Una recopilación de artículos en los que brilla su mirada inteligente, crítica e irónica de la realidad, es el nuevo libro que presenta Manuel Vicent. Se trata de Lecturas con daiquiri, una obra que no solo es integrada por sus artículos escritos en el diario El País a lo largo de los últimos años, sino además es un es un conjunto de textos de cuya lectura se extrae un núcleo de sensaciones, de historias y de visiones personales de la existencia que puede entenderse como una forma de ser, de pensar, de creer y de vivir.

“El Gijón también es una forma de envejecer. Vuelvo porque está bien regresar a un paisaje de la juventud. Y he venido a almorzar por Navidad con los amigos con los que vamos al cine los sábados…”, dice el galardonado por el Premio Alfaguara de Novela 1999, referente a su ausencia por 15 años en la ciudad de Gijón, pues recuerda sus largas confidencias en alguna de las mesas del Café Gijón.

En entrevista para el mismo diario en el que colabora, Vicent agregó que, de alguna manera, sigue atrapado por la política, pues señala que su escritura dominical que estuvo relacionada con la naturaleza, ahora se ha nublado en el horizonte: “El daño que producen las catástrofes de la naturaleza es irrisorio frente al que pueden producir las borrascas que se desarrollan en el cerebro de algunos políticos”.

Señaló que actualmente el internet es casi una forma de pensar: “Ahora pensamos dependiendo de lo que promueven y nos proporcionan las máquinas. La red se ha convertido en una forma pensar”. Ante esto, dice el autor de obras como Pascua y Naranja, pareciera que nos estamos enfrentando al final de la escritura en papel, aunque optimista, afirma que el impreso todavía cuenta con autoridad y el prestigio del documento inamovible.

“El error que puedas cometer estará ahí mientras el papel no se pudra. En cambio, el digital es una corriente líquida que obliga a que el pensamiento sea también líquido, corregible, alterable, modificable. Por mi parte, pienso todavía en papel. Mis palabras imaginables son todavía de tinta y huelen a linotipia. Mi verdad es todavía de papel”.

En cuanto a su libro Lecturas con daiquiri, editado por Alfaguara, expresó que son páginas escritas para ser leídas con una copa en la mano, a ser posible con un daiquiri con un grado exacto de hielo, ron, azúcar y zumo de limón, para rememorar los días felices del pasado, los veranos convulsos y todos los sueños derrotados con que se teje la urdimbre de la existencia.

El escritor de 82 años, nacido en Villavieja, es licenciado en Derecho y Filosofía por la Universidad de Valencia. En Madrid cursa estudios de Periodismo en la Escuela Oficial y comienza a colaborar en revistas como Hermano lobo y Triunfo.

Sus primeros artículos de índole política se publican en el desaparecido diario Madrid. Más tarde comienza a escribir en El País, diario en el que trabaja actualmente. Su labor periodística se ha visto recompensada con el Premio González Ruano (1979), por el artículo No pongas tus sucias manos sobre Mozart, o el Premio Francisco Cerecedo (1994), creado por la Asociación de Periodistas Europeos.

Como escritor, es autor de más de una decena de obras que le han hecho merecedor de varios galardones. Entre ellos destacan el premio Nadal 1987, por La Balada de Caín. También ha publicado El resuello (1966), Inventario de Otoño (1982), La muerte bebe en vaso largo (1992), Contra Paraíso (1993), Del Café Gijón a Ítaca (1994) o Tranvía a la Malvarrosa (1994), esta última llevada al cine.

En la actualidad Vicent compagina su labor como escritor y periodista con la de galerista de arte.