Suele decirse que “mal empieza la semana a quien ahorcan en lunes”, a lo que podríamos agregar que seguramente el mentiroso y racista presidente Donald Trump no gozará de felices fiestas ni en Navidad ni tampoco en Año Nuevo. Por todas partes el mandatario estadounidense trata de representar a un amargado personaje peor que Ebenezer Scrooge el de Cuento de Navidad que publicó en 1843 Charles Dickens.

A Trump, como muchacho malcriado y de rabietas, únicamente le interesa que los demócratas le aprueben el presupuesto para construir el Muro en la frontera con México. El insufrible magnate no quiere entender que el mundo no gira a su alrededor y que Estados Unidos de América, pese a su riqueza, no puede disponer, a su antojo, el futuro de la Tierra. En eso, como en muchas otras cosas está totalmente equivocado. Que casi treinta funcionarios de primera línea en su gabinete hayan renunciado o que los haya cesado sin mayor razón que su voluntad, antes de cumplir dos años de su periodo presidencial, indica, por lo menos que es un jefe muy, pero muy, inestable.

A casi dos años de llegar a la Casa Blanca, no puede decirse que el gobierno de Donald Trump se desarrolle pacíficamente. Todo lo contrario. Dentro y fuera del territorio estadounidense. Así las cosas, desafiando la presión de Donald Trump y de los inversionistas de capitales, en una decisión unánime. el pasado miércoles 19 de diciembre, la Reserva Federal de EUA elevó, por cuarta ocasión en este año, el rango objetivo para la tasa de fondos federales otro cuarto de punto para ubicarlo entre 2.25% y 2.5%. El berrinche del mandatario fue de pronóstico reservado.

El panorama ya pintaba mal para los Trump. Un día antes de la decisión de la Reserva para elevar las tasas de interés, el presidente y sus tres hijos mayores— Donald Jr., Eric e Ivanka—, acordaron con la Fiscal General del Estado de Nueva York, Bárbara Underwood, que bajo supervisión judicial comenzara el proceso mediante el cual se desmantelará la “organización benéfica” bajo sospecha por un “patrón de ilegalidad” en la campaña presidencial de 2016. La fiscal Underwood ha señalado que los activos de la fundación serían distribuidos entre obras de caridad.

Dados los problemas legales que la fundación enfrentaba desde hace dos años, los Trump estaban dispuestos a cerrarla definitivamente, pero querían establecer sus propios términos para llevarla a cabo. Underwood, a su vez, explicó en su cuenta de Twitter que por fin se pactaron las condiciones para hacerlo y que los activos de la organización “solo podrán ser distribuidas” a organismos respetables aprobadas por la propia fiscalía. La fiscal demócrata inició hace medio año una acción legal para instigar al presidente y sus hijos a disolver la entidad “caritativa”, acusándolos de haberla utilizado como una bolsa para los negocios que controla la familia, cubrir costes legales y financiar la campaña de los comicios de 2016. “Vulneraron extensa y persistentemente las leyes” afirmó la fiscal, al tiempo que explicaba cómo los gestores de la campaña dictaban los tiempos, las cantidades y los receptores de los fondos que captaban con fines benéficos.

El juicio contra la fundación Trump es uno más de los frentes judiciales que tiene abiertos el rubio magnate desde que llegó a vivir en la Casa Blanca desde hace dos años. Como quiera verse, este es otro golpe en contra del berrinchudo mandatario. Y contando.

Pero en su desempeño presidencial, Trump tiene más dificultades por su absoluta incomprensión de las lides internacionales, área donde el ejecutivo estadounidense tiene manga ancha históricamente hablando. Como dice el especialista en cuestiones bélicas de la Unión Americana, Dominic Tierney, autor, entre otros libros, de The Right Way to Lose a War. America in a Age of Unwinnable Conflicts (El modo adecuado de perder una guerra: América en la era de los conflictos que no se pueden ganar). “Desde 1945 —explica el analista—, los estadounidenses no han ganado ninguna guerra más allá de la del Golfo en 1991, debido a que la naturaleza de los conflictos ha cambiado”. Muchos de ellos son civiles y ya no tienen enfrente a Ejércitos regulares de países, sino a grupos terroristas.

El punto es que entre soldados activos y reservistas, hay 227,000 solados estadounidenses destacados de forma permanente en el extranjero, según datos del pentágono, pero la cifra no incluye las operaciones especiales, los alrededor de 14,000 efectivos en Afganistán o los fallecidos en la frontera de Malí, cuya distribución es información clasificada.

Cuando Donald Trump reivindicó en la tercera semana de diciembre, al anunciar su polémica retirada de las tropas estadounidenses en Siria, que la Unión Americana “no debía ser el policía de Oriente Medio”, reflejó una postura muy parecida a la de su antecesor, el primer demócrata afroamericano en llegar a la Casa Blanca, Barack Hussein Obama, que en 2009 llegó al poder también con el propósito de que el Tío Sam saliera de varios conflictos, pero también fracasó.

Para los estadounidenses las guerras se han trocado en finísimas telas de araña: “no logran el triunfo, pero tampoco quizás perderlas. Y tampoco pueden acabarlas. El famoso Tío Sam lleva 17 años atrapado en Afganistán y 15 en Irak. Y también combate en Siria, en Libia y en Yemen. Otros informes no clasificados de la primavera de este año incluyen acciones de combate de tropas estadounidenses en Níger y en Somalia. Aunque pudiera no creerse tanto Obama como Trump heredaron de la administración de George W. Bush las guerras de Irak y Afganistán en las que han muerto aproximadamente 7,000 soldados estadounidenses. Pese a sus marcadas diferencias de gobernar a EUA, ambos coinciden en su deseo de no volver a la intervención en primera línea. Ninguno tuvo éxito en su deseo. El demócrata consideró que el aislacionismo no era el camino, Trump cree lo contrario y no toma en cuenta a sus aliados militares, Por eso se atropella en sus decisiones.

Y así el Secretario de la Defensa, general James (Jim) Mattis le presentó, el jueves 20 de diciembre, su dimisión al cargo en una carta que dice: “Debido a que usted tiene derecho a tener un secretario de Defensa cuyos puntos de vista estén mejor alineados con los suyos…creo que lo correcto para mí es renunciar a mi cargo”. El envío de esta misiva se dio después de que el presidente Trump tomara la decisión de retirar las tropas de Siria al considerar que el Estado Islámico “ya es un objetivo liquidado”.

La renuncia tendrá efecto a fines de febrero de 2019, pero Trump cambia todo como acostumbra. Así, el domingo 23 de diciembre el “hombre de las mentiras” anunció que el general Mattis dejaría su puesto secretario de Defensa el 1 de enero de 2019, en vez de finales de febrero, y que el actual número dos, Patrick Shanahan, pasará a dirigir el Pentágono de “manera provisional”. Shanahan, que asumió el puesto de subsecretario de Defensa en julio de 2017, trabajó durante años para la multinacional estadounidense Boeing, lo que no será impedimento para cuando Trump decida correrlo como hace con Mattis.

Con la salida de Mattis se eleva el increíble récord de despidos y dimisiones —30 ceses y renuncias—, en el gobierno de Donald Trump que apenas cumple en enero próximo la mitad de su periodo. Mattis ya había chocado con Trump en cuestiones clave, como el mantenimiento de la buena relación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero la decisión sobre Siria colmó su aguante.

La salida de Mattis del gobierno deja al gabinete de Trump sin una de las voces que moderaba la tendencia al aislacionismo que caracteriza la doctrina del magnate. Esas voces cada vez parecen tener menos influencia en las decisiones de un mandatario que, pese a su inexperiencia política y diplomática, tiene una excesiva confianza en si mismo y sus impulsivas decisiones. En su renuncia, Mattis cuestiona las consecuencias de esa manera de gobernar y alerta que la posición de EUA como poder global pasa por honrar el sistema de alianzas y respetar a los socios tradicionales de Washington.

Por último, la administración federal dejó de prestar servicios la medianoche del viernes 21 al sábado 22 por la falta de acuerdo sobre unos fondos de los que depende una cuarta parte del gobierno. El detonante fue la partida presupuestal destinada a la construcción del Muro con México, que los demócratas rechazaron reiteradamente. O sea, Trump falló en su intento. Este shutdown (tercero en el año) puede ser “muy largo”, dijo el impredecible Trump. Puede terminar pronto o no. Otra incógnita del magnate que conduce a EUA por senderos desconocidos. Veremos. VALE.