Por Francisco José Cruz y González
El pesimismo es generalizado entre los expertos al hacer un balance de lo sucedido en el mundo en 2018 —Javier Solana titula el suyo “Obituario de un año aciago”. Por tal razón, no pocos expertos son escépticos en sus previsiones para 2019. Hay que guardar, sin embargo, una dosis de optimismo.
Respecto a la economía internacional, que no se puede desvincular de la política, las previsiones de crecimiento, según el Banco Mundial, van a la baja: de 3 por ciento en 2018 a 2.9 por ciento este año y a 2.8 por ciento en 2020.
Del desglose que hace el organismo sobre el crecimiento de regiones y de países, destaco China, que por razones obvias interesa a Latinoamérica.
Recuérdese que las compras de materias primas, commodities, y el intercambio comercial del gigante asiático en Brasil, dieron oxígeno e ínfulas al gobierno de Lula para echar a andar su política social y quitaron ese oxígeno al gobierno de Dilma Rousseff, defenestrada en la guerra de politicastros corruptos de ese país.
Tengamos presente, asimismo, que un experto afirmó que, de presentarse riesgos serios para México, como consecuencia de las ocurrencias y de los ataques del mandatario vecino, no habría que descartar el que volteemos a China.
China reduce su crecimiento: de 6.7 por ciento en 2017 a 6.0 por ciento en 2021. Lo mismo sucede, con cifras similares, en Asia del Este y el Pacífico y en Asia del Sur. Europa y Asia Central experimentarían un crecimiento modesto, de 2.3 por ciento este año a 2.9 por ciento para 2021. África subsahariana crecería entre 3.4y 3.7 por ciento el mismo periodo. Mientras que nuestra región crecería en 1.7 por ciento este año y 2.5 por ciento para 2021 —Brasil crecería entre 2.2y 2.4 por ciento y México entre 2.0y 2.4 por ciento, ambos en el bienio mencionado.
El escenario político internacional es turbulento, dramático y produce temor. La tensión entre China y Estados Unidos, la brutal represión de Pekín a minorías turcófonas y musulmanas, la “peligrosa” omnipresencia internacional de Vladimir Putin y sus “inconfesables” relaciones con Trump, Oriente Medio en llamas, las fronteras de la Unión Europea —Ucrania, Reino Unido merced al brexit, la orilla sur del Mediterráneo— y la eurofobia.
Destaco Oriente Medio, escenario de un reajuste de alianzas a gusto de Trump, contra su Bestia Negra, Irán, al que impone sanciones que le impiden vender su petróleo, y apoya la alianza, “impía”, de Israel, Egipto, otros países árabes y Arabia Saudita para hundir el régimen de los ayatolás. El peligroso impasse en Siria y en enclaves del Estado Islámico —Daech— que, como la Hidra de Lerna, no muere nunca. Las intenciones de Erdogan de atacar a los kurdos y la amenaza de Trump de “devastar económicamente” Turquía si su presidente los ataca efectivamente.
Europa sigue siendo escenario del acoso de gobiernos ultranacionalistas a la Unión Europea: Hungría, Polonia, República Checa, Italia y, de la mano de su canciller (primer ministro), Austria. Una labor de zapa en la que participan los partidos ultra, como la agrupación nacional, de la francesa Marine Le Pen y alternativa para Alemania (AfD), que ya plantea que Alemania se salga de la Unión Europea. Mientras en importantes segmentos de la sociedad civil en el continente aflora la xenofobia contra residentes y comunidades africanos y musulmanes y abundan las exageraciones sobre el número de inmigrantes que, escapando de la guerra, persecuciones y pobreza, buscan refugio en Europa.
Hoy en la Europa comunitaria partidos y líderes xenófobos y anti Unión Europea, fortalecidos en sus respectivos países, se preparan al asalto del Parlamento europeo, participando en las elecciones de mayo de 2019 —de ahí que más de un experto hable del grave riesgo de que dirigentes y formaciones de ese signo ejerzan su poder destructor desde el parlamento. Mientras los líderes e impulsores del europeísmo, Emmanuel Macron y Ángela Merkel enfrentan, el francés un fuerte movimiento de rechazo —los gilets jaunes— en su país, y Merkel ejerce su último mandato, que dejará, para siempre, en 2021.
Al otro lado del Atlántico sigue la tormenta Trump, atentando contra la frágil estabilidad política del mundo, contra la economía internacional y contra los derechos humanos —sin excluir ofensas a México, de él y de su entorno familiar—. Hoy vuelve a hablar, en términos violentos y calumniosos, de los inmigrantes, exagerando burdamente su número y acusándolos de violadores, narcotraficantes y asesinos; y hasta de terroristas musulmanes —yijadistas—. En consecuencia, exige nuevamente al Congreso que se le den recursos para construir el muro de la deshonra en la frontera con México.
Los demócratas siguen oponiéndose con energía e indignación al muro —la presidenta de la Cámara de Representantes declaró: “Un muro es una inmoralidad —no es lo que somos como nación—. No es un muro entre México y Estados Unidos. Lo que quiere elpresidente es un muro entre la realidad y sus partidarios”. Trump ha reaccionado “cerrando” el gobierno, lo que implica suspender la prestación de todos los servicios públicos menos los considerados como “esenciales”; un shutdown que ya se convirtió en el más largo de la historia de Estados Unidos.
Mauricio de Maria, al hablar en su columna periodística de estos desafíos machistas de Trump, cita a un experto, quien dice “el muro fue una gran invención mnemotécnica para un político al que se le dificultaba leer guiones y le gustaba presumir de sí mismo y de sus talentos como constructor”. Sin embargo, De Maria hace notar que el muro, “compromiso de campaña” que el presidente considera clave para su reelección, puede ser el “talón de Aquiles” que lo haga perder en su enfrentamiento con los demócratas, ante un número creciente de republicanos y con núcleos importantes de la sociedad a los que está afectando seriamente el shutdown, cada vez más impopular.
El inquilino de la Casa Blanca se está enfrentando, además, a la sospecha, que publican The New York Times y The Washington Post de sus relaciones “ambiguas” con Rusia. Según estos diarios, la policía federal inició en 2017 una investigación para determinar si Trump era un agente pagado por Moscú. Relaciones ambiguas, como lo probaría el hecho de que el presidente guardó para sí todas las notas que escribieron los intérpretes que lo acompañaron a sus encuentros con Putin. La prensa estadounidense ha informado también que Trump reveló a interlocutores rusos información clasificada —secreta— proporcionada por un gobierno aliado (¿Israel?) de Estados Unidos. Se presume que estas revelaciones son parte importante de las investigaciones que lleva a cabo el fiscal especial Robert Mueller sobre las presuntas interferencias de Moscú en la campaña presidencial de 2016.
La vida política de Trump ha dejado de ser fácil, dicen sus críticos, porque enfrenta a la Cámara de Representantes con mayoría demócrata y conducida por una mujer poderosa y experta, la casi octogenaria Nancy Pelosi. Además, ante el virtual inicio de la carrera por la Presidencia de Estados Unidos, ya se perfilan candidatos —algunos de peso— del partido demócrata, uno de los cuales contenderá con el actual mandatario o con quien lo sustituya en la candidatura.
Menciono a algunos de los aspirantes demócratas: los conocidos Bernard Sanders y Joe Biden, politicos senior, uno de izquierda y otro del establishment. Elizabeth Warren, senadora de centroizquierda, que comparte prestigio con Obama e Hillary Clinton. Beto O´Rourke, profundamente vinculado a la comunidad mexicana en Texas, Julián Castro, de abuelo mexicano y Alexandria Ocasio-Cortez, con ascendencia de Puerto Rico; los tres políticos jóvenes, ya con prestigio. Alexandria, que sería mi candidata, es la legisladora elegida más joven —29 años— en la historia del Congreso de Estados Unidos, con ideas progresistas, serias preocupaciones sociales, mujer y joven.
Latinoamérica y el Caribe son hoy escenario de la feroz irrupción de la ultraderecha militar y evangélica con Bolsonaro en Brasil. Del despeñadero hacia la dictadura y la violación de los derechos humanos, en Venezuela y Nicaragua. De las maniobras de un presidente corrupto, el guatemalteco Jimmy Morales, expulsando del país a la Comisión Internacional contra la Impunidad, creada por acuerdo del gobierno con Naciones Unidas, que ha imputado, con pruebas, al mandatario, su hijo y su hermano de delitos patrimoniales.
Por último, interesan las elecciones presidenciales en Bolivia el 12 de octubre, con la candidatura chicanera de Evo Morales a su cuarto mandato, enfrentándose a Carlos Mesa Gispert, un destacado escritor que fue ya presidente, entre 2003 y 2005. Aunque Mesa tendría las preferencias de una sociedad harta de abusos, corrupción y continuismo, se teme una maniobra de Morales —y de su entorno—, enamorado del poder, que impida al candidato opositor acceder a la presidencia.
México estrenó el 1 de diciembre gobierno, el que anunció y perfila su política exterior y su estrategia.
Latinoamérica —y también otras latitudes, en África— enfrenta la amenaza real de la secta religiosa de los evangélicos. Diferente de otras confesiones protestantes, respetables, los evangélicos se han aposentado a lo largo y ancho del subcontinente, infiltrándose en los gobiernos —el de Bolsonaro es prueba escandalosa de uno de tantos— y convirtiendo en agenda política concepciones religiosas y morales antifeministas y que condenan el aborto y la homosexualidad. Son rabiosamente pro Israel y amenazan con hacer saltar en pedazos el Estado laico.
En este contexto internacional México estrenó el 1 de diciembre gobierno, el que anunció y perfila su política exterior y su estrategia. Destaco tres aspectos que me interesan especialmente:
Primero, el relativo a las negociaciones y conclusión del nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá —el T-MEC— que explicó ampliamente el subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, quien participó, con los responsables del gobierno de Peña Nieto, en las negociaciones. Es de celebrarse que el gobierno actual prevea dialogar sobre el tema con legisladores, especialmente demócratas, y con empresarios.
Todavía en el ámbito de la estrategia comercial de México, considero de vital importancia que nuestro país siga participando intensamente en la Alianza del Pacífico, este mecanismo visionario y realista que fortalecerá la integración latinoamericana y acuerdos con socios extra regionales, y que es, además, plataforma de lanzamiento a los mercados de Asia y el Pacífico.
Me inquieta, sin embargo, que desaparezca Pro México y el consejo de promoción turística. Las embajadas carecen de la estructura técnica para esa promoción, que sí hacen otros países a través de agencias como las desaparecidas. Por ejemplo, la German Trade and Investments, la Agencia Francesa de Inversiones y Business France; y la Agencia Brasileña de Promoción de Inversiones.
Segundo. El cambio de posición de México, absteniéndose de firmar la declaración del Grupo de Lima sobre la situación de Venezuela y retomando nuestra emblemática doctrina Estrada, que se abstiene de emitir pronunciamiento alguno sobre la legitimidad de un gobierno, no se pronuncia sobre el gobierno —la nueva toma de posesión— de Nicolás Maduro.
Será lamentable que esta política de “no intervención” margine a México del papel internacional que debe asumir por su peso e importancia en América Latina y en el mundo y ceda el protagonismo al Brasil del siniestro Bolsonaro y a su delfín, el bisoño colombiano Duque.
México debería asumir el papel de facilitador y mediador, haciéndose acompañar de países tan respetables como Noruega, España, la Unión Europea y Canadá, como lo ha hecho reiteradas veces con éxito, su brillante diplomacia. Hacer patente al mismo, como lo han dicho reiteradamente el presidente López Obrador y el canciller Ebrard, que el respeto a los derechos humanos sigue siendo prioridad de este gobierno.
Tercero, el llamado mini Plan Marshall, que prevé el desarrollo del sureste mexicano y de nuestros vecinos del Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras), que podría ser el proyecto más emblemático de la política exterior del gobierno. Complejo, porque debe negociarse permanentemente con Estados Unidos —vale decir, por ahora con Trump— acabar con prejuicios antimexicanos en Centroamérica y con prejuicios y xenofobia en México, respecto a nuestros hermanos centroamericanos. Exige de diplomáticos mexicanos avezados, conocedores de Centroamérica. Quiero apostar por esta iniciativa.