En estas fechas en que se celebra —en nuestra tradición cristiana— el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, y del fin de año, es común desear y esperar los mejores parabienes y, más que regalos o bienes materiales, lo que se espera es salud, bienestar, felicidad, amistad, es decir, bienes del alma. Se convierten estos días en especiales, aun cuando sea por solo unos días, quienes nos rodean y nosotros mismos regresamos al ánimo primigenio del amor al prójimo y hacemos, a un lado el materialismo que nos ahoga.

En esa tesitura nos preocupa y mucho lo que nos depara como país, como colectividad. ¿Qué podemos esperar? Sería ilusorio que todo fuera “miel sobre hojuelas”, la realidad y la vida misma no son así, está teñida de luces y sombras. Y si observamos con serenidad el mundo globalizado y los fenómenos económicos que habrán de impactarnos, el cielo comienza a cargarse de nubes y no estamos presagiando nubarrones o nubes negras. Lejos está de nuestra intención asumir un papel de agoreros del desastre o profetas del catastrofismo, pero es un hecho innegable que el ciclo económico de la economía global está por terminar e inicia otro de desaceleramiento.

El contexto internacional se modifica aceleradamente y los equilibrios y alianzas se están dinamitando por la irracional política del actual inquilino de la Casa Blanca, quien destruye por su ignorancia un mundo que le costó a Estados Unidos sangre, sudor y lágrimas. Es cierto que nada es para siempre y menos en política, pero destruir sin construir u ofrecer otra alternativa carece de sustentación lógica. La guerra comercial y el reparto de los vacíos de poder generados por la política “trumpeana” los están llenando chinos y rusos, quienes tímidamente hasta ahora, pero avanzan en Latinoamérica. Por lo pronto, pondrán en jaque el patrón dólar como medida para el comercio mundial.

El precio del barril de petróleo, las tasas de interés del papel, el oceánico déficit presupuestal de Estados Unidos, el uso de energías limpias, el desarrollo vertiginoso de la tecnología cibernética, son variables que de no tomar en cuenta en las prospectivas nos pasarán facturas.

Internamente este 2019, sin obviar el encono entre los radicales y fanáticos, nos encontrará profundamente divididos, lo cual ningún bien le hace a nuestra sociedad, y más si se profundiza por quienes hoy temporalmente ejercen el poder. Y esa premisa básica debiera de avisarles, el poder no es hasta la eternidad.

La terca realidad se impone y muchas de las promesas de campaña no podrán cumplirse voluntaristamente sin que ello implique un costo fiscal o gasto presupuestal. Las inconsistencias, errores y modificaciones en el presupuesto del ejercicio del gasto le han costado al nuevo gobierno enfrentamientos con sectores sociales importantes e influyentes que lo han llevado a recular.

Desde este espacio, envío mis mejores parabienes a todos los lectores de Siempre!, con los deseos de que el próximo año sea venturoso, lleno de salud y prosperidad.