En días pasados atestiguamos cómo acudieron al INE, como si estuviesen repartiendo gasolina gratis, una colección variopinta de vividores de la política para registrar su intención de alcanzar su registro como partido político. En principio suena incomprensible y carente de toda lógica que aún existan quienes piensen que los ciudadanos mexicanos necesitamos más formaciones políticas que las que actualmente padecemos.

Los politólogos y la nutrida comentocracia han gastado ríos de tinta para entender y luego explicar o tratar de explicar cómo el agotamiento del sistema con su consecuente hartazgo social obedeció en buena medida a la partidocracia que pervirtió, desnaturalizó y desvirtuó la esencia democrática y la naturaleza de estas agrupaciones como representantes de los ciudadanos en la lides de la democracia representativa.

Actualmente contamos con poco más de media docena de partidos, y algunos de ellos perdieron en los últimos comicios su registro como tales, aunque ahora buscan recuperarlo, como el PES y el Panal. Y algunos francamente risibles como el Sinarquismo, formación de la extrema derecha que vive en la ensoñación de la nostalgia y persigue el mismo afán. En resumen, cerca de dos decenas de movimientos u organizaciones sociales buscan obtener registro como partidos políticos.

Honestamente,  será que buscan obtener el poder para llevar a cabo un programa de gobierno, o es solo la búsqueda de prerrogativas económicas y “jugar” a la política. ¿Tendrán algún margen de posibilidad de obtener escaños o curules en el Poder Legislativo, por lo menos de representación proporcional; de ganar alguna gubernatura o alguna presidencia municipal? Todo indica que no —salvo excepciones—; van por las prerrogativas, y algunos egos desmesurados, por reflectores.

 

Contamos con poco más de media docena de partidos, y algunos de ellos perdieron en los últimos comicios su registro como tales, aunque ahora buscan recuperarlo.

 

El caso que llamó la atención mediática fueron los intentos de Margarita Zavala y Felipe Calderón, con una asociación denominada Libre, que enfrenta reclamos de una agrupación argentina de haberle plagiado nombre y logo, y que recibió una andanada reprobatoria en redes sociales y medios de comunicación. Será que no entendieron la lección del repudio social de 2018.

Todo indica que apuestan a desfondar los restos del naufragio del PAN, sin entender que su tiempo ya fue y que ahora no generan sinergias en su alrededor; sobre todo el expresidente, no entiende el viejo y sabio refrán popular de que “quien ya bailó que se siente”, parte de las reglas no escritas del viejo sistema político mexicano.

 

 

El otro fue el de la maestra Elba Esther Gordillo, quien busca recuperar el inmenso poder que detentó tanto en el SNTE como en el Panal, que ella creó con el movimiento Redes Sociales Progresistas, que busca cobijarse al amparo de Morena y del poder presidencial.

Por lo pronto, pocos sobrevivirán el “camino del desierto” que la normatividad electoral impone para poder llegar a las boletas de la elección intermedia de 2021 y así refrendar su existencia legal con votos en las urnas. Lo que olvidan es que además de pulverizar a la oposición, todo indica que los mexicanos están hartos de los partidos políticos y de que se les otorguen cantidades oceánicas de recursos públicos para sus actividades.