Ximena Covarrubias Faure

Las conmemoraciones internacionales tienen un fin: sensibilizar, concienciar y llamar la atención hacia un tema determinado. El pasado 3 de diciembre se celebró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad (PcD), un día en el que la discapacidad se mediatizó, se habló y se hizo visible. Diferentes medios dedicaron una nota para hablar sobre la discapacidad o para cubrir eventos que hablaban del tema. Lanzaron datos duros que impactan al público y que muestran la realidad de este grupo de personas, el cual tenemos mucho más cerca de lo que pensamos —más de mil millones de PcD a escala mundial— no por nada el nombre de este espacio es “La minoría más amplia del mundo”.

No obstante, aunque la mediatización en este día fue importante y logró llamar la atención de la gente, muchas veces esto no pasa más que una vez al año y otorgándole un enfoque con tintes trágicos. Se dan cifras y porcentajes que nos abren los ojos pero de una manera negativa: “El 50 por ciento de las personas con discapacidad no tiene acceso a la sanidad” o “los niños con discapacidad tienen cuatro veces más posibilidades de ser víctimas de algún tipo de violencia”. No es que esté mal que se hable de estas cifras y que se den a conocer para buscar un cambio, pero en la discapacidad no todo es negro.

No todas las conmemoraciones son para resaltar hechos trágicos, en el Día Internacional del Médico —que también fue el 3 de diciembre— se vieron publicaciones sobre los beneficios de la medicina y la gran preparación y esfuerzo de quienes se dedican a esto, jamás se hablo de las muertes por negligencia médica, y es que hay muchas más cosas positivas que resaltar que aquellos hechos con tintes grisáceos. El Día Internacional de las PcD debería ser igual.

La discapacidad no es una enfermedad o algo que se padece o sufre, es una condición de vida que si bien puede ser difícil, son las barreras sociales las que la complican mucho más: la exclusión, la discriminación, la inaccesibilidad. ¿Qué se hubiera perdido el mundo si no hubiera PcD?

Jamás hubiéramos escuchado la 9ª sinfonía de Beethoven, la cual compuso cuando su discapacidad auditiva ya era de 100 por ciento o a otros grandes de la música como Stevie Wonder, Ray Charles o Andrea Bocelli. Jamás hubiéramos admirado la belleza de La noche estrellada o de Los girasoles de Vincent van Gogh. Tampoco conoceríamos una de las obras más famosas del expresionismo: El grito de Edvard Munch, o a nuestro orgullo mexicano, Frida Kahlo. Pero no solo hay un gran legado en las artes, John Forbes Nash, obtuvo el Premio Nobel en Economía por su contribución al análisis del equilibrio en la Teoría de Juegos no cooperativos. Y, por supuesto, el renombrado científico Stephen Hawking sin quien el estudio del universo como las singularidades espaciotemporales en el marco de la relatividad general y la predicción teórica de la radiación emitida por los agujeros negros no se conocerían.

Todas estas son personas extraordinarias que generaron cambios importantes en el mundo, genios cuyos logros no se caracterizaron por su condición, sino por su gran habilidad y visión. Y como ellos, en nuestro día a día hay PcD con capacidades excepcionales. Stephen Hawking dijo: “Tenemos la obligación moral de liberar todo el potencial encerrado en las personas con discapacidad”, y es que debemos resaltar el potencial que tiene una persona que está acostumbrada al esfuerzo. Por lo que no debemos sentir lástima y tampoco debemos tener miedo a hablar de ella porque eso solo hace que crezca el silencio que limita las condiciones de desarrollo de quienes la viven. El valor de una persona lo determina su calidad humana, su esfuerzo y su talento.

La discapacidad es una condición que se debe normalizar y visibilizar. Si lo que se busca es un mundo —un México— más incluyente, debemos de concentrarnos en las cualidades de las PcD. Los colores de la discapacidad no son negro y gris, son una gama tan diversa como quienes la viven. Son verde, rosa, amarillo o azul, son niños, mujeres, personas de la tercera edad, hombres o migrantes. Son profesionistas, agricultores, artistas o deportistas. Son la minoría más amplia del mundo.