El año pasado, la Universidad de Guadalajara hizo un merecido reconocimiento a tres personajes singulares: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, quienes en 1987, al romper con el PRI, dieron el banderazo de salida a los cambios políticos que vive México desde entonces.

Alfonso Reyes decía, palabras más, palabras menos, que las cosas empiezan por ser lo que no son, pues esa triada levantó inicialmente la bandera del nacionalismo revolucionario, muy pronto entendió que el momento requería también de una cabal oxigenación de nuestra vida política.

El triunfo de Morena en las pasadas elecciones federales no solo implicó el triunfo de ese partido y de su candidato presidencial. Las consecuencias son de mayor alcance, pues otros resultados de la jornada de julio son el desastre —posiblemente definitivo— del PRI y una profunda división del PAN, además, por supuesto, del final de un régimen, de una etapa en la vida del país, de un modo de gobernar y de organizar a la sociedad. Lo que sigue es difícil predecirlo. Lo cierto es que ya entramos en una zona de turbulencia y que los cambios serán inevitables.

Viviremos, pues, tiempos interesantes, que es, precisamente, lo que aquí y en China deseamos para nosotros y para los demás. Y cuando nos asalten la duda o la decepción, la alegría o el fervor político, habremos de tener presente el aporte de Cárdenas, Muñoz Ledo e Ifigenia a los cambios que ya empezamos a vivir.

Sin ignorar ni minimizar lo que corresponde a Cuauhtémoc y a Porfirio en este recuento, para el autor de estas líneas resulta entrañable la figura de Ifigenia Martínez, la posgraduada por Harvard, la que entró en la dirección de la Escuela Nacional de Economía pese a una resistencia feroz de quienes no la rechazaban a ella, sino al procedimiento que la llevó al cargo.

Sensible y valiente, la Señora —así la llamábamos— creó con alumnos y profesores una comisión mixta y paritaria que reelaboró el plan de estudios y los programas de cada materia. Luego, ya en 1968, entendió y apoyó las demandas del movimiento estudiantil y, después, a bordo de un camión militar, aprehendida cuando el ejército allanó Ciudad Universitaria, la suya es una imagen emblemática de la inteligencia al servicio de una causa justa y de la dignidad con que se opusieron los universitarios a un gobierno brutal.

Ifigenia Martínez Hernández ha sido, es y será un caso de valiosos servicios a la nación. Que su ejemplo nos guíe en los días que vienen.