Entrevista a Concepción Jiménez/Antropólogo físico
Por Jacquelin Ramos y Javier Vieyra
Si la zona de San Ángel en Ciudad de México tuviera que ser encerrada en breves y concretas palabras, probablemente no habría mejor manera de definirla que como una ventana al pasado. Las calles empedradas, las mansiones señoriales, los colores y la sensación de encontrarse en un oasis en medio del concreto y el ruido de la urbe, hacen de visitar este lugar un auténtica experiencia de regresión en el tiempo: a una época en que San Ángel era aún un lugar de veraneo para la aristocracia novohispana al que se llegaba a bordo de carruajes, se realizaban expediciones a la lava petrificada del volcán Xitle o se vivía la Semana Santa con una profunda religiosidad reflejada en los altares de Dolores. Colindante con el todavía bello paraje de Chimalistac, en donde Federico Gamboa ubicó los más emblemáticos episodios de su novela Santa, San Ángel puede reconocerse también por el Museo de El Carmen, un antiguo convento cuyo inmueble data del siglo XVII y resguarda un invaluable tesoro artístico e histórico.
Limitado en sus alrededores por verdes jardines que pertenecían a las antiguas huertas carmelitas, en su interior es posible admirar obras de artistas como Cristóbal de Villalpando y Miguel Cabrera, además de adentrarse en la cotidianidad de un recinto de su tipo, pues se encuentran perfectamente conservadas las habitaciones de uso doméstico de los monjes, así como una impresionante colección de arte sacro compuesto por relicarios, retablos e indumentaria respectiva. Sin embargo, una peculiaridad hace especialmente interesante este museo: las momias que fueron encontradas en la antigua cripta del convento y que hoy representan la referencia indiscutible del sitio se han ganado la atención de los visitantes de muchas generaciones en la capital del país.
Siendo tal la trascendencia de estos cuerpos conservados en el Museo de El Carmen, no es de extrañar que sus salas hayan sido el escenario idóneo para montar la exposición Momias. Ilusiones de vida eterna, con el arqueólogo Concepción Jiménez como uno de sus curadores, quien conversó en exclusiva con Siempre! acerca del contenido de esta muestra que nos llevará al filo de la vida y la muerte.
“Momias. Ilusiones de vida eterna fue concebida como una exposición compuesta por cuerpos momificados de tres épocas distintas: la prehispánica, la colonial y la actual, pero por cuestiones de espacio no pudieron ser exhibidos cuerpos de la época moderna. Por tal motivo es posible visualizar con mayor atención el contraste que existe entre las costumbres, ideologías y sistemas funerarios prehispánicos y los novohispanos; pueden notarse, por ejemplo, que antes de la Conquista ibérica, los muertos eran sepultados en una postura flexionada, relacionada con la posición fetal, y con elementos como el petate o instrumentos de diferente índole que formaban parte de su ofrenda mortuoria“.
La momificación en México, de manera natural
Por otra parte, indica el especialista, una vez consumada la victoria europea sobre el territorio americano, junto con la llegada del cristianismo, la antigua tradición se rompió dando paso a un nuevo esquema de cómo y dónde son enterrados los cadáveres; característico del virreinato, sólo por mencionar un aspecto, fue vestir a los difuntos, tanto a niños como adultos, como algún santo de su devoción y en lugares considerados sacros, como los templos católicos y sus respectivos atrios.
Pero ¿por qué razón los cuerpos de estas personas logran trascender los años y permanecer de manera casi integra hasta la actualidad? Jiménez explica que a diferencia de la momificación artificial que se llevaba a cabo en Egipto lo que implica todo un proceso de conservación, en México, y otros países como Perú y Chile, se da de una manera natural, interviniendo factores medioambientales, químicos del suelo y de humedad, variando estos de acuerdo con lugar y la forma de los entierros.
“Podemos hacer referencia a los cuerpos que se localizaron en Chihuahua y que fueron enterrados en cuevas, envueltos en un petate. Estos cuerpos no tuvieron un contacto directo con la tierra, entonces puede decirse que los componentes químicos del suelo no actuaron en la momificación; en este caso, probablemente los responsables fueron la humedad y el medio ambiente de la cueva, y un punto importante es que envolvían los cuerpos en el petate, los colocaban en la cueva y después les colocaban encima un poco de tierra, pasto u otros elementos para cubrir el cuerpo: posiblemente esto no permitía que llegara oxigeno directamente al cuerpo y, de no haber oxigeno, ningún organismo de descomposición puede sobrevivir; ese puede ser uno de los factores de la momificación. Lo mismo sucede en el caso de los entierros coloniales en que se metían los cuerpos en un ataúd, los envolvían y después les vertían cal debido a que eran enterrados dentro de las naves de la iglesia y podían brotar olores desagradables para los feligreses; probablemente este fue uno de los factores que selló el sepulcro y no permitió que existiera oxigeno en el cuerpo, propiciando así el proceso de momificación.”
Una experiencia increíble, abre una ventana a concienciar al público de que se requiere abrir espacios para el estudio y la investigación de estos restos; empezar a tomarlos en cuenta como parte de nuestro patrimonio.
Se cuenta con todo un sistema de protección
Concepción Jiménez indica que las enfermedades que los cuerpos padecieron en vida también pueden resultar determinantes para la conservación de los cadáveres, pues un cáncer agresivo o una enfermedad que genere deshidratación contribuirá para que, a la muerte de la persona, el proceso de momificación se complemente, junto con el resto de los factores. Respecto a los cuidados necesarios para tratar con los restos momificados, el también académico detalla que es necesario tomar precauciones tanto para ellos como para la misma persona que los manipula.
“Al enfrentarse con los cuerpos, el especialista no tiene conocimiento de si este contiene algunas bacterias u hongos que lo pueden perjudicar, entonces, se debe tomar en cuenta todo un sistema de protección tanto para ellos como para nosotros. Los cadáveres se encuentran en condiciones de excavación muy propias del cementerio, y debe implementarse todo un proceso de limpieza casi artesanal, manual, para dejarlos limpios, como el público los ve. En el rubro de la conservación es necesario establecer ciertas condiciones de humedad y una temperatura adecuada para no generar o activar los mencionados hongos y bacterias, porque estos pueden iniciar un proceso de descomposición en todo el cuerpo y comenzar a comerse las partes blandas o la piel; esas condiciones están aseguradas plenamente en la exposición”.

Concepción Jiménez/Antropólogo físico
Los cuerpos son tratados con respeto a la memoria de la persona
A lo anterior, Jiménez agrega que todos las labores que se llevan a cabo en los cuerpos siempre se realizan con un sentido respeto hacia la memoria de la persona, que aunque en un tiempo remoto, estuvo viva; en ese sentido el investigador declara que existe un vínculo, una identificación, entre el cuerpo y quien lo está tratando. Lo anterior se encuentra aunado a que cada uno de los cadáveres momificados es singular en sí mismo, pues cada uno tiene las manos colocadas en diferente posición, se les vistió de manera distinta o reflejan un determinado momento histórico, por lo que puede decirse que cada cuerpo transmite un mensaje diferente y es único en su tipo. Retomando el simbolismo de la sede en que se presenta Momias. Ilusiones de vida eterna, el antropólogo físico destacó que no pudo existir un mejor lugar para mostrar una exposición de este tipo.
“Se eligió el Museo de El Carmen porque ahí se mantiene, desde hace mucho tiempo, un número importante de cuerpos humanos momificados, que atravesaron por la polémica de si debían exponerse o no y, finalmente, se decidió que los visitantes pudieran apreciarlos. Lo que logran esos cuerpos con los que conforman la muestra es consolidar un complemento, pues hay cuerpos de otras temporalidades. Además, es necesario mencionar que no son los únicos cuerpos momificados que existen, pues en todo el país poseemos ejemplos de ello”.
Vale decir que Momias. Ilusiones de vida eterna no solo está integrada por los cuerpos momificados, sino que además fue organizada en diferentes salas en que será posible aproximarse a una apreciación sociológica y cultural de la muerte en México a través del tiempo. Por ejemplo, la primera sección, que fue curada por la directora del Museo y Zona Arqueológica del Templo Mayor, Patricia Ledesma, y la investigadora emérita del INAH, Consuelo Maquívar, ofrece al público la posibilidad de apreciar piezas tan sobresalientes como la escultura de Mictlantecuhtli, el dios de los muertos dentro de la cultura mexica, así como diferentes piezas que han sido encontradas en entierros prehispánicos.
De la misma forma, posteriormente, se podrán observar diferentes expresiones de la vivencia fúnebre dentro del catolicismo novohispano, tales como el culto a relicarios, los preparativos para el bien morir, los diversos rituales protocolarios y el imaginario de la muerte representado en diferentes pinturas barrocas que provienen de importantes colecciones del Museo Nacional del Virreinato, el Museo de Arte Religioso de Santa Mónica y la Pinacoteca de La Profesa.

Son parte de nuestro patrimonio cultural
Una de las joyas dentro de esta sección de la exposición es un túmulo funerario dedicado a José de la Borda, el magnate minero del siglo XVIII a quien Taxco, Zacatecas y Tlalpujahua deben sus esplendores de plata, oro y otros minerales. De estos ejemplares de arquitectura efímera que se utilizaban en honras luctuosas, únicamente sobreviven dos en nuestro país. Y por supuesto, los 17 cuerpos momificados cierran de manera magistral la última parte del recorrido, que fue curada por Gabriela Balderas y Concepción Jiménez; ahí, los restos petrificados en el tiempo originarios de estados como Zacatecas y Coahuila aguardan el acompañamiento de los vivos junto con Pepita, una momia de aproximadamente 2300 años de edad que fue encontrada en la Sierra Gorda de Querétaro.
“Momias. Ilusiones de vida eterna estará abierta al público hasta el 26 de mayo de 2019, dentro de los horarios formales del Museo de El Carmen. Estaremos encantados de que las personas que vengan puedan llevarse una experiencia increíble, además de que creo que la exposición abre una ventana a concienciar al público de que se requiere abrir espacios para el estudio y la investigación de estos restos; empezar a tomarlos en cuenta como parte de nuestro patrimonio cultural, conservándolo, resguardándolo y difundiéndolo como lo hemos hecho esta vez, de la mano del Instituto Nacional de Antropología e Historia”.









