Los últimos diez días en buena parte del territorio nacional y una importante franja poblacional hemos sufrido el problema del desabasto de gasolina, incluyendo un alza en su precio que se ha diluido en la desesperación por obtener aunque sea un bidón de gasolina, en una reacción irracional como suelen ser los movimientos sociales incontrolados, y las masas actúan de esa forma y realizan conductas impensadas.

En el trascurrir de las horas, los días y ya semanas, ha comenzado a normalizarse el abasto de gasolina en los expendios, a disminuir el tiempo de espera, a reducirse el largo de las filas de los automotores formados para cargar el ahora preciado líquido; con ello la ira contenida, la cólera de  los sectores de clase media que resultaron más afectados ha comenzado a bajar, aunque las mediciones de opinión indican que, lejos de disminuir, el apoyo social al presidente Andrés Manuel López Obrador ha crecido, lo que confunde y trastorna a muchos analistas y opinólogos.

La crisis de abasto de gasolina de inicio de este sexenio parece estar en ruta de solucionarse, quizás a un alto precio, porque la transportación por pipas es significativamente mucho más cara que por ducto. Aunque, como es sabido, en política lo que se compra con dinero es barato. Ya se verán las cifras finales y sus impactos en las finanzas públicas.

Este inicio de año y de sexenio estará marcado por este “gasolinazo” que, de un alza en el precio, terminó en un problema de desabasto y puso a prueba al nuevo régimen.

Al suceso se ha pretendido compararlo con el “quinazo” del 89 del presidente Salinas y los acólitos del régimen con la expropiación petrolera del 38 del general Cadenas, esto último un verdadero despropósito y nada que ver con la defenestración desde el poder de un cacique sindical, verdadero señor de horca y cuchillo, a quien hoy, vueltas que da la vida, le encuentran todas las virtudes y olvidan sus defectos.

 Lo que es un hecho es que una vez normalizada la situación, la población recupera sus hábitos de conducta y sigue la vida como solía hacerlo. El episodio será tema de sobremesa en el corto plazo y llenará los anecdotarios de los mexicanos.

Otra vez, por lo menos en Ciudad de México, las calles vuelven a atestarse de tráfico de vehículos, los estacionamientos de los centros comerciales lucen pletóricos, los restaurantes están llenos y las calles han recobrado su bullicio usual con los pregones de los vendedores ambulantes. Todo indica que hasta la próxima crisis la población seguirá inmersa en su cotidianidad e incluso desinterés por la cosa pública.

Este inicio de año y de sexenio, no obstante, estará marcado por este “gasolinazo” que, de un alza en el precio, terminó en un problema de desabasto y puso a prueba al nuevo régimen. Los saldos son claros, la comunicación del nuevo gobierno depende de su vocero, el mismísimo Andrés Manuel y la increíble calidad de conexión que posee para con el grueso de la población. Por otro, se exhibió la calidad de los funcionarios que le acompañan y la subordinación de los legisladores de su bancada que reproducen esquemas del viejo régimen que no acaba de morir. Y lo más importante, el deseo colectivo de terminar con la corrupción.