The shutdown is over (El cierre del gobierno terminó) . Cuatro palabras en inglés que el Presidente Trump debe haber leído con gran disgusto, sobre todo porque le echaban en cara que, por muy mandatario estadounidense que sea, no puede hacer todo lo que le venga en gana. Hay límites y, sobre todo, hay quienes le recuerdan que no es un mandamás como sucede en otras partes del planeta.
Lo relevante del caso es que él tuvo que anunciar la tarde del viernes 25 de enero —poco después de haber cumplido sus primeros dos años de gobierno— que la administración federal reanudaría actividades después de 35 días de suspensión de labores y, para esto, tuvo que “ceder” en sus pretensiones sin haber logrado concesión alguna de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, y sin un penny adicional para su soñado muro fronterizo.
Más aún, había quedado como un becario (aprendiz), de la negociación, él que presume que en esas lides es el “mejor del mundo”, exhibido por una mujer que lo manejó como quiso: la septuagenaria presidenta demócrata, Nancy Pelosi, que encabeza la Cámara baja del Congreso de Estados Unidos. Mujer, demócrata y abuela. Para las pulgas y el ego del magnate que ha presumido de ser el típico representante del “macho alfa” estadounidense. El chivo de cristalería había quedado en ridículo.
Además, el martes 29 de enero, Trump no podría presentar el Estado de la Unión anual ante el Congreso, porque la señora Pelosi así lo dispuso. La nueva fecha se pospuso hasta el martes cinco de febrero. Así son las cosas ahora en la Cámara de Representantes. Traducido al español mexicano: la que manda, manda. Es claro, y la administración Trump tendrá que acostumbrarse a ello de ahora en adelante, la que lleva la voz cantante es la señora Pelosi.
En la quinta semana de cierre del gobierno —lo que significa que 800,000 empleados federales no recibieron su sueldo—, el mandatario compareció el día 25 de enero para declarar que la administración reabriría durante tres semanas, hasta el 15 de febrero. Pese a la seriedad del asunto, Trump no pudo dejar de farolear y dijo que con esto evitó recurrir a un “arma poderosa”, refiriéndose a la declaración de emergencia nacional con la que ha estado chantajeando a los demócratas por su negativa para asignar presupuesto para erigir el muro en la frontera con México.
Trump está logrando lo que ninguno de sus enemigos había alcanzado:
que Estados Unidos se retire del escenario mundial y deje el terreno libre a los adversarios de la democracia.
Con cinismo que asombra, el residente de la Casa Blanca llamó “patriotas” a todos los empleados federales que durante los 35 días de cierre gubernamental sufrieron el impago de sus sueldos, que en gran parte se vieron obligados a acudir a comedores sociales o recurrir a casas de préstamo y empeño para conseguir dinero que les permita cubrir sus deudas. Esta contingencia sirvió para que se instalaran cocinas FFF (food for feds: comida para los federales), en Washington, entre la Casa Blanca y el Capitolio. Iniciativa puesta en marcha por el chef español José Andrés Puerta, para dar comidas gratis a los empleados afectados por el Shutdown más largo de la historia de los Estados Unidos. Once mil comidas cocinadas y servidas cada día por centenares de voluntarios. Cuando Trump anunció el levantamiento del cierre de gobierno se habían sumado a esta iniciativa tres centenares de restaurantes en 35 estados.

Nancy Pelosi
Es claro que Trump decidió suspender el cierre del gobierno porque la presión social subió muchos puntos. Las encuestas demostraron que sus bases se movían a la baja, debido especialmente a la información de los medios sobre las penurias de los empleados federales y sus familias por la falta de pago de salarios. La tasa de aprobación de Trump cayó a 36 por ciento, al tiempo perdía el apoyo de los republicanos en un 10 porciento. Aunado a las investigaciones en curso por las oficinas federales al equipo de campaña del entonces candidato Trump y sus relaciones con Rusia. El FBI no está nada contento con el Presidente. La lumbre anda cerca.
Qué sucederá después del 15 de febrero, nadie lo puede predecir. Ni demócratas ni republicanos lo saben. Trump mismo sabe que tiene que cambiar su tono de voz, aunque ni los más allegados en su entorno lo creen posible. Los 35 días de Shutdown afectaron la economía y su popularidad. La clara ganadora de este episodio fue Nancy Pelosi.
Sin embargo, petulante, sin medir riesgos Trump ya anunció una nueva crisis: “si no recibimos un trato justo del Congreso, el Gobierno cerrará de nuevo el 15 de febrero o usaré los poderes que me otorgan las leyes y la Constitución de Estados Unidos para hacer frente a esta emergencia”.
La némesis de Donald Trump son los migrantes, en especial los que tratan de llegar procedentes del sur del Río Bravo. Tanto o más que su inmanejable ego, que ha crecido sin medida desde que cambió de domicilio a la Casa Blanca, el muro en la frontera con México es su obsesión. Al anunciar el levantamiento del cierre del gobierno insistió: “ningún plan de seguridad en la frontera puede funcionar sin la existencia de una barrera física, es imposible”. Trump echa la culpa del problema a los demócratas. Pelosi dijo no y se mantuvo en el no.
Mientras el enfrentamiento entre demócratas y republicanos enrarece el ambiente político en la Unión Americana, hay que decir que Donald Trump no es un accidente ni un paréntesis en los dominios del Tío Sam. Noventa años después de la “gran depresión” de 1929, el extravagante magnate-presidente ha desatado una guerra comercial y tecnológica no solo contra la República Popular China sino también contra sus propios aliados, mientras destruye metódicamente las instituciones y normas que hacían posible la cooperación frente a las sacudidas de un capitalismo convertido en universal.
Asimismo, cien años después del Tratado de Versalles, Trump está logrando lo que ninguno de sus enemigos había alcanzado: que Estados Unidos de América se retire del escenario mundial y deje el terreno libre a los adversarios de la democracia. Al cierre del gobierno estadounidense hay que agregar un cierre diplomático y estratégico. El giro nacionalista, proteccionista y aislacionista de Estados Unidos bajo al mando de Trump será difícil de borrar, incluso irreversible, en un mundo multipolar en el que ha perdido el liderazgo. Pese a su indudable poderío militar, hasta países con graves problemas económicos se enfrentan al “último imperio” porque saben que Rusia y China, por lo menos, estarían de su lado en los foros internacionales, como es el caso de Venezuela, aunque el régimen chavista bolivariano sea una dictadura sostenida por una élite militar repudiada por el 85 porciento de la población.
En tales circunstancias muchos analistas adelantan que Estados Unidos dejará de ser una “potencia imperial benevolente al servicio de la democracia e incluso un socio o aliado fiable. Ya no es un vector de estabilidad, sino un factor de riesgo”, como explica Nicolás Baverez, en el periódico francés Le Fígaro, en su Carta desde Europa, que titula “El mundo, según EE UU”.
Lo curioso del caso es que todo este panorama catastrófico se desarrolla en momentos en que la humanidad está “a dos minutos del fin del mundo”. Al menos es lo que afirma el último Boletín de científicos atómicos, un grupo creado para alertar al mundo sobre el riesgo de autoexterminio. Estos expertos crearon un reloj simbólico, conocido como el “reloj del apocalipsis”, que marca cuánto tiempo falta para la medianoche, o lo que es lo mismo, “el fin del mundo”. La última lectura dice que estamos a dos minutos del límite fatal.
Según indica Rachel Bronson, presidente del Boletín de científicos atómicos, la humanidad vive una “tormenta perfecta… parece que estamos normalizando un mundo muy peligroso”. Calentamiento, inestabilidad política, riesgo de guerra nuclear, desinformación. Todo forma parte de lo mismo. A lo que se agrega lo que asegura Jerry Brown, exgobernador del estado de California y director ejecutivo del boletín: “estamos jugando a la ruleta rusa con la humanidad”.
En el diagnóstico de los “científicos atómicos” —que incluyen en sus filas 15 premios Nobel—, se incluyen dos amenazas principales: el cambio climático (en el que Trump no cree), y las armas atómicas “se vieron agravadas el año pasado por el uso creciente de la guerra de información para socavar la democracia en todo el mundo, ampliando el riesgo de estas y otras amenazas y poniendo el futuro de la civilización en un peligro extraordinario”. Y, Donald Trump pide a gritos: “quiero el Muro”.