“Me pasó. Me costaba prestar los libros porque luego no los regresaban, pero con los jóvenes investigadores me daba mucho placer que fueran a buscarlos (a mi biblioteca) y los consultaran. Pero nunca había imaginado que esa acumulación personal tuviera como último destino una biblioteca tan grande, antigua, bien cuidada y que fuera una joya del amor al libro, aquí en Guadalajara”, compartió Enrique Florescano, después de donar gran parte de su tesoró histórico a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco (BPEJ) Juan José Arreola.

Y es que fue a finales de año pasado, que el historiador, investigador, escritor y humanista, decidió obsequiar su acervo creando en sus diferentes etapas de su formación, integrado por 18 mil 390 volúmenes entre libros, códices prehispánicos, atlas, actas y fotografías.

Florescano comenzó a estudiar “Historia con mayúscula”, en el año de 1958 en las aulas de Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana, donde todo era nuevo y cálido. Reconoció, en entrevista para el diario Milenio, que su papel como investigador se lo debe al antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, quien fuera su maestro y pionero en estudiar y valorar la importancia de la llamada “tercera raíz”, en conformación del México mestizo.

Confesó su pasión por coleccionar códices mayas, pues considera son documentos invaluables por su historia, que esta contada desde el siglo II antes de nuestra era: “Esa afición casi se vuelve una locura, pues me la he pasado buscando y comprando, aunque eso me permitió atesorar la colección más antigua de escritos mexicanos, debo decir que me volví obsesivo y casi maniático buscándolos”.

El investigador de 82 años, quien recientemente fue reconocido por la FIL Guadalajara, con el Homenaje al Bibliófilo José Luis Martínez 2018, se declaró también apasionado del deporte, la música y el baile; de este último señaló que durante su juventud aprendió a bailar todos los ritmos de su época, sobre todo danzón y chachachá: “Siempre tuve una juventud gozosa, la recuerdo con mucho cariño porque tenía muchos amigos”.

Con una carrera activa, Enrique Florescano ha realizado diversas investigaciones sobre los mitos prehispánicos, por su valor narrativo y como elementos fundacionales en términos sociopolíticos y de la cultura. Dentro de esta línea de investigación se halla su análisis de los símbolos nacionales en su obra La bandera mexicana, estudio en que al rastrear el origen del escudo nacional se remonta hasta las representaciones precolombinas del altépetl (cerro relleno de agua), sitio del origen de la humanidad y que los mexicas ubicaron como la piedra de la que surge el nopal donde se monta el águila, constituyendo así el icono idóneo para identificar a la nación mexicana desde su etapa independiente.

Florescano dirigió la Revista Mexicana del Colegio de México, coordinó la serie de historia de la colección SEP-setentas que editó la Secretaría de Educación Pública y ocupó el cargo de Director de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Fundó la revista Nexos, de la que fue director, y ha publicado gran cantidad de artículos de investigación en revistas científicas del área de ciencias sociales de México y el extranjero. También fungió como titular de la Coordinación Nacional de Programas Especiales Históricos de la Secretaría de Cultura.