La expropiación petrolera que realizara en 1938 el entonces presidente, general Lázaro Cárdenas del Río, es uno de los acontecimientos que marcaron la historia de nuestro país en diversos ámbitos, sus efectos y consecuencias aún se encuentran arraigados en nuestro presente, marcando esa importante decisión como una de las más trascendentes del siglo XX y que colocan al “Tata Lázaro” como el último gran héroe de la política nacional.

La trascendencia de la expropiación petrolera responde a una serie de hechos y coyunturas históricos que coincidieron en tiempo y espacio dando lugar a la generación de escenarios ideales para que los mandatarios de aquella época pudieran realizar tal osadía. Mientras en el mundo se comenzaban a delinear los grandes bloques imperantes del siglo XX: las sociedades capitalistas que básicamente defendían la propiedad privada y las socialistas, quienes aspiraban al comunismo y a la abolición de la propiedad. También se gestaba la Segunda Guerra Mundial, a la cual Estados Unidos puso especial atención, pues su participación en un conflicto armado a gran escala era inminente.

Por otro lado, la década de los años 30 en nuestro país fue un periodo de normalización institucional de la vida política nacional, de crecimiento de la clase trabajadora, de organización y sectorización del campo y de los sectores productivos. Como consecuencia de lo anterior, también surgieron grandes e influyentes corporaciones sindicales y campesinas.

En ese contexto, en 1938 se declara la expropiación petrolera, un acto del presidente Cárdenas que, debido a la época, muchos tildaron de bolchevique. Sin embargo, las potencias afectadas por el decreto se encontraban en la antesala de destrucción y tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial, así que resultaba un momento propicio para hacerlo.

En México, la decisión del ya entonces popular y muy querido “Tata Lázaro” fue un triunfo sin precedentes para la clase trabajadora, ya que todo provino de la lucha de los trabajadores petroleros por mejores condiciones laborales, en aquellos años, de un naciente, fuerte y unido sindicalismo, el triunfo perteneció a toda una clase en general.

 

El petróleo y sus derivados representan desarrollo económico desigual y una devastación ecológica que nos podría llevar a la extinción.

 

Los trabajadores de todas las industrias, cuyo número era cada vez mayor, encontraron en la expropiación petrolera un patrimonio colectivo, el cual hacía que no contaran únicamente con su fuerza de trabajo, y así fue durante muchos años, no solo para los trabajadores, también para los campesinos y en mayor proporción, tristemente, para una élite de saqueadores, el recurso era tanto que alcanzaba para todo.

Así el petróleo pasó a ser parte de la idiosincrasia nacional promovida desde el oficialismo y también demeritada por los gobiernos neoliberales, hasta llegar al año 2013 con la llamada “reforma energética”, año en el que usando los mismos argumentos que sugirieran que los trabajadores de los años 30 no podían manejar las máquinas, el régimen en turno dejó de tener el control de los recursos petroleros, pues no se contaba con la capacidad de explotar con eficacia los otrora recursos nuestros.

Fue así que el petróleo representó un símbolo de esperanza para las clases más desfavorecidas, un patrimonio para los que no tienen nada más que su trabajo, unión nacional, administración de la riqueza, el primer rayo de sol de la abundancia que rompe con la larga y centenaria noche de carencias de todo un pueblo.

Hoy en día, la realidad es muy distinta, sabemos que el petróleo y sus derivados representan desarrollo económico desigual y una devastación ecológica que, de mantenerse, nos podría llevar a la extinción, es por eso que debemos ser conscientes de que la riqueza nacional va más allá del oro negro. La megadiversidad con que cuenta nuestro país ofrece la oportunidad de desarrollar energías renovables y de explotar de manera sostenible nuestros abundantes recursos. Por ello debemos darnos cuenta de que nuestro mayor tesoro es la naturaleza, esa vida que manejada con sostenibilidad dará felicidad, paz y el desarrollo que tanto anhelamos para México.