En el presupuesto para 2019, los diputados asignaron a las universidades las mismas cantidades que el año anterior, lo que por supuesto no es para aplaudirse, pues implica que las casas de estudios verán reducido su margen de maniobra frente al inevitable aumento de sueldos, al mantenimiento y otros rubros del gasto corriente, además de la mengua que implica la pérdida de poder adquisitivo del peso. Por todo eso se quejan y protestan los rectores, y en buena parte tienen razón, pero…

Para paliar el daño causado a las instituciones educativas por las crisis de las últimas décadas, se creó el Sistema Nacional de Investigadores, que mediante el recurso de las becas y otros apoyos intentó paliar la caída de los salarios reales. Sin embargo, el resultado de esa estrategia ha sido muy pobre, porque las políticas, los sistemas de evaluación y las inevitables mafias han dado resultados que han inhibido la innovación y han propiciado la simulación.

Otro problema, y no menor, ha sido el abandono de las prioridades nacionales en favor del sector privado, pues el apoyo a la investigación se orientó en forma preferente hacia la empresa privada, especialmente de matriz extranjera, lo que permitió que trasnacionales como IBM, Honeywell, Ford, General Motors, Bayer, Monsanto, Intel, Nissan, Volkswagen o Continental se embolsaran miles de millones de pesos entre 2009 y 2017.

Empresas nacionales también se beneficiaron del financiamiento, pero la parte del león se la llevaron los grandes consorcios.

Por supuesto, empresas nacionales también se beneficiaron del financiamiento, pero la parte del león se la llevaron los grandes consorcios como Industrial Minera México, Bimbo, Bachoco o la “mexicana” Kimberly Clark, firmas de gran poderío económico que son las menos necesitadas de ayuda.

La científica María Elena Álvarez-Buylla Roces, quien tomó posesión como directora del Conacyt en diciembre, declaró que se había encontrado con “una institución muy desarticulada de lo que deberían ser las prioridades sustantivas de un país como México”. Por lo pronto, la funcionaria ya empezó a recortar burocracia, a suprimir servicios subrogados y renta de vehículos. Paralelamente, se propone evaluar con más rigor el trabajo científico, lo que evitará, suponemos, el autorrefriteo, las mentiras y el funcionamiento mafioso de los comités que juzgan el trabajo de los becarios, comités en los que sería bueno incluir a investigadores no académicos, de esos que sí producen y realizan innovación en diversos campos.

Lo esperable es una feroz resistencia de los clanes que ahora dominan el ámbito académico, pero por algún lado habrá que empezar.