Lo ocurrido con la CNTE en Michoacán es apenas un síntoma de lo que puede venir si el sindicalismo independiente no es capaz de transformarse. La coordinadora magisterial nació y creció impulsada por la cerrazón de varios gobiernos priistas y panistas, para los que era más conveniente proteger el liderazgo charro del SNTE que la democracia sindical, la que de haberse respetado hubiera impedido la división del gremio magisterial. Pero se prefirió contar con clientelas seguras, así haya ido menguando su fuerza.
Esa política del PRIAN, que cerraba los cauces jurídicos para la solución de los conflictos laborales, orilló a varios gremios a recurrir a vías de hecho y lo que era una transgresión de la ley se convirtió en forma habitual de lucha, lo que generó una “cultura” sindical indeseable, en la que parecen preferirse los métodos violentos y el posterior arreglo a medias con tajada para los negociadores.
La otra cara de esa devaluada moneda es el fomento —por parte de los funcionarios públicos que fungen de patrones— de la irresponsabilidad, no solo de los líderes sindicales, sino incluso de sus bases, como lo podemos ver en las universidades, ante lo cual las autoridades, con el afán de evitar problemas, prefieren contratar personal de confianza para hacer el trabajo que no hacen los sindicalizados. Lo mismo ocurre en otras dependencias, como lo estamos viendo hoy en el INAH, donde se pretende echar a la calle no a los sindicalizados, sino a los eventuales (¡Eventuales con 20 y 30 años de trabajo y sin derechos!), que son quienes en buena medida sacan adelante ese Instituto.
La opción deseable no es el charrismo. Para los trabajadores, ese sindicalismo archicorrupto no ha sido la organización necesaria para su defensa.
La opción deseable no es, por supuesto, el charrismo. Para los trabajadores, ese sindicalismo archicorrupto no ha sido la organización necesaria para su defensa, sino una figura ajena, un enemigo de sus intereses o, en el mejor de los casos, un intermediario entre empleados y empleadores. Ese tipo de sindicalismo está en quiebra, es inoperante, nunca ha servido a los trabajadores y hoy contempla con indiferencia el despido de decenas y cientos de miles de empleados públicos que carecen de derechos, sin recordar aquello de que si rasuran al vecino…
Con el charrismo en liquidación y las organizaciones conocidas como independientes en severa crisis, urge que los trabajadores discutan el tipo de asociaciones que necesitan ellos y requiere el país, los caminos políticos a seguir y la legislación laboral que resulta necesaria para contribuir al surgimiento de un nuevo sindicalismo, limpio, legal, democrático y socialmente legítimo.