Donald Trump y Nicolás Maduro, por sus conductas perversas, se han vuelto odiosos para millones de seres humanos.

Obvio que el actual y terrible problema que vive la hermana República de Venezuela no es personal entre esos dos personajes; pero ambos han agudizado el conflicto.

Recordemos que las mayores reservas de hidrocarburos, en el planeta, se encuentran en Venezuela; este es un apetitoso platillo para las empresas transnacionales que giran en torno a Estaos Unidos, las que han perdido toda su confianza en Nicolás Maduro, quien “aiga sido como aiga sido” volvió a ganar unas elecciones presidenciales, tan amañadas, que la dictadura se transluce en el disfraz democrático populista.

Pero eso para nada actualiza las hipótesis jurídicas de los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; y en todo caso, en última instancia, le corresponde al Tribunal Supremo de Justicia aplicar esos preceptos constitucionales al caso concreto, y no a la Asamblea Nacional, la que exclusivamente tiene facultad declarativa para caso de muerte, renuncia, destitución, incapacidad, revocación del presidente.

Ese azaroso enredo no es jurídico. Es económico político y de tipo internacional, y ha dividido a los países de la Tierra: los que reconocen al presidente Maduro, y los que no solo lo desconocen, sino que reconocen como presidente (por órdenes del Trump) a Juan Guaidó, quien en prematura violación constitucional ejerce como presidente de la Asamblea y presidente de la república.

Dos presidentes para una sola Venezuela (la pequeña Venecia): Maduro con el ejercicio de tirano que platica con pajaritos, y Guaidó como ambicioso inexperto, creado como títere de Estados Unidos y de Trump.

 

Al pueblo de Venezuela lo han convertido en artículo de cambio para negociaciones internacionales entre Estados Unidos, Rusia, China y Europa.

 

Maduro ha devastado a la clase rica venezolana, a la fifí, como la llama el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Maduro ha arruinado a la clase media de su país, en el ánimo, ineficaz, de construir una nueva estructura con base en los pobres, y con mal interpretadas ideas bolivarianas.

Simón Bolívar, como su maestro Simón Rodríguez, promovió la educación y la virtud moral para todos, como dos herramientas para resolver problemas de aquellos tiempos, en esos lares.

Ahora, lamentablemente, al pueblo de Venezuela lo han convertido en artículo de cambio para negociaciones internacionales entre Estados Unidos, Rusia, China y Europa; y esto puede convertir ese hermano país en territorio de guerra para que prueben sus armas los poderosos, por primera vez en América, en una Tercera Guerra Mundial.

México no desea que lleguen los rebullones (pájaros negros que anuncian la muerte, según Juan Primito y Doña Bárbara) al pueblo del gran escritor y presidente venezolano Mónico Gallegos (1884-1969).

No a la guerra. Sí a la paz. No a un gobierno entreguista a Trump. No a un deschavetado. Sí a un presidente patriota y bueno que respete y auxilie al desarrollo de todos y cada uno de los venezolanos.