La dibujan en las paredes, la recrean en esculturas de jabón con implementos como alas de palomas que cazan en los patios, levantan altares en las celdas, se la tatúan de formas rudimentarias: los reclusos mexicanos han hallado en la Santa Muerte una vía de escape a la opresión del encierro, al control y la corrupción de un sistema carcelario que busca anularlos como personas y, de paso, a un sistema social que los margina de mil formas. El culto a esta figura, tan extendido como temido, representa para ellos una opción que no encuentran en otras religiones.

Representación de la muerte, compañera ante el peligro, intermediaria ante Dios o la Virgen, la Santa Muerte adquiere connotaciones tan interesantes como ambivalentes en el contexto de las cárceles mexicanas. En busca de comprender estas interacciones, el investigador Jorge Adrián Yllescas se adentró en el Centro Varonil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, para otorgarnos un retrato de la devoción de los internos.

El resultado de la pesquisa, que comenzó en el año 2009 en las calles de Tepito y de Tultitlán, ahora está disponible para su consulta gratuita a través de la UNAM. Se trata de uno de los documentos más importantes de cuantos se han escrito en torno a la fe de los fieles a la Santa Muerte. Su nombre es Ver, oír y callar. Creer en la Santa Muerte durante el encierro, y en Siempre!, platicamos con su autor sobre las implicaciones y los descubrimientos que su trabajo revela: la criminalidad, marginación, violencia y pobreza de los fieles que adoran esa figura desde las cárceles.

-¿Cómo comenzó tu investigación sobre la Santa Muerte?

Siempre me interesó el tema de la violencia. Una vez me acerqué aquí al centro de la Ciudad de México y empecé a ver que existía una calavera y luego una calavera hecha virgen. Me atrajo que era algo distinto, algo que estaba en las calles. Pero no quería  quedarme con lo poco que se sabía sobre esta figura religiosa. Fue por eso que decidí indagar, porque quería conocer más sobre qué era realmente ese culto popular, qué era esa figura, qué representaba, a quiénes le estaba respondiendo y es por eso decidí emprender la pesquisa desde 2009.

-¿Cómo llegaste a la población de reclusos?

Sucedió mientras realizaba trabajo de campo en el altar más conocido de la ciudad, en Tepito, en la calle de Alfarería. Allí, desde el 2001, le hacen una oración a la Santa Muerte cada primero de mes. Yo iba a cada oración y me di cuenta de que entre los muchos devotos había gente que estuvo en prisión; también había amas de casa, comerciantes, niños, pero yo me quise enfocar en la gente que estuvo en prisión porque mucho de lo que se dice del culto es que es de criminales. Entonces, pregunté: ¿Cuál es el sentido que tiene esta figura para esa población? Así que decidí entrar a una prisión, al centro varonil de Reinserción social de Santa Martha. Afuera seguía trabajando en los espacios de devoción, en Tepito, en Tultitlán. Ahí platiqué con chavos que tenían tatuajes que parecían no hechos en un estudio, sino en una prisión, por la técnica, por el tipo de figuras. En ese momento, mi estrategia fue decirles: a ver, háblame de tu tatuaje, cuéntame su historia. Entonces, al contarme la historia de su tatuaje me llevaban a la prisión. Por eso mi muestra fue tanto de exinternos como internos.

-¿Se trata un culto para personas en estado de marginalidad, o es un mito?

No es que sea un mito. Es algo muy evidente, pero una marginalidad que no tiene que ver con lo económico, sino es una que tiene como previo la vulnerabilidad social que se ha desprendido en estos últimos años: el auge de violencia, la crisis económica, la crisis de los valores, etcétera. Y también, por otra parte, está pasando que hay una reconfiguración de la forma de creer de las personas. Ahora la religión es una opción más, ya no es una obligación ni es una herencia nomás, entonces la Santa Muerte, San Judas, la santería, el cristianismo, el catolicismo, son una opción ahora. Mucha gente, por ejemplo, los chicos trans, o la comunidad LGBT, que está cerca de este culto, se acerca porque ahí se sienten aceptados por lo que son y no tienen que cambiar. Este tipo de marginalidad es más amplio que sólo lo económico y es por eso que el culto empezó a tener auge. Y también porque se trata de un culto heterodoxo. No se hace de la misma forma en todos lados, sino que cambia.

-¿Qué hay en los espacios carcelarios que hace que los reclusos se acerquen a la Santa Muerte?

Como se puede ver en el libro muchos de los internos, aunque sean primodelincuentes, ya tenían una carrera delictiva previa, entonces en la calle aprendieron el culto a la Santa Muerte, incluso muchos ya la tenían como una auxiliadora en su trabajo, que era delinquir. Cuando ellos entran a la cárcel, enseñan el culto. Hay otros que los aprenden adentro y les sirve como protección, incluso algunos le piden que si los matan, que sea rápido. Ellos se acercan a la Santa porque adentro, como es una institución total -como dice Goffman-, es mucho control lo que tienen; incluido el propio cuerpo. Las expresiones religiosas sirven como una forma de escape, y este es un ejemplo muy claro: la Santa Muerte sirve como una forma de resiliencia al poder punitivo impuesto sobre ellos. Es una manera de expresarse y de mantener cierta identidad, autonomía dentro de un contexto que es muy impositivo y por eso es atractiva.

-¿Cuál es el efecto de este culto en los reclusos? ¿La Santa Muerte fomenta la reinserción, la dificulta o simplemente es ajena a ella?

Es bien interesante esto que comentas, porque cuando llegó a la prisión ellos me dicen: “no, aquí no hay culto a la Santa Muerte”. El discurso que ellos querían manejar, institucional, era que estaba todo bien, todo limpio, los chicos estaban mejorando, que las personas mejoran para una reinserción y entonces dije, “¿Cómo que no hay culto?”. Cuando hicimos los recorridos empezamos a ver que sí hay, está en los espacios de los internos, es decir en las celdas, pasillos, espacios privados. El culto a la Santa Muerte, al Diablo, y a todos los santos que ellos conocen. En los espacios públicos no puede haber esas expresiones, porque dan una mala imagen, pueden significar que no han avanzado estos chicos, porque asocian el culto con un estatus de criminalidad. Y, sin embargo, sí había una capilla católica y una cristiana, y la justificación era que son asociaciones religiosas reconocidas por el Estado. Al final es meterles más control, pero por medio de lo espiritual. Caen en la misma dinámica, en el mismo discurso de querer mejorar al interno, pero en los hechos pasa otra cosa, porque muchos de ellos saben que el hecho de que estén ahí les genera una buena imagen, o se acercan por los beneficios que obtienen. Beneficios materiales inmediatos.  Porque muchos de esas capillas les dan cosas: pan, kits de limpieza, y muchos internos van por eso, no por que son creyentes. Obtienen algo, no precisamente la fe. Los cultos como el de la Santa Muerte no se integran a esa lógica, sino todo lo contrario: aquí es ser ellos, lo que realmente sienten, lo que realmente expresan; no hay lineamientos, ni biblias, ni este tipo de ideas de querer mejorar la persona, sino más bien “sé lo que tú seas, porque de todos modos la Santa te va a aceptar”. No es como quererles cambiar a: “Tienes que portarte bien”.

-Citas en tu libro un fenómeno llamado “la deriva”, que tiene como resultado que muchos jóvenes terminen siendo delincuentes y luego reclusos. ¿Cómo cambiamos eso?

Es un problema que se ha venido generando desde hace un buen tiempo al implementar políticas de criminalizar la pobreza. De entrada son jóvenes de 18 a máximo 33 años. No terminaron muchos ni la primaria. El que más alto grado tenía fue la prepa, y pues afuera lo que se dedicaban era a ser comerciantes, o a robar, porque en el barrio era lo que conocían, lo que sabían hacer. Muchos de ellos porque crecieron en un ambiente criminógeno. O sea su familia ya estuvieron en prisión. “La deriva” es un concepto retomado de la sociología en el que se habla de cómo hay un paso entre ser o no delincuente. Yo les preguntaba, por ejemplo: “¿Qué vas a hacer cuando salgas de la prisión? Y me decían “no tengo idea”. Pues voy a regresar al mismo lugar, al mismo barrio. Entonces este discurso de reinserción sólo se queda en eso. Los chicos regresan al mismo lugar donde crecieron. Uno de ellos me decía, “pues yo me voy a dedicar a lo mismo pero ya no lo voy a hacer tanto”, pero porque no tiene una idea de qué hacer, porque las condiciones sociales están dados de esa forma. Un exinterno no consigue empleo fácilmente. Entonces, se tienen que dedicar a ser vagoneros, a limpiar parabrisas, porque las empresas no contratan expresidiarios, aunque haya sido por algo injustificado, si estuviste preso, se te queda el estigma.

-¿Lo que buscan los internos en la Santa es tener protección?

Protección, salida, obtener una salida ante esa incertidumbre que les genera el sistema carcelario. Ellos están socializados en un tipo de cultura donde estos símbolos suelen ser una ayuda. Quizás para otras personas, con otra clase social, o socializados en otros contextos no buscarían una ayuda en un santo, pero sí en un AA, en otro tipo de instituciones que son como cárceles pero más light.

-Nosotros, quienes somos ajenos, ¿debemos tener miedo a estos cultos?

Yo digo que no. Una de las intenciones del libro también es mostrar que ellos son personas. Digo, es ambiguo, porque la Santa Muerte puede ser buena o mala. Sirve para cosas buenas como para cosas malas. También depende el contexto. Si veo a alguien en el centro que viene con tatuajes, pues no me voy a alejar. Pero luego las personas que no precisamente son así son las que te andan asaltando. Por ejemplo, en el transporte del Estado de México se suben personas que no traen un distintivo y te asaltan. Creo que el miedo a ellos es un estigma que ha venido desde la industria cultural. De mostrar en las series, en todo este tipo de películas, incluso desde otras religiones que estigmatizan este tipo de creencias, en donde se plantea que el hecho de tener un símbolo como la Santa Muerte es un símbolo de maldad, cuando lo que les representa a muchos de sus devotos no es maldad sino todo lo contrario: bondad, ayuda, salud, la mediación ante el poder de Dios.

Ver, oír y callar. Creer en la Santa Muerte durante el encierro, se puede conseguir gratis en la pagina de Colección Posgrado de la UNAM.