“Lo que más amas es lo que te destruye, lo que te anonada, lo que te deja al descubierto”, dice Pablo Lazo Briones, autor de El hombre de la torre. Estamos frente a una novela que refleja el lado más oscuro y extremo de los seres humanos hacia aquello que resulta “extraño”.

El hombre de la torre es una novela que cuestiona el pensamiento y acción destructiva de los seres humanos en un lúgubre ambiente. ¿Es necesario que salgan a luz este tipo de personajes extremos para darnos cuenta de lo que está mal o es considerado incorrecto en la sociedad? En este libro se revelan las verdaderas pasiones, defectos y límites morales de la gente.

En entrevista con Siempre! el escritor Pablo Lazo Briones, nos da su opinión acerca de su obra y de la psicología de sus personajes inquietantes.

 -¿Cómo describirías esta novela? ¿Es una novela erótica?

A grandes rasgos, mi novela relata una extraña situación: dos hermanos han vivido desde niños una inquietante atracción en Casa, sus miradas se encuentran, las caricias entre ellos incrementan. Pero una presencia los vigila y contiene su deseo, es la mirada de Ella, quien cada tarde les cuenta una críptica historia de tono amenazante y prometedor a la vez: la historia que narra el orgullo de ser de Dentro y la desvergüenza de ser como los de Fuera. Dos ámbitos que separan Casa del resto del mundo. El Hombre de la Torre es una novela que juega con distintos estilos para hacer una narración polimórfica: de la novela negra, toma los ambientes oscuros que mantienen la tensión en la trama; de la novela de misterio, toma los enigmas de aquello que ocurre en pasajes fantasmales y de crímenes que tienen que ver con presencias que persiguen a los personajes y que no pueden identificar; de la novela psicológica, toma los elementos de enfermedades mentales y de terror psicológico que cruzan la trama y que tienen que ver con su desenlace; y de la novela erótica, toma escenas que dotan de una sensualidad prohibida la relación entre los hermanos, que termina por ser incestuosa.

-¿Por qué los personajes de Ella y Él (los padres) no tienen nombre?

Por una parte, estos personajes están pensados como figuras simbólicas de la maternidad y la paternidad en un sentido universal, aplicables a cualquiera, por eso no tienen nombre, un poco en inspiración del psicoanálisis cuando habla de la figura de la Madre y del Padre (como estructuras edípicas del sujeto que lo marcan para siempre). Pero por otra parte, y esto me importó mucho más, no tienen nombre porque son representación de una autoridad sin justificación ni medida, como pura fuerza bruta o poder sin límites sobre los hijos, en un abuso de violencia que se hace más grande a medida que avanza la narración. En este sentido, por ejemplo, Kafka escribió sobre su Padre.

-¿La construcción de los personajes está basada en alguien en especial? ¿Qué matices quisiste explorar?

La construcción de los personajes (incluida la Casa con cierta personalidad autónoma, como una fuerza fantasmal que controla a los que viven en ella) quiso representar a todos aquéllos que por su condición de exclusión terminan por refugiarse o encapsularse en sí mismos de manera radical. Es por esto que en la novela se exploran los matices de las personalidades que se crean un mundo aparte como protección o defensa. Por esto muchos personajes en la historia que cuenta Ella, son los que no tienen casa, los indigentes de la ciudad de México, que en el juego de la trama son aquellos que portan un mensaje “profético”, un mensaje enloquecido de destrucción de las cosas en Casa. Lo paradójico aquí es que los homeless, los sin casa y sin techo, anuncian el final de Casa.

-¿Por qué al final Ella se fue de Casa, donde estaba a “salvo” de todos los demás?

En la narración hay dos historias paralelas: una, la que cuenta la historia de los hermanos en Casa, sometidos a la violencia cotidiana de Ella; otra, la historia de tono apocalíptico, fanático, que Ella les cuenta en el desván todas las tardes. En esta historia apocalíptica dentro de la otra historia, todas las promesas de sentirse  a “salvo” en Casa, en la medida en que se odia a los de Fuera, van acompañadas de una especie de profecía de destrucción de Casa, la destrucción de Dentro. Esto puede interpretarse como una metáfora de  la contradicción que conllevan todas las xenofobias a los que son distintos a nosotros, los de Casa; es la contradicción de todos los encierros en la propia cultura o en la propia familia que terminan por destruirlas, es una tensión entre lo propio y lo extraño, entre lo familiar y lo extranjero, que es destructiva. Por esto Ella abandona Casa al final.

El escritor Pablo Lazo Briones.

-¿Cuál era esta fobia/odio por gente fuera de Casa?

Se trata de una fobia/horror que tiene que ver con un desprecio enfermo por todo lo que es extraño, por todo lo que está fuera de las costumbres y las reglas de los que viven en Casa. Incluso en la  novela se juega con la idea de un “Decálogo” que dicta las diez leyes de desprecio por los demás. Lo que quise representar con esta metáfora es el extremo al que puede llegarse cuando se vive un exceso de autoafirmación y encierro, sea en un ámbito familiar, sea socialmente o religiosamente. En todos estos casos, siempre se cae en un discurso fanático de odio a lo extraño. Aunque en este discurso, tal como se desarrolla en mi novela, hay un trasfondo también de crítica social de todo ese estilo de vida fácil, mediocre, sin grandes aspiraciones, que vive la gente de “Fuera”. La novela en este sentido propone una crítica a un estilo de vida en la sociedad de consumo y de comodidades mediocres, en el que la gente es despreciable por seguir las conductas estereotipadas de todos los demás. Y en este mismo sentido, propone una crítica a los odios exagerados contra los que son diferentes, y esto en una sociedad como la nuestra que odia a los migrantes, a los extranjeros en muchos casos simplemente porque no son como nosotros.

-¿Quién es el hombre de la torre? ¿Existe él en realidad?

El “hombre de la torre” realmente existe, pero sólo al final de la narración se descubrirá que no se trata de una persona que usualmente llamamos “normal”, de alguien que se define dentro de los parámetros sociales como “normal”. Juego con la idea de que este “hombre de la torre” se ha inventado una personalidad propia, aislada del mundo, justo como en el encierro de una “torre”, pero también juego con la idea de que son los demás los que lo han encerrado en esa “torre”. ¿Por qué ha sido así? Porque quizá es una amenaza para los demás.

-¿Por qué no acabar con un final más concreto? ¿El lector es imprescindible para este fin?

El final un tanto ambiguo es parte esencial de la novela, hecho a propósito, precisamente es lo que invita al lector a participar en el cierre de la narración “poniendo” él lo que no está dicho explícitamente. El lector toma la sugerencia o insinuación de que el narrador puede estar incluido en los hechos contados, o bien de que había varias voces contando la historia, incluso de que estas voces estaban en un hospital psiquiátrico o en una cárcel desde un principio, pero yo como autor nunca cierro los hechos dando una conclusión concreta, esto hubiera echado a perder el efecto de “construcción conjunta” de la historia con el lector. Umberto Eco habla de este efecto “inconcluso” de la literatura (y del arte en general) en su gran libro Obra Abierta, que me sirvió de inspiración también.

-¿Qué pretendías que sintiera el lector al terminar este libro? ¿Quisiste imprimirle una especie de terror sicológico?

Quise provocar en el lector un cuestionamiento constante que desemboca en un terror psicológico. Quiero despertar en el lector una imaginación que vaya más allá de aquello a lo que esta acostumbrado cotidianamente, que lo lleve a cuestionarse por qué sigue las reglas que regulan su vida, nuestra vida normalizada y aquietada socialmente. Utilizando situaciones extremas -en ocasiones muy violentas o extrañas, escatológicas o sádicas- quiero conseguir que el lector salga de su espacio de confort, sacudirlo hasta que se estremezca, y llevarlo a reflexionar sobre lo que vale y no vale de su mundo. En este sentido, me inspiro en la obra de Kafka, quien dijo alguna vez que sólo “vale la pena leer libros que sean como un puñetazo en la cara”. Lo mismo me inspiro en Georges Bataille y en Sade, quienes en sus novelas ponen en juego también situaciones absurdas y de extrema violencia sexual para sacudir al lector. Pero también me inspiro en muchas otras narraciones de misterio y horror, en los cuentos cortos de Edgar Allan Poe o en las novelas de Stephen King, para mencionar a un par de clásicos.

-¿Las personalidades de Lázaro y Ángela son un ejemplo del comportamiento extremo de la sociedad, aunque no hubiesen pertenecido como tal a ella debido a su encierro?

Sí, en efecto, aunque los hermanos viven una situación de encierro y separación de la sociedad, en realidad su comportamiento masoquista en ocasiones, sádico en otras, refleja los excesos de violencia e intolerancia de esta sociedad. Aunque desde una perspectiva mi fin de describir o plasmar la violencia extrema es puramente estético y no moral, puede decirse que sus personalidades son como un espejo que refleja fielmente lo que nos está ocurriendo socialmente, incluso yo diría que son como una lente de lupa que agranda estas situaciones para que las podamos ver en su verdadera dimensión. Lo que sucede en Casa, en la Colonia Roma y en el Centro en la novela, ocurre todos los días en otros lugares, pero es algo que nunca se dice, que se mantiene silenciado. Yo quise narrarlo y construí una metáfora de nuestra sociedad violenta, xenófoba, intolerante, que odia al extraño sin reservas.

-¿Cuáles serían las influencias literarias de El hombre de la torre, en el proceso de escritura?

La novela se nutre de la influencia de algunos clásicos de la literatura fantástica: Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Aura, de Carlos Fuentes; La Casa de Bernarda Alba, de García Lorca; pero sobre todo estuvo muy influida por Rayuela, de Cortázar; y por su gran cuento Casa Tomada. De estas lecturas obtuvo tanto los ambientes crudos y fantasmales, como su construcción en dos planos de narración que juegan con las referencias cruzadas de una historia dentro de otra historia. Hablando del trasfondo crítico social, también algunos escritores clásicos como Sartre o Camus tuvieron un juego muy grande, y en cuanto a la estructura de narración psicológica y de misterio, tanto Stephen King como Agatha Christie fueron influencias definitivas. Por último, dos novelas de Gustavo Sainz, que leí hace treinta años, me influyeron mucho, Compadre Lobo y Obsesivos Días Circulares, de las que obtuve la inspiración de la crueldad citadina, de la broma salvaje, del vocabulario soez y de chanza que anima y refresca los diálogos. Y de Reinaldo Arenas, ese gran escritor cubano, me influyó su novela hiperbólica Otra vez el mar, en la que la imaginación grandilocuente y desaforada sirve para escapar de un medio represivo. Esta misma imaginación desaforada es la del narrador de El Hombre de la Torre.