamil y Juana Inés Dehesa, quienes recibieron la propuesta de diseccionar los días político electorales del año 2018 por medio de los desafíos que se presentaron en ellos.

“Identifiqué personajes importantes, expertos en el tema que había seleccionado y textos cortos, textos concisos y textos no académicos. Yo les pedí que fueran pensados para personas no expertas, evitar tecnicismos, evitar garigoleos que a los académicos les encantan, porque a veces escriben para ellos mismos, y así dirigirlos a un publico amplio, masivo. Necesitábamos un texto que se pudiera leer en la radio y que todo el mundo lo entendiera, desde un taxista hasta un académico; este es, a veces, el gran desafío que tenemos los comunicadores. La pluralidad también fue un baluarte esencial en la publicación, es decir, que las personas que colaboraron vinieran de diferentes montículos, perspectivas, acentos, y que pudieran ofrecer al lector puntos de vista diferentes en torno a un proceso que está generando, como este, una nueva presidencia en México, fue algo muy importante”.

Así, por ejemplo, será posible adentrarse en el papel y el desempeño que tuvo el Instituto Nacional Electoral en el proceso electoral acompañados de la visión de Ana Saiz, o el rol de las encuestas, sus mediciones y resultados mediante el especialista Francisco Abundis, o bien la importancia política que mantuvieron los programas sociales durante las campañas de la pluma de Rogelio Gómez Hermosillo.

Paralelamente, Bernardo Barrando expone lo primordial que resulta dimensionar la etapa, el contexto y los protagonistas del nuevo panorama mexicano, por lo que no repara, dentro de su campo de estudio, en definir a López Obrador como un hombre muy experimentado en la política y que tiene un amplio conocimiento del país y el pensamiento mágico religioso del mismo, elementos que utiliza a su favor cuando se presenta a sí mismo con una imagen paternalista que se encuentra inspirada en la concepción vertical del poder, un rasgo característico del presidencialismo del siglo XX, y que se acompaña con la idea de que el personaje en cuestión puede resolverlo todo desde su pedestal.

“Andrés Manuel retoma un tema muy importante que es el de la crisis de credibilidad ética de la clase política, la voracidad de la clase política que ha arrasado todo los límites, incluso los mismos límites religiosos. Tenemos los casos de los dos Duarte, los Arellano, más otros alcaldes, o gobernadores, que encomiendan sus gestiones al Sagrado Corazón de Jesús, por ejemplo, y la Inmaculada Virgen María, y después resultan ser unos pillos de marca; en el espectro político en general sí hay una manipulación, diría perversa en lo religioso y López Obrador juega mucho con esto, aunque el acento que él tiene es fundamentalmente el tema de la moralización de la política”. 

Respecto al alcance que tuvo Andrés Manuel con este discurso, el también economista resalta que el electorado votó por el tabasqueño de manera secular, no de manera religiosa, por lo que puede decirse que los mexicanos lo eligieron en tanto ciudadanos, no en tanto creyentes, punto con el que se puede aclarar su porcentaje de votación aun cuando estuvo en alianza con un partido de naturaleza religiosa, como el PES. Finalmente, Bernardo Barranco realiza un balance de las probabilidades de éxito de López Obrador.

“Creo que no es sólo cuestión de una sola persona, creo que es una cuestión más enfocada en un programa, que tiene sus metas y prioridades muy claras. Y creo que la sociedad esta reaccionando también, entonces estamos hablando de que veremos un proceso de negociación. López Obrador ha planteado muchas veces que quiere ser un buen presidente, ser recordado como un buen presidente, y después de Peña Nieto no va a ser una tarea complicada, porque ha sido un sexenio de desastres. Frente a él hay ciertas actitudes, las actitudes de aquellos que dicen “yo quiero ser parte del cambio, lo apoyo incondicionalmente, así cometa errores yo estoy para hacer parte de un proceso de cambio”, hay otros que dicen “lo apoyo en tanto mis intereses no se vean afectados o se vean fortalecidos”, y otros que lo rechazan absolutamente; dependeré de la habilidad que vaya a tener Andrés Manuel de crear un consenso mucho más amplio frente a sus políticas. Ahora, la sociedad también debe ser consciente de que todo cambio significa una apuesta de riesgo, todo cambio significa una erosión, un desgaste de poder y deberá asumir las consecuencias”.