Sobre Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, en su oportunidad sexenal respectiva, hice análisis de sus actos picarescos. Pero a moros muertos suelo no tirar lanzadas.

La atmósfera política, económica y social, generada por los presidentes citados, durante sus referidos sexenios (sumadas sus raíces) empolló la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República.

Su triunfo electoral fue una sacudida, y uno de sus cambios (supuestamente trascendentes) rectificó los colores de la banda presidencial.

Todos los presidentes han sido “los jefes de la banda”, según la ironía popular que trasuda como título el libro de José Elías Romero Apis; y López Obrador, con ese carácter, es ahora el jefe de la banda, en el mejor sentido.

Así lució el presidente López Obrador durante el informe rendido por Luis María Aguilar Morales como presidente de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la sede de ese Poder. He escrito “Poder”, porque nuestra federación se integra con tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; y ninguno de ellos es “autónomo” ni puede serlo, pues ese calificativo no les va jurídicamente a ellos.

Esos poderes son los que ejercen directamente la soberanía nacional, respecto a las atribuciones que la carta magna les impone a cada uno. Del Judicial, del Legislativo y del Ejecutivo pueden salir organismos autónomos, por desconcentración, descentralización o participación, pero ellos no son autónomos, son “poderes”.

Pero regresando al presidente, en su visita al Poder Judicial, ahí Andrés Manuel mostró sus colmillos a través de sus huestes furiosas por fuera de ese edificio, las que con gritos y pancartas fulleras asistieron (de encargo) para agredir a los ministros, magistrados y jueces federales; y con eso darle lugar al presidente a decir después, amorosamente, que reprueba esas conductas violentas, y que respeta el Poder Judicial.

Ofreciendo su picaresca con las dos caras contradictorias de presidente concentrador: la malandrina y la mesurada, en busca de hacerse dueño, también, del Poder Judicial, so pretexto de los sueldos de los ministros, magistrados y jueces federales; ingresos sobre los cuales López Obrador ya se ha equivocado dos veces en sus montos, mostrando ligereza y falaz improvisación; defecto azaroso en un presidente, quien debe ser el mejor informado.

“Error de dedo”, justificó, cuando en su iniciativa sobre la educación suprimió toda la fracción VII del artículo 3o constitucional, demoliendo la autonomía universitaria.

Andrés Manuel desató la esperanza popular; pero ahora en su propuesta de Presupuesto de Egresos de la Federación 2019 redirecciona el gasto público al desarrollo social, con claros efectos electorales: regala dinero público y obtén votos. El simple dar desarrolla pordioseros, pero no expande la producción ni hace justa la distribución de la riqueza.

Te deseo, estimado lector, una espléndida Nochebuena y una Navidad feliz.