El nuevo gobierno de la república enfrentará complejos y variados retos globales en un entorno internacional sumamente cambiante. Además de las cuestiones políticas y económicas, la civilización contemporánea se ve profundamente amenazada por la acelerada destrucción de la naturaleza y el ambiente. A la desigualdad social entre las naciones y dentro de ellas mismas se suma la extinción masiva de especies y desde luego el cambio climático. Cabe añadir que México es un país particularmente vulnerable a este fenómeno.

El más reciente reporte del Panel Intergubernamental del Cambio Climático señala que el incremento de 2°C o aún de 1.5° en relación con los niveles preindustriales significan una amenaza existencial para la civilización contemporánea.

En consecuencia para evitar que continúe el colapso gradual a escala global es necesario reducir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) en forma drástica y urgente. Se plantea que es necesario lograr una reducción en el ámbito internacional de 7 por ciento anualmente. Pero, para ubicar esta meta cabe señalar que hasta ahora ningún país ha logrado o querido reducir mas de 1.5 por ciento por año. Esto nos permite observar con claridad la magnitud del esfuerzo que se plantea. Ante esta apremiante situación, la solución es un plan de acción de emergencia en materia climática para transformar nuestros sistemas sociales, económicos y financieros.

El Club de Roma propuso a finales de noviembre un Plan de Acción Climática de Emergencia a escala global. Entre los 10 puntos que contiene este plan, destacan los dedicados a la energía. Se propone la disminución del uso de combustibles fósiles y de los subsidios que recibe para 2020 así como una fuerte disminución en las inversiones en este segmento para prescindir de ellos en 2050. También señala que los precios y los impuestos deben reflejar el verdadero costo del uso de combustibles fósiles. De igual forma, se plantea duplicar la capacidad eólica y solar cada cuatro años y triplicar las inversiones anuales en energía renovable, eficiencia energética y tecnologías bajas en carbón para los principales sectores que emiten GEI.

Entre otras medidas también se propone reemplazar el crecimiento del PIB como el principal indicador del progreso social. En este sentido, se plantea adoptar nuevos indicadores que reflejen el genuino progreso que mida con precisión el desarrollo humano y el bienestar social y no únicamente el aumento de la producción prescindiendo de la medición del costo social y ambiental del crecimiento económico.

En cuanto al desarrollo y la innovación tecnológica, el plan propone crear una fuerza de tarea internacional para explorar la alineación de la digitalización, las tecnologías exponenciales y modelos de negocios con la Agenda 2030 de Naciones Unidas así como la aportación de cada país para la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

De igual forma, entre otras medidas que se recomienda implementar están las políticas públicas para la regeneración de tierras, entre ellas, adoptar las recomendaciones de la FAO para el Programa Climate Smart Agriculture; proteger y mantenetr sanos los bosques para reducir el impacto del cambio climático, entre muchas otras propuestas que comprenden diversos aspectos tecnológicos, industriales, sociales y económicos.

Es también importante garantizar la dimensión humana. Asegurar el control del crecimiento demográfico dando prioridad a proporcionar educación y servicios de salud a las mujeres para promover tanto sus derechos como su salud reproductiva, incluyendo los programas de planificación familiar.

Desde luego, hay muchos otros temas que se requiere atender para que la humanidad pueda vivir en armonía con el planeta y con ella misma. Sin embargo, solo si el cambio climático es atendido como una emergencia, las posibilidades de un pleno desarrollo de la humanidad podrán lograrse.

Actualmente, la humanidad enfrenta colapsos sistémicos en muchos frentes incluyendo el cuestionamiento filosófico en las sociedades modernas en relación con la democracia, el respeto a los derechos humanos, el Estado de derecho, la ciencia y el liderazgo responsable.

Décadas de crecimiento exponencial de la población y del consumo están afectando los límites de la biosfera de la tierra. El sistema climático se está desestabilizando, la mitad de los tierras fértiles se han degradado en los últimos 150 años, cerca de 90 por ciento de los stocks pesqueros están sobreexplotados o completamente agotados y cerca de la mitad de los bosques tropicales han sido arrasados.

La situación se ha exacerbado porque los liderazgos globales han declinado su responsabilidad para proporcionar seguridad para la población mundial y el planeta en la medida en la que los riesgos irreversibles del cambio climático escalan.

La incapacidad de nuestros sistemas económicos y financieros de asegurar niveles decentes de vida en el mundo ha creado situaciones de ruptura.

Nuestro modelo económico neoclásico fue diseñado para un mundo vacío en una época en la que la población global ascendía a 2 mil millones de personas y en la que los recursos naturales parecían infinitos. En contraste ahora vivimos en un mundo de casi 8 mil millones de personas. El crecimiento económico convencional ya no es sustentable. Es urgente diseñar la necesidad de un nuevo pensamiento económico y la adopción de nuevos indicadores de progreso y bienestar.

Los costos de los desastres son cada vez más altos. El sistema climático global es un complejo sistema no lineal caracterizado por la inercia, lo cual significa que los cambios climáticos continuaran aun si las emisiones se detuvieran abruptamente. El reto no es nuevo, ha sido documentado ampliamente pero ha sido ignorado por los líderes políticos y económicos. Esta inacción representa un riesgo existencial para la humanidad.

El reconocimiento de esta situación crea las bases para un renacimiento social de proporciones sin precedentes. Pero la realización de esta visión requiere de acciones de implementación urgentes.