Para la mayoría es conocido el estilo peculiar que identifica al ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, pues desde que fuera jefe de Gobierno del Distrito Federal, como en su permanente y larga campaña para arribar a la titularidad del Poder Ejecutivo, la tendencia a la controversia, la intransigencia y polémicas decisiones han sido un sello de la casa.

Esa parte que lo caracteriza sigue vigente, no ha cambiado, quizás en campaña matizó un poco sus arrebatos para mandar señales conciliadoras en aras de construir una imagen de tolerancia y prudencia a efecto de obtener el voto, pero tampoco existe motivo para guardar apariencias, las formalidades y la diplomacia no constituyen factores de su interés; además, estando acostumbrado a navegar en aguas turbulentas, ahora que tiene el poder es obvio que lo ejerce a su manera.

Desde hace meses que impone la agenda y tal como lo sostuvo en su primer informe al tomar posesión, las acciones y los cambios son con rapidez, sin importar confrontaciones, sus determinaciones son para cumplirse, entre los subordinados miembros del gabinete, dirigentes de Morena y legisladores tienen que ajustarse con disciplina a las órdenes superiores.

En poco tiempo hemos visto muchos episodios, a los cuales no estábamos acostumbrados pues regularmente para la ejecución de decisiones previamente tomadas se hacía un ejercicio de cabildeo, se guardaban las formas y se procuraba construir un escenario conveniente. Ahora impera una innecesaria brusquedad que raya en la ilegalidad, la Cámara de Senadores a través de la fracción mayoritaria morenista le otorgó indebidamente licencia al gobernador chiapaneco Manuel Velasco; poco después le retira de un plumazo el espacio en la Comisión de Justicia al senador perredista Juan Zepeda, para procesar a contentillo el nombramiento de la vacante en la Suprema Corte, ¿pues no que muy demócratas?

En la Cámara de Diputados están por el estilo, se aferraron a una Ley de Remuneraciones que ha provocado un conflicto entre poderes, del que mucho se ha escrito y que solamente va a servir para exhibirse, ni siquiera revisaron la iniciativa de reforma educativa y se presentó con la irresponsable omisión de la autonomía universitaria, una verdadera pifia.

En cuanto al paquete económico, en términos generales resulta equilibrado, con necesidad de algunos ajustes, sin embargo, la orden dada a los legisladores de la mayoría es por demás sabido, es que no le muevan ni una coma. Y una cuestión a celebrar resulta el incremento del salario mínimo, propuesta que desde hace años el PAN infructuosamente impulsó para que fuera sometida a un proceso plebiscitario. Así las cosas.