Francisco Plancarte y García Naranjo 

A mi modo de ver, sí lo es, porque el incumplimiento del Acuerdo de París de diciembre de 2015 es un hecho y cada día es más evidente la ausencia del derecho global.

Esta semana se difundió en todos los medios de comunicación la noticia que las emisiones de CO2 aumentaron nuevamente en 2017 y 2018. Este último año rompió récord al emitir 37.1 gigatoneladas de este gas.

Lamentablemente, el Acuerdo de París no tiene dientes y la situación se agravó aún más por el retiro del gobierno de Estados Unidos.

Lo más preocupante es que el objetivo de no rebasar los 1.5 o 2 grados centígrados respecto de los niveles preindustriales, es ya casi imposible de lograr tomando en cuenta que ya aumentó un grado la temperatura de dichos niveles al día de hoy.

Esto significa que si aumenta la temperatura 1.5 grados más, nos vamos a ver en muy serios problemas de los que ya están sucediendo, según Christiana Felgueres, exresponsable de cambio climático de la ONU:

“Los desastres provocados por el clima —dijo— en 2017 costaron a la economía mundial 320 mil millones de dólares y se perdieron alrededor de 10 mil vidas”.

La verdad, estas advertencias y reportes de autoridades en la materia son una vez más una urgente llamada a todos. Tenemos solamente una o dos décadas para tomar acciones efectivas o de lo contrario las consecuencias serán devastadoras.

La gobernanza global efectiva —que hoy no existe— es un factor esencial para redireccionar el rumbo del mundo que vivimos. ¿Cómo?

Con una doble estrategia de la Asamblea General de la ONU y el impulso de la sociedad civil, mediante:

1) La revisión y transformación de la ONU en parlamento mundial como resultado de la resolución que adopte una conferencia general de la ONU instalada conforme a su artículo 109 y con fundamento en el principio de autodeterminación de las naciones en su conjunto como sucedió en la Conferencia de San Francisco de 1945.

2) Impulsar la formación de un parlamento mundial ciudadano con las universidades y la sociedad civil en general de acuerdo a siete etapas sucesivas, según la nueva resolución PARMUN que originalmente fue adoptada por un modelo de parlamento mundial en las instalaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro en 2010.

Insistimos en este nuevo paradigma hacia un sistema parlamentario mundial porque sin duda es un instrumento esencial como en cualquier país, para lograr efectivamente el cumplimiento de las leyes y resolver los problemas y retos de enorme trascendencia como cambio climático y muchos más, que en otra ocasión podríamos abordar pero que también son sumamente urgentes.

Muy triste, que nuestros hijos y nietos nos podrían reclamar que sabiendo que hay una solución, la dejamos pasar.

Este nuevo paradigma arriba apuntado en sus dos vertientes es una posibilidad real pero depende de todos nosotros a la vez: sociedad civil y la Asamblea General de la ONU, que recibiría el mayor reconocimiento y apoyo de la comunidad mundial si con determinación se abre al proceso de revisión que en sí no está sujeto al derecho de veto y su transformación que tampoco lo está, en aras del entendimiento de los pueblos para una nueva civilización del siglo XXI.