Por Ángela Pérez

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l profesor de Ciencias Políticas Alexander A. Gideon y su exmujer Ilana tuvieron un divorcio extremadamente tormentoso, plagado de reproches y acusaciones mutuas. Han transcurrido siete años en los que no han tenido el menor contacto, y las heridas, muy profundas en los dos, no han cicatrizado. No obstante, parece que han rehecho sus vidas. Alexander refugiándose en sus clases en una Universidad norteamericana y en sus estudios, académicos, el ultimo, de gran éxito, sobre el fenómeno del fanatismo. Ilana ha permanecido en Israel y ha vuelto a casarse, y su nuevo esposo es Michel-Henri Sommo, un modesto maestro de ideas ultraortodoxas, con quien ha tenido una hija.

Sorpresivamente, Ilana escribe una carta a su exmarido que comienza así: “Querido Alec: Que no hayas destruido esta carta al reconocer mi letra en el sobre prueba que la curiosidad es más poderosa que el odio. O que tu odio necesita carne fresca”. La razón de dirigirse a él no es el deseo de ninguna reconciliación, sino hablarle del hijo en común, Boaz, al que su padre prácticamente ignora más que nada para herir a su exmujer. Boaz es ahora un conflictivo y violento adolescente que ha sido expulsado del colegio por agresión a una profesora. Ilana le confiesa a Alexander que está desesperada y le pide ayuda. Por un lado, apoyo económico, pues su exmarido disfruta de una excelente posición, mientras que ella y su actual esposo apenas si tienen para sobrevivir. Por otro, que mueva sus influencias para que le admitan en otro centro.

Si la carta de Ilana, en la que no ahorra súplicas, es sorprendente, no lo es menos la respuesta de Alec. Aunque de manera indirecta, a través de su abogado y asesor financiero, acepta ayudar dándoles una más que suculenta cantidad de dinero, a pesar de que su abogado le dice que ha enloquecido.

La caja negra es una excelente novela epistolar, en la que toman la palabra varios personajes, con lo que vemos diferentes perspectivas, y maneras de expresarse, y comprobamos que quizá todo no es como a primera vista pudiera parecer. La caja negra de los aviones, en la que queda constancia de los accidentes aéreos, es aquí una llena de misivas donde se descubren cómo todos se hacen daño unos a otros y a la vez a sí mismos. Y como trasfondo un país complejo y dividido.

A raíz de la reciente muerte de Amos Oz, Mario Vargas Llosa escribió un espléndido artículo en donde recordaba lo que el escritor israelita había dicho irónicamente sobre los kibutz –y Oz vivió en ellos- y su pretensión de “crear gentes buenas y sanas, sin sospechar siquiera que los seres humanos no somos ni buenos ni sanos”. Pese a ello, y aun en la amargura de La caja negra, ¿hay resquicio para la esperanza?