No importa lo bello de la estrategia, de cuando

en cuando uno debe revisar los resultados.

Winston Churchill

Entre una justificada euforia de sus partidarios y muchos que no lo fueron, ya es presidente de México Andrés Manuel López Obrador, quien, hay que decirlo, parece que todavía trae la inercia de campaña poselectoral y no asume aún la dimensión de la responsabilidad de la presidencia.

Nadie duda de que, como ha dicho, tenga los hilos del poder, pero falta que traduzca a la realidad sus propios dichos, como aquel de que ya no es su propio dueño. Si lo cree, debiera atender las recomendaciones de los que le pide tener más protección.

En las conferencias mañaneras en Palacio, aunque ha hecho anuncios, hasta ahora uno cree que debiera convencerse de que no es fácil fijar la agenda del día, sobre todo por la magnitud del gobierno que encabeza.

Es explicable que tantos años de brega opositora condicionan de alguna manera la narrativa, pero quizá debiera moderar la dureza de algunos discursos, sobre todo reconocer que la descalificación de un adversario tiene otro peso cuando la hace el presidente, a cuando la hace un candidato.

Se entiende que la poderosa voluntad que le mantuvo en campaña durante más de 20 años y que le permitió vencer a todos sus adversarios para llegar a la Presidencia, mantenga la inercia de lucha.

Muchos dicen que llegó la izquierda al poder. No estoy tan seguro.

Creemos que llegó López Obrador al poder, con un cortejo de veteranos y bisoños que, por más que quieran, no podrán evitar que intente llevar a cabo su proyecto de nación.

Sería ingenuo esperar que no intente llevar la nación al modelo político y económico que se ha trazado, uno que corresponde al México de la Presidencia omnipotente, como se ha dicho en estos espacios, pero también al establecimiento del Estado de bienestar que en México se vino construyendo hasta los años setenta.

Eso supondrá el desmantelamiento de mucho de lo que institucionalmente tenemos hoy. Su ventaja es que no tiene contrapesos, aunque los mediocres liderazgos panistas pretendan serlo. Los únicos contrapesos están en el Poder Judicial. Pronto sabremos de qué están hechos.

Para cumplir con sus objetivos, el presidente López Obrador necesita contar con un gabinete de calidad, pues sus intenciones de permanente campaña dejarían en manos de sus colaboradores el day to day, lo cual debe aceptar, significaría perder el control de los diarios acontecimientos.

Vaya dilema, para quien quiere cumplir con el imaginario popular de la omnisciencia del presidente de la república.

jfonseca@cafepolitico.com