El pasado 9 de noviembre, panistas encabezadas por su expresidente nacional, Marcelo Torres Cofiño, entregaron en la casa de transición donde despachaba el hoy presidente de la república, una carta exigiendo no invitar a su toma de posesión al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pues de lo contrario su partido convocaría a “marchas para manifestar su rechazo”.

Las movilizaciones tumultuarias fueros amenazas banales al no hallar eco en la sociedad y menos en las redes sociales donde todo quedó en una prueba más de la intolerancia que está mostrando una derecha retrógrada, tras haber recibido un duro revés electoral el pasado primero de julio y que ha buscado crear un clima de incertidumbre como medio de presión para conservar sus excesivas ganancias y privilegios.

A través de sus acostumbradas estrategias mediáticas, el poder fáctico de la clase empresarial echó mano de todos sus recursos para crear un escenario de crisis económica a un gobierno que ni siquiera había entrado en funciones, y tomó como pretexto el anuncio de propuestas legislativas, entre ellas, la intención de bajar las comisiones bancarias, para hablar de un cisma en la Bolsa Mexicana de Valores y en las inversiones, aderezada con escenarios catastróficos de devaluaciones y salida de capitales.

Otro de los motivos para amedrentar con la debacle nacional fue el anunció de una iniciativa presentada por el Partido del Trabajo, para devolver al Estado el manejo de los ahorros de los trabajadores, ahora en manos de los voraces banqueros que se han enriquecido con el manejo discrecional de las afores.

Como ya es costumbre en los medios masivos, solo una cara de la moneda fue presentada por los “líderes de opinión” y expertos en materia financiera; es decir, la que le conviene a una derecha que ha empobrecido, con la complicidad del poder político, a millones de mexicanos, cancelándoles la oportunidad de acceder a una pensión digna en su vejez, precisamente por el robo a sus ahorros avalado por el modelo de cuentas de ahorro individuales.

Esa derecha que al menor riesgo de ver reducidas sus ganancias se lanza contra un nuevo modelo de gobierno es la misma que calla de forma deliberada ante las circunstancias adversas en que gobiernos como el de Mauricio Macri han colocado al pueblo argentino por retornar a los brazos del neoliberalismo y los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Gracias a este gobierno de ultraderecha, Argentina vive una de las peores crisis económicas de su historia; su moneda se ha devaluado un 50 por ciento frente al dólar y este año la inflación cerrará en un 40 por ciento, ocasionando que miles de familias pobres no puedan acceder a los productos de primera necesidad.

Este recalcitrante sector, que ha buscado poner un campo minado a la nueva administración, se empecina en cuestionar el gobierno de Maduro de represor, pero nada dice sobre las posturas del derechista Jair Bolsonaro, recién electo presidente de Brasil, que busca implantar la pena de muerte para castigar el hambre y la miseria de su país y atentar contra los derechos de los pueblos indígenas a los que no dará “ni un milímetro más de tierra”. Es la derecha a la que Evo Morales, en Bolivia, le demostró lo que se puede alcanzar en bien del pueblo cuando se desecha el neoliberalismo. La misma que en México pretende que todo siga igual.