Por Elisur Arteaga Nava

Hace cientos de años, casi mil, de lo que en la actualidad es el territorio nacional, salieron los primeros movimientos migratorios de nahuatlecos, es decir de personas que hablaban náhuatl, con rumbo al sureste; lo hicieron en busca de oportunidades y de una nueva vida. Algunos pusieron fin a su peregrinar al sur y en la parte central de las tierras que hoy son asiento de Guatemala, el país hermano. Ellos llevaron consigo, entre otras cosas, sus costumbres, una forma de civilización y su lengua.

El territorio norte de ese país formó parte del imperio maya-quiché asentado principalmente en la península de Yucatán. Los límites entre Estados soberanos, que son una forma de separar hombres con intereses comunes, cumplieron su función: dividieron y segregaron.

Como era de esperarse, los migrantes náhuatlecos pusieron a los lugares en donde se asentaron nombres en su lengua. Lo mismo hicieron los maya-quiché. Quien visita ese bello país que es Guatemala, por la familiaridad de sus toponimias, tiene la sensación de estar en alguna región del los estados de México, Puebla, Morelos o Yucatán.

Los sitios con nombres de origen náhuatl son abundantes, comenzando con el que da nombre a ese país. Para algunos deriva de quahtematlán, “lugar de águilas”; otros lo hacen derivar de uhatezmala, “lo que vomita agua”; unos más de  quahtematlán, “pila de leña”. Es atendible, por provenir de un autorizado nahuatlato (persona versada en lengua y cultura náhuatl), la opinión del maestro don Baloy Mayo, quien refiriéndose a la toponimia de San José Guatemala, un poblado del municipio de San Marcos, en la costa del estado de Guerrero, es de la opinión que el término es: “(corrupción de Cuahutemalla), ‘lugar donde hay árboles podridos o caídos’ (Luis Cabrera); otra versión ‘lugar de casas enmaderadas’. De cuahu-tima-lla; cuáhuitl ‘árbol, madera’; timáltic, ‘podrido, caído’; y lla partícula abundancial locativa equivalente a tlan”.

Don Cecilio A. Robelo, en su Diccionario de aztequismos, lo hace derivar de cuauhtemallan. Sobre esta materia y respecto de los nombres que enseguida se citan, lo determinante no es tanto la etimología sino el glifo del lugar.

Enseguida se alude al nombre de algunos departamentos, poblaciones o lugares de Guatemala:

Atitlán, sobre el agua o lugar donde hay agua.

Coatepeque, cerro de las serpientes.

Comalapa, lugar de comales, o donde se hacen comales; Cecilio A. Robelo los define como “Disco de barro cocido, ligeramente cóncavo-convexo, de 30 a 60 centímetros de diámetro, el cual usan principalmente las indias para cocer las tortillas de maíz y para tostar algunas cosas”.

Comitancillo, término híbrido, del náhualt: olla y  del castellano cillo, que es diminutivo.

Cotzumalguapa, relacionado con el lugar donde se despeña; despeñadero.

Chichicastenango, lugar donde hay chichicastle, planta de la especie de las ortigas o de la urticácea americana, que quema cuando se le toca.

Chimaltenango, lugar donde hay escudos, de chimalli, escudo.

Chiquimula, que pudiera significar lugar donde hay jilgueros o también chiquihuites, cestas.

Esquintla, de itzcuin-tla, lugar donde abundan los perros; no se trata de los perros que conocemos actualmente, se trata de los cuadrúpedos parecidos a los perros, que no tienen pelo, son mudos y que eran engordados por los aztecas para comerlos. Con el término esquintle  o escuincle, también alude a niños.

Huehuetenango, lugar donde hay viejos.

Jalapa, río de arena; el término está emparentado con Jalisco o Xalisco, Tejalpa y otros

Jilotepeque, cerro de los jilotes, la mazorca tierna

Malacatán, de malina, torcer, y acatl, caña; lugar donde hay husos para tejer.

Mazatenango, lugar donde hay venados.

Quetzaltenango, lugar donde hay quetzales.

Sacatepéquez, cerro donde hay zacate, hierba.

Suchitepéquez, cerro de flores.

Tecpán, sobre las piedras o en el palacio real; don Cecilio A. Robelo lo hace derivar de teuctli, señor y de pan, en donde: en donde vive el señor.

Tiquisate, alude a cortar algo.

Tulate, lugar donde hay tules o juncos.

Totonicapán, en general lugar de pájaros y, en especial, lugar de pavos o guajolotes o río de gallinas.

Zacapa, río de zacapales, planta tintórea.

Zapotitlán, lugar donde hay zapotes negros.

Ignoro si en la actualidad en Guatemala existen nahuatlatos; debe de haberlos; no es posible que los estudiosos de ese país hayan olvidado sus raíces. Ellos, de haberlos, podrán rectificar o ratificar los significados anteriores.

No me atrevo a opinar sobre las toponimias de origen maya-quiché que denominan algunos lugares de Guatemala, sobre todo del norte; no tengo la menor idea de la estructura y gramática de las lenguas mayas.

El ADN de los guatemaltecos que tienen sangre indígena es idéntico al que tenemos los que nos quedamos en México, los que no emigramos.

Ya habrá oportunidad de hablar de los nexos que nos unen con hondureños y salvadoreños. De inicio, a reserva de fundarlo, habrá que reconocer que los lazos sanguíneos y culturales que nos unen con ellos son estrechos; baste recordar que en El Salvador hay un barrio que se llama Mejicanos, en recuerdo a un grupo de paisanos que se asentaron en ese país.

Ahora, cuando vemos que guatemaltecos, hondureños y salvadoreños se internan en el territorio nacional, con papeles o sin papeles, tenemos la certeza de que no se trata de gente extraña: son nuestros hermanos que regresan, que lo hacen por las mismas razones que los llevaron a emigrar, vuelven a su lugar de origen. No lo hacen por gusto o por turistear, lo hacen impulsados por esas fuerzas irresistibles que se llaman necesidad y hambre. Nadie, por su gusto, deja a los suyos, por tanto tiempo, y camina hacia lo incierto.

Quienes nos visitan, en general, han sido bien recibidos, hay excepciones. Algunos mexicanos se quejan de que los inmigrantes desprecian los frijoles. No es algo grave. Cualquiera en sus condiciones lo haría. Comerlos, sin ningún aderezo y solo hervidos, es un tormento, lo es por mucha hambre que se tenga.  Comer frijoles, llevando una vida en común, es una descortesía. Quienes están obligados a convivir, día y noche, en forma estrecha; a dormir hacinados en lugares cerrados, sin ventilación y carentes de servicios sanitarios; quienes viajan encerrados en cajas de camiones, todos ellos deben tomar muchas precauciones, una de ellas: no comer frijoles. Ese es un lujo que se pueden dar únicamente quienes duermen solos. Los pitagóricos, por llevar una vida en común, tenían prohibido comer habas.

Hermanos centroamericanos: guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, bienvenidos; fue larga su ausencia, pero al fin nos hemos reencontrado.

Don Cecilio A. Robelo hace derivar el término México de Mexictli, nombre del dios Huitzilopochtli: en donde está Mexictli su glifo es un colibrí. Por su política inveterada de acoger a quien entra en su territorio, sin importar las razones, con el paso del tiempo ha llegado a significar lugar de asilo; su glifo pudiera cambiar y llegar a ser un hombre con los brazos abiertos.