Si 2018 fue convulso, 2019 no lo será menos. Tanto en Europa como en América. Muchos conflictos que nacieron durante los 12 meses que ahora ya son historia, madurarán y estallarán en la primera mitad del año que ahora arriba. No solo en México, sino en la República Federativa de Brasil cuyo gobierno ultraderechista, para un periodo de cuatro años, encabezado por el militar en retiro, Jair Messias Bolsonaro (Glicério, Sao Paulo, 21 de marzo de 1955, egresado de la Academia Militar des Agulgas Negras), empieza con el primer día del año. Ambos países estrenan gobiernos, uno que se autocalifica de izquierda y otro que representa la ultraderecha sin la menor duda.

Andrés Manuel López Obrador comienza su gobierno incumpliendo con una de sus principales promesas de campaña: regresar el ejército a los cuarteles, militarizando la seguridad nacional; y, Bolsonaro, el nuevo mandatario brasileño reafirmando su admiración por la dictadura militar forma su primer gabinete con ocho militares en retiro (de un total de 22 ministerios). Como antaño, los políticos del siglo XXI se parecen mucho en todas partes. Sus promesas de campaña con frecuencia no se cumplen o las adecuan a su manera. Los merolicos suplen a los desaparecidos hombres de Estado. Tanto el nuevo presidente mexicano como el brasileño, elegidos democráticamente con abundancia de votos, tratan de no enfrentarse con el racista Donald Trump. Creen que con eso se “resolverán” los diferendos entre el “último imperio” y las capitales del “patio de atrás”. Pronto, muy pronto verán que estaban equivocados.

Por cierto, el canciller del nuevo gobierno brasileño es un admirador de Donald Trump. Se trata de un diplomático de carrera, Ernesto Fraga Araujo, de 50 años de edad y 29 de práctica internacional. En el gobierno de Temer ocupaba la jefatura del Departamento de EUA, Canadá y Asuntos Interamericanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores. En un breve ensayo de 36 páginas, titulado Trump y el Occidente, Araujo reivindica al sucesor de Barack Obama y lo enmarca como alguien que representa “la recuperación del pasado simbólico de la historia y de la cultura”. Es decir que Trump es el “salvador” de Occidente. Nada más, nada menos.

El 1 de enero de 2019 marca la fecha del inicio de la caída de Trump, los demócratas forman ya la mayoría de la Cámara de Representantes. El mentiroso rubio y su partido perdieron su primacía en la cámara baja, grave problema para el mandatario republicano. A las pruebas, aunque los coletazos que dará el insuflado magnate son de pronóstico reservado. Se defenderá hasta con las uñas, peros sus errores son pesadas piedras que lo hundirán en el pantano político que él mismo ha rellenado de miasmas en los 24 meses de su (des)gobierno. Es claro que busca la reelección a toda costa, pero no es algo que tenga fácilmente a la mano.

En tanto, en medio de un esquema de seguridad sin precedentes, con más de 12,000 policías y militares a cargo de revisar cientos de miles de simpatizantes, y el espacio aéreo de Brasilia cerrado por completo, con francotiradores situados en puntos estratégicos de la capital brasileña, Jair Messias Bolsonaro tomó posesión del cargo en compañía de su guapa esposa, Michelle, y el vicepresidente, el general Hamilton Mourao y esposa, Paula. Todo un acontecimiento. Los actos empezaron en la catedral metropolitana de Brasilia, pasando por el Congreso Nacional y el palacio presidencial del Planalto, la sede del gobierno, donde el mandatorio saliente, Michel Temer, le entregó la banda presidencial.

Jair Bolsonaro aseguró en su discurso inaugural que liberará al país de las “amarras ideológicas”. Que su gobierno representará una “oportunidad única de combatir la ideología de género” y otros trazos que, en su opinión, imprimieron en la sociedad y la política los anteriores regímenes de los izquierdistas Luiz Inacio Lula de Silva y Dilma Rousseff. El primero ahora en la cárcel y la otra destituida por el Congreso.

En un discurso de apenas diez minutos, Bolsonaro aseguró: “Vamos a unir al pueblo, a darle valor a las familias, a respetar las religiones y las tradiciones judeo-cristianas”. Sin mistificar sus propuestas, el capitán de la reserva del ejército brasileño, se comprometió también a promover los “valores” más conservadores de la sociedad.

Asimismo, Bolsonaro se comprometió a poner fin a “prácticas nefastas” que condujeron al país a la mayor crisis ética y moral de su historia. Afirmó: “esa irresponsabilidad nos condujo a la mayor crisis ética, moral y política de nuestra historia”. No dijo, sin embargo, que en estos momentos la clase política brasileña se encuentra enjuiciada y muchos de ellos –no solo Lula da Silva–, están en la cárcel.

De acuerdo a lo dicho en muchas entrevistas durante su campaña electoral, Bolsonaro se ha declarado admirador del mentiroso presidente de EUA, Donald Trump, quien aprovechó la oportunidad para “felicitar” al brasileño por su discurso inaugural –obvio mediante su cuenta de Twitter–. Le escribió: “estupendo discurso inaugural, Estados Unidos de América está contigo”. A lo que Bolsonaro contestó: “¡Juntos, bajo la protección de Dios, traeremos prosperidad y progreso a nuestros pueblos!”. Ni duda, Dios los hace y ellos se juntan. Ya se verán las caras y entonces, que nadie se llame a engaño.

 

En su segundo discurso del día, el nuevo mandatario afirmó que Brasil comienza a “liberarse del socialismo, de la inversión de valores y de lo políticamente correcto”. Frente a una nutrida multitud de simpatizantes, Bolsonaro refirió que las elecciones de octubre último le “dieron voz a quien no era escuchado”, y le pusieron “al frente de la Nación para servir a la “Patria”, a “Dios” y a todo el pueblo brasileño.

Las festividades del nuevo presidente continuaron con la recepción en el Palacio de Itamaraty, sede del ministerio de Relaciones Exteriores, a la que asistieron 60 delegaciones extranjeras, incluyendo 12 jefes de Estado, tres vicepresidentes, 11 cancilleres, 16 enviados especiales t res directores de organismos internacionales. El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel y de Venezuela, Nicolás Maduro, fueron vetados por el propio Bolsonaro aunque habían sido invitados por Michel Temer. Tampoco asistió el presidente Andrés Manuel López Obrador, ni el de EUA, Donald Trump.

De tal suerte, después de cuatro victorias consecutivas del Partido de los Trabajadores (PT), primero con Lula da Silva y después con Dilma Rousseff, la ultra derecha brasileña gobernará la República Federativa de Brasil, al menos durante los cuatro próximos años, hasta el 1 de enero de 2023, siempre y cuando Jair Bolsonaro no ganara la reelección.

Para formar el primer gabinete de su gobierno, Bolsonaro convocó a generales, un almirante, un teniente coronel y capitanes de las tres fuerzas armadas. Entre ellos se encuentran el general Hamilton Murao, vicepresidente; Augusto Heleno, titular de Seguridad Institucional; Fernando Azevedo e Silva, jefe de la Defensa; Carlos Alberto dos Santos Cruz, secretario de Gobierno; Wagner Rosario, director de la Contraloría General de la Unión, y Tarsicio Freitas, ministro de Infraestructura. También se incorporan al equipo gubernamental el almirante Bento Costas Lima, que presidirá la cartera de Minas Y Energía, y el teniente coronel Marcos Pontes, titular de Ciencia y Tecnología.

Hasta el momento de asumir el poder, el 75% de la población brasileña apoya las medidas que Jair Messias Bolsonaro ha tomado desde que fue confirmado como ganador de los comicios presidenciales en Brasil el 28 de octubre último, de acuerdo a una encuesta del conocido Instituto Ibope. Y, el 47% de los entrevistados por Datafolha cree que el empleo crecerá en los próximos meses.

Asimismo, con una tasa de desempleo del 11.6%, la República Federativa de Brasil apenas se recupera de dos años de recesión con un reducido crecimiento del PIB en 2018 de poco más de 1.3%.

Después de 21 años de dictadura militar, la República Federativa brasileña reinstaló el sistema democrático en 1985. A partir de ese momento, el país ha contado con gobiernos moderados. Así ha sucedido con la socialdemocracia de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), y en el periodo del Partido de los Trabajadores (PT), con Luiz Inacio Lula da Silva y posteriormente con Dilma Rousseff (la primera mujer en llegar a la presidencia del país): 2003-2016. Ahora, empieza un régimen ultraderechista. ¿Hasta cuándo? Eso nadie lo sabe todavía. La sociedad brasileña es la que decidirá. VALE.