Por Jorge Armendáriz*

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]a extinción de la Unión Soviética tal como existió durante siete décadas plantea actualmente una amenaza mucho mayor a la paz que la derivada de decenios de guerra fría. Tras la decisión anunciada el pasado 8 de diciembre por los líderes de las repúblicas de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, de declarar “inexistente a la URSS y a sus estructuras gubernamentales y crear la Comunidad de Estados Independientes (CEI), se han acrecentado los riesgos de un conflicto grave, con posible empleo de armas nucleares, o de que la cúpula militar soviética intervenga para conjurar el caos.

Rota la tregua política que habían establecido después del fallido golpe de Estado de agosto último, Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin se disputan ahora el apoyo de las fuerzas armadas soviéticas, en una batalla política que podría ser decisiva para el futuro personal de ambos, ya que todavía se desconoce cuál será la posición de las instituciones castrenses.

Rusia, Ucrania y Bielorrusia son centro de la industria militar y aportan el mayor contingente de los cinco millones de efectivos del Ejército Rojo. Por añadidura, las tres repúblicas eslavas representan el 70 por ciento de la población de la Unión Soviética y la mayor parte de su fuerza económica.

Según Robert Gates, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, la coyuntura actual de la Unión Soviética es “peligrosamente inestable”, la moral y el estado de preparación del Ejército Rojo continúan deteriorándose y casa día es más incierto el control del arsenal nuclear soviético. Gates incluso predice que las condiciones económicas difíciles, incluyendo sustanciales penurias de alimentos y combustible en ciertas regiones, la desintegración de las Fuerzas Armadas y la continuación del conflicto étnico se combinarán este invierno para provocar en la ex URSS los desórdenes civiles más significativos desde que los bolcheviques consolidaron su poder tras la Revolución de 1917.

Del control de los misiles balísticos al temor de una guerra civil con armas nucleares tácticas, pasando por la eventualidad de un golpe de Estado, Washington no oculta su inquietud respecto al porvenir del aparato militar soviético. Según informaciones procedentes de Moscú, cualquier división de las fuerzas armadas soviéticas está fuera de toda consideración. Pero los estadounidenses están cada vez menos convencidos de ello, aun aquellos que siguen pensando que las fuerzas estratégicas soviéticas están actualmente bajo control.

Aun si las armas balísticas quedan bajo control y aun si las armas tácticas no son utilizadas en una guerra civil, existe el riesgo de ver algunos de esos armamentos transferidos –por razones financieras u otras. A otros países, sobre todo dadas las actuales condiciones económicas de la ex superpotencia euroasiática.

La euforia que se produjo en Occidente tras la caída del Muro de Berlín hace dos años y el colapso del socialismo en Europa del Este finalmente se ha esfumado, siendo reemplazada por un sentimiento de aprehensión y temor. Una guerra civil en la Unión Soviética , entre repúblicas rivales, grupos étnicos o desatada por descontento dentro de las fuerzas armadas, sería más peligrosa para el mundo exterior que el conflicto de Yugoslavia.

El propio Gorbachov ha advertido que el desmembramiento de la Unión Soviética dejaría a Yugoslavia a la altura de una broma y podría costar muy caro a toda Europa, aun  cuando él tiene un claro interés en que la URSS, y con ella su cargo, sean preservados de alguna manera.

Cualquier conflicto en la Unión Soviética probablemente desplazaría a miles de refugiados hacia el continente Europeo, que no está de ningún modo preparado para recibirlos.

La mayoría de los analistas reconoce su incapacidad para predecir cuál será el rumbo de los futuros acontecimientos, pero tiene la mirada puesta en la cúpula militar soviética, que se perfila como el fiel de la balanza para decidir si se concreta la Comunidad de Estados Independientes (CEI) apoyada por Yeltsin o si se firma el Tratado de la Unión de Estados Soberanos que respalda Gorbachov.

No se descarta la posibilidad de un pronunciamiento castrense en defensa del orden interno y la seguridad externa de la URSS, aunque manteniendo el proceso de reformas económicas. Ya desde ahora ha trascendido que en los altos mandos militares soviéticos no hay unanimidad para respaldar a Gorbachov o a Yeltsin.

Otro aspecto que podría agravar la situación en la probable respuesta de las repúblicas del Asia Media de crear una Comunidad de Estados Independientes Islámicos, que representaría un poder económico y una realidad geopolítica en el flanco de Rusia. No menos importante, desde el punto de vista militar, es el hecho de que Kazajstán, otra potencia nuclear e importante dentro de la industria cósmica, y las demás repúblicas asiáticas podrían negarse a contribuir con el presupuesto militar soviético.

Ya está claro que el problema principal es quién financiará al aparato militar en las condiciones de desintegración de la ex URSS, de separatismo de las repúblicas y de crisis económica total. 

*Texto publicado el 25 de diciembre de 1991 en la revista Siempre! Número 2009.