COLOFONÍAS
Por Vicente Ramos González
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dedicó este año el Día Mundial contra el Cáncer a promover la prevención del cáncer cervicouterino, padecimiento por el que según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) cada año en América Latina son diagnosticadas más de 72 mil mujeres y anualmente fallecen un promedio de 34 mil por tumores malignos en el cuello del útero o la cavidad intrauterina. Es decir, existe un panorama desolador para la salud de las mujeres que enfrentan los estragos de esta enfermedad, la cual, sin exagerar, debe ser considerada el apocalipsis moderno de la sociedad mundial, a lo cual México no escapa.
Cabe mencionar que aunque ya existe una vacuna para prevenir el cáncer de cérvix, el cual es generado principalmente por el Virus del Papiloma Humano (VPH) y se contagia primordialmente por contacto sexual y es uno de los cánceres más difíciles de detectar de manera temprana, pues la infección que genera es asintomática en la gran mayoría de los casos, su prevalencia va en aumento y se concentra en la población femenina que vive en entidades marginadas con escaso acceso a instituciones de salud públicas.
De acuerdo con las estadísticas de mortalidad del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), se sabe que a diferencia de la tendencia general de mortalidad por tumores malignos, que entre los años 2001 y 2017 provocó la muerte de 1 millón 251,017 personas, equivalente a un promedio anual de 73,589 casos, la distribución de las defunciones por cáncer de los órganos genitales femeninos, fundamentalmente el cáncer de cérvix, en ese mismo periodo se han registrado 117,800 casos, lo que implica un promedio de 6,929 anuales. Sin embargo, a partir del año 2011 al 2017, esa estadística aumentó en un promedio de 7,458 casos por año, es decir una tendencia aceleradamente creciente.
Por desgracia, como en muchos otros casos de devastación por enfermedades, este tipo de cáncer en las mujeres se concentra en la población femenina de entidades federativas con altas proporciones de pobreza. Así, también con base en estadísticas del INEGI, hay 13 estados de la república mexicana que rebasan el promedio nacional en este padecimiento, que parece incontrolable.
En primer lugar se encuentra Quintana Roo, con una carga de 12.5 por ciento de defunciones por cáncer de órganos genitales femeninos, respecto de las muertes por cáncer registradas en la entidad. En segundo lugar se ubica Chiapas, con 11.6 por ciento, seguido de Oaxaca, con 11.5 por ciento y de Guerrero con 11.2 por ciento. A estos estados le siguen Veracruz y Morelos, con 11 por ciento cada uno; Colima y Campeche con 10.7 por ciento, respectivamente; Tlaxcala con 10.6 por ciento y Puebla con 10.3 por ciento.
La austeridad no debe convertirse en un freno para otorgar una adecuada calidad de vida a los mexicanos. La salud es prioritaria para un país democrático.
Ante este panorama desolador, la Organización Mundial de la Salud recomienda vacunar a las niñas y adolescentes entre los 9 y 14 años de edad; sin embargo, la cobertura de vacunación, hasta ahora, aún no llega al 80 por ciento en el país, que es la meta que debe alcanzarse de manera acelerada para disminuir en 30 por ciento el número de casos anuales por cáncer de cérvix hacia el año 2030.
A esto hay que agregar que para reducir el crecimiento del padecimiento en nuestro país también es fundamental el apoyo del gobierno, a través de destinar presupuestos importantes y suficientes en este renglón. Y es aquí donde las noticias no son buenas, puesto que para este ejercicio 2019, tanto la Cámara de Diputados como la Secretaría de Hacienda dispusieron la reducción de hasta 40 por ciento de los recursos para programas dirigidos a apoyar a mujeres con esta enfermedad.
Si bien la austeridad ha sido tomada como bandera principal que enarbola este gobierno, esto no debe ser pretexto para dejar sin tratamiento y prevención a un amplio sector de la población femenina en las entidades federativas arriba señaladas.
El cáncer, como enfermedad crónica degenerativa, tiene un alto impacto psicológico, social y económico, de ahí la necesidad de impulsar políticas públicas que permitan un adecuado control de la enfermedad, pensando sobre todo en los derechos humanos de quienes la padecen. La austeridad no debe convertirse en un freno para otorgar una adecuada calidad de vida a los mexicanos. La salud es prioritaria para un país democrático.
Periodista y editor.

