Un retrato tan irónico como entrañable de lo que fue su vida hacia mediados del siglo XX, es Esclavos de la consigna, reciente título del escritor chileno, Jorge Edwards, en donde además muestra de paso un Chile que con la perspectiva de los años le resulta más libre, creativo y comunitario que el de hoy, pero también más inocente, lleno de convicciones ilusas.

“Me sentí más libre. El escritor ha de contar lo que le pasa, Matilde Urrutia tenía razón. Esclavos de la consigna ha tenido algunas discretas censuras en Chile: después de Pinochet allí se ha impuesto la libertad de expresión”, dice en entrevista para el diario El País. El autor de 87 años cuenta haberse sentido, como todos en su país, esclavo de la consigna, además de creer en una utopía socialista.

Relata el también discípulo confeso del escritor-filósofo español Miguel de Unamuno, de quien aprendió el espíritu crítico y a dudar de todo, su estancia en Cuba como diplomático y su trato con las embajadas del bloque soviético desde su puesto de responsable en el departamento de Europa Oriental en la cancillería chilena, que le permitió distinguir entre las apariencias, los gestos exteriores, los discursos protocolares y las realidades.

Con gracia y agilidad notables, Edwards también narra el tiempo en que se formó y consolidó como escritor y como integrante de una escena cultural en la que circulaban, entre otros, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Luis Oyarzún, Stella Díaz Varín, Alejandro Jodorowsky y José Donoso.

“Mis primeras lecturas vienen de aquellos jesuitas: o me daban porquería o me prohibían libros. Yo estaba enamorado de Unamuno, y el padre Hurtado, al que ahora han hecho santo, me lo prohibió. Claro, me lo tragué enterito”, señala el Premio Cervantes y creador de Persona non grata, una obra que también fue fruto de sus experiencias personales como diplomático en Cuba y que trata de forma profunda las relaciones de los escritores e intelectuales con el poder totalitario.

En la charla refiere además su distanciamiento con Julio Cortázar, pues a decir de Edwards, después de la publicación de Persona non grata, el autor de Bestiario y Deshoras, no le importó dejar su amistad de lado: “Él le dijo a un periodista: “Sí, yo soy muy amigo de Jorge Edwards, pero desde que publicó Persona non grata prefiero no verlo”. Años después me encontré con su viuda, Aurora Bernárdez, en París. “Jorge”, me dijo, para mí tú eres el mejor pensador político latinoamericano. ¿Y Julio?, le dije. Es que al final de su vida Julio estuvo sometido a muy malas influencias”.

Jorge Edwards es autor también de narraciones como la novela El peso de la noche (1964), y las recopilaciones de relatos El patio, Gente de la ciudad, La selva gris y Las máscaras, publicadas en la década de 1960. También es creador de las novelas La mujer imaginaria (1986) y El anfitrión(1987).