Personajes en mi vida

 

Por Agustín Lara*

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]P[/su_dropcap]erdón si hago un poco de historia… Eran los tiempos felices en que el reloj no tenía significado propio, en que la vida traza una gráfica amable siempre, buena y feliz y llena de esperanzas…

Yo tenía un raro refugio en el edificio San Antonio, de Celaya 5, propiedad de la señora Pampín, que se hizo famoso no solamente por los personajes que ahí desfilaron, sino por el mitote que se armó cuando unos amigos míos, para significar su gratitud hacia la DUEÑA, dejaron abiertas todas las llaves del agua, provocando una inundación que me costó un disgusto bastante serio, y por supuesto demasiado costoso… En ese estudio se hicieron “Talismán”, “Santa”, “Cabellera negra”, no sé cuántas otras canciones y sucedieron cosas grandes y maravillosas…

Una de ellas es ésta: Un político poderosísimo de aquel entonces, la había tomado conmigo, porque una de sus amantes que vivía en el edificio, escuchaba asiduamente “La hora íntima de Agustín Lara”… Una noche rodeo la casa de pistoleros y Aponte, Pepe Nava y yo estábamos dentro con mi criada Celestina, quedamos prácticamente sitiados…

Cuando ya los víveres escasearon, urdimos la manera de salir… La ínclita celestina buscaría un coche de alquiler… yo me pondría sus ropas y Capotito y Pepe Nava, jugándose el pellejo, me subirían en el carro. La criada advirtió al chofer de lo que se trataba… y encontró un muchacho que le dijo: -“¡yo me llevo al Flaco a como dé lugar!”.

Nos salimos “al valor mexicano” el chico que manejaba se llamaba Pepe Verduzco, güero, muy fuerte, con cara de tigre, me dijo en cuanto salimos de la zona de peligro: Agustín, conozco dos muchachas que cantan muy padre… Oígalas… A lo mejor le interesan… No son profesionales; están estudiando, pero le pegan con fe, Maestro… Como yo me sentía obligado con él, porque realmente se portó muy macho, le pedí que me llevara a la casa para quitarme aquel disfraz de fámula y volvimos hasta una vivienda en donde un cieguito forjaba las voces de las que con el tiempo habían de ser las famosas Paz y Esperanza Águila…

Las escuché… Me encantaron… Unos meses más tarde en el Fábregas, debutaban con “El cisne”, “La marimba” y “Rival”… Después fueron el mejor dueto de América y para mí, del mundo… De esto hace… (sht…). ¡El tiempo, en el arte no cuenta!… ¡Así fue cómo conocí a las Hermanas Águila!

*Texto publicado el 25 de abril de 1956 en la revista Siempre! Número 148