Entrevista a Yerling Aguilera | Socióloga y activista

 

Yerling Aguilera tiene 27 años, es socióloga, feminista y miembro de la organización civil Articulación de Movimientos Sociales de Nicaragua, integrante de la opositora Unidad Nacional Azul y Blanco, creada tras la rebelión estudiantil del 18 de abril y que aglutina a diversos sectores nicaragüenses que desde entonces piden la renuncia del presidente Daniel Ortega, en el poder desde hace 11 años.

Egresada de la jesuita Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, epicentro de la revuelta estudiantil, Aguilera impartía clases ahí hasta el estallido popular. Como miles de sus compatriotas, debió partir al exilio ante la represión desatada por el régimen de Ortega y su esposa Rosario Murillo, con saldo de al menos 325 muertos, miles de heridos y centenares de presas y presos políticos, según organismos de derechos humanos locales y extranjeros. El  Ejecutivo cifra en 198 los fallecidos.

Yerling aceptó dialogar con Siempre! desde Madrid, su nuevo hogar provisional.

 

La protesta juvenil del 18 de abril sacudió a la adormilada sociedad nicaragüense, pero también al mundo. ¿Cómo se llega a esta protesta?

Hay una acumulación de malestares en silencio: la censura y la autocensura en todos los medios y hasta el nivel más íntimo de la cotidianeidad, como los barrios, donde la gente tenía que coexistir con la persecución y la vigilancia de los llamados Gabinetes del Poder Ciudadano (GPC), creados por el orteguismo y que estaban al tanto de tu vida privada y de tu opinión para verificar quiénes en los barrios eran críticos del oficialista Frente Sandinista (FS) y de las políticas de gobierno.

También era notoria la dependencia y supeditación de las instituciones del Estado y de todo el gobierno al FS y a los órganos del mismo, como los Consejos de Liderazgo Sandinista (CLS), los secretarios políticos, que en la realidad se traducía que hasta para ir por un certificado de salud a una clínica pública necesitabas el aval de un secretario político. A la vez, para trabajar en el Estado necesitabas el carnet de militante, lo mismo que para pedir una beca en una universidad pública, sumado a esa prepotencia con la que el gobierno dictaba todas las políticas sin consulta alguna: desde la concesión canalera hasta las reformas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), pasando por un proyecto de ley que se discutía previo a los hechos de abril de “gestionar” las redes sociales, lo que en la práctica implicaba censura.

Creo que nos sentíamos ninguneados y avasallados por una expresión totalitaria de esa masa hibrida de Estado-gobierno-partido-familia, yo al menos lo sentía en la calle. Recuerdo que como tres días antes del 18 de abril tomé un taxi hacia mi trabajo y el señor taxista, que era un excombatiente sandinista, me dijo que estaba harto de la Policía y sus abusos porque se desquitaban con los taxistas más pobres y les imponían multas injustas, que no los dejaban trabajar, que la mayoría del gremio compartía ese malestar y que querían organizarse de tal forma que cuando un policía detuviera a un taxista en la calle, los demás se bajaran a defenderlo y bloquearan las calles hasta que lo soltaran o no le impusieran multa.  Luego me alertó: “Dentro de unos días esto se va a salir de control: la gente toma las armas o sale a la calle a botar esta dictadura…” Todavía me pongo helada de recordarlo.

 

¿Cuál fue tu participación en los hechos de abril?

Yo empecé por asistir a las movilizaciones y plantones previos al 18 de abril para condenar la inercia oficial ante la devastación por un incendio de la reserva ecológica Indio Maíz, en el sur de Nicaragua y una de las más importantes de Centroamérica. Era docente en ese momento y recuerdo que mis alumnos/as aprovechaban algunas pausas en mi clase y hacían carteles para luego ir a la marcha. Ese espíritu de rebeldía obviamente me contagiaba, porque desde adolescente he sido políticamente muy activa movilizándome a las marchas con el campesinado, reivindicando los derechos de las mujeres y hasta organizando actividades de apoyo a otros movimientos a escala internacional como los plantones en solidaridad con el pueblo hondureño o lo que fue la desaparición de los estudiantes en Ayotzinapa.

Entonces, el 18 de abril junto a un grupo de compañeros/as decidimos concentrarnos a las afueras de la UCA para repudiar la represión en la zona de camino de Oriente y a los ancianos en el departamento de León, en defensa de sus pensiones. Entonces se empezó a organizar un plantón de forma espontánea. Como a la hora de estar en el lugar llegaron unas camionetas con unos parlantes que eran trabajadores del Estado para hostigarnos y empezar una agresión verbal. Yo sabía que era cuestión de minutos para que llegaran las fuerzas de choque del Frente Sandinista. Ya había estado frente a un ataque generado por ellos durante una marcha campesina en Managua y tuve la oportunidad de huir para no ser golpeada.

Entonces, recuerdo estar en la universidad y en eso entré en el campus a llenar una botella de agua cuando miré hacia atrás: los guardias de seguridad habían cerrado los portones (según ellos por órdenes de las autoridades). Yo quedé adentro y la otra parte de mis compañeros/as quedaron afuera del campus, expuestos a las fuerzas de choque que habían llegado en motocicletas armadas de bates, botellas de vidrio, piedras. Entonces yo presiono a los guardias para que abran los portones, pero no atienden mi petición. Entonces me dirijo al portón y lo abrí a la fuerza (estaba mal cerrado) para que los demás que estaban afuera tuviesen la posibilidad de entrar si las fuerzas de choque atacaban. Minutos después, esas fuerzas de choque entraron para golpearnos y tuvimos que replegarnos dentro de la universidad. Empezaron a tirarnos botellas de vidrios y piedras, luego comenzaron a dañar la fachada de la entrada principal y quebraron las ventanas y dañaron los portones.

Estuvimos como una hora y media expuestos a ellos y salvándonos de las piedras. Una amiga entró por la parte trasera de la universidad a rescatarnos en un coche pequeño, donde nos acomodamos como once personas. Salimos como pudimos porque las fuerzas de choque estaban también rodeando la parte posterior.

Al siguiente día amanecimos con protestas en dos universidades públicas. Lo que hice junto a otros compañeros y compañeras fue empezar a abastecer a las universidades con medicina, comida y máscaras antigases. También movimos gente de un sitio a otro, por ejemplo la gente que se había quedado en una ciudad y necesitaba ir a otra o estudiantes que estaban en las universidades tomadas. Fueron varias acciones de logística que permitieron que las universidades siguieran tomadas y que los estudiantes que estaban dentro pudieran contar con condiciones de apoyo. Luego me involucré en lo que fue la Caravana de Solidaridad Internacional con Nicaragua y, sin querer abandonar Nicaragua, me tocó desplazarme a otros países para denunciar la situación y gestionar apoyos para la gente que sigue adentro.

 

¿Recibiste amenazas contra tu vida?

Sí, y además estuve expuesta a una campaña mediática intensa, que continúa hasta hoy, en la cual se nos acusó en medios internacionales como Telesur, RT de Rusia y el diario Granma de Cuba de estar financiadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos y de ser “golpistas”. Eso nos expuso mucho y llevó a que se nos otorgaran medidas cautelares por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), porque nuestras familias también estaban en peligro y por eso mismo decidimos solicitar asilo político en España.

 

 Ha sido notoria la participación de las mujeres de todas las edades y sectores en la rebelión pacífica de abril. ¿Cómo lo valoras?

Lo valoro como un gran avance político el que las mujeres decidamos también reivindicarnos desde las calles, más allá del espacio privado o doméstico al que se nos ha querido limitar por el sistema patriarcal. Sin embargo, percibo que aún hay mucho machismo y actitudes que pretender seguir invisibilizándonos, sobre todo cuando ponemos en perspectiva el reconocimiento de nuestros derechos o cuando abanderamos la consigna de que la Revolución será feminista o no será. El camino es largo todavía y tenemos que seguir dando la batalla también por nuestro reconocimiento.

 

Como horizonte ético y de justicia creo que merece seguirse releyendo tomando en cuenta las nuevas coyunturas.

 

 

¿Te identificabas con el sandinismo antes del 18-A? ¿Qué queda para ti de la revolución armada de 1979-1990, la cual se perdió en las urnas tras una década de agresión de Estados Unidos, pero cuya derrota facilitó que líderes como Daniel Ortega, Tomás Borge o Bayardo Arce entre otros se enriquecieran durante la tristemente célebre “piñata”, cuando entre febrero y abril de 1990, antes de entregar el poder a doña Violeta de Chamorro, se apropiaron de las empresas y otros bienes que ellos mismos habían confiscado al somocismo una década atrás a nombre del Estado revolucionario?

Sí, yo me he identificado con el sandinismo enarbolado por Sandino y por el fundador del Frente Sandinista, Carlos Fonseca, porque vengo de una clase extremadamente pobre, campesina y rural y justo en esa ideología encontraba eco de mi descontento con las diferentes matrices de injusticia social y económica, reivindicando al sujeto de la clase trabajadora y excluida. Yo creo que como partido ya no hay nada de ese ideario, pero como horizonte ético y de justicia creo que merece seguirse releyendo tomando en cuenta las nuevas coyunturas, sobre todo porque hay gente que es antiorteguista y todavía se asume como sandinista.

Creo que es necesario respetar eso y tomar de la ideología de Fonseca o de Sandino algunos aspectos que nos puedan servir para seguir pensando la nueva Nicaragua. Esto no es una camisa de fuerza y habrá gente que se sienta cómoda con esa ideología y otra no, ambos casos me parecen respetables, sobre todo de cara a la construcción de sociedades menos polarizadas y donde coexista de forma democrática un amplio repertorio de pensamientos, siempre y cuando no deriven en violencia o impliquen el atropello de quienes piensan diferente.

 

¿Qué queda de la revolución de los años ochenta?

Queda una parte de nuestra memoria histórica que nos permite seguir pensando qué sociedad queremos y cuál no. Creo que la revolución es un pasado que no podemos obviar, que sentó las bases también de lo que hoy es parte de nuestra cultura política, de aquello que pudo romper y de lo que quedó intacto. Tenemos el reto de hacer de esta memoria una pedagogía crítica, porque al menos el FSLN ya no encarna la revolución y como partido no veo que se pueda rescatar.

 

 ¿Qué reivindica hoy el movimiento juvenil cuando la mayoría de los jóvenes que protagonizaron el 18-A están presos, muertos o en el exilio?

Hay muchas expresiones del movimiento juvenil en Nicaragua, no es homogéneo. A mí particularmente me crea ilusión y me siento representada en el movimiento de jóvenes feministas y en la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia, porque además de demandar la liberación de las y los presos políticos y el esclarecimiento de los asesinatos por parte del Estado, también reivindican la participación de las mujeres, la crítica a las elites políticas y económicas que han consolidado la dictadura nicaragüense como el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), el cuestionamiento al caudillismo y a todas aquellas expresiones que pretenden pasar por alto la participación popular.

 

 

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Internacional Socialista expulsa de sus filas al FSLN

 

El Consejo de la Internacional Socialista (IS) expulsó el 29 de enero de sus filas al gobernante partido de Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), considerando las violaciones de derechos humanos y de los valores democráticos cometidas por el gobierno que desde 2007 preside Daniel Ortega en forma ininterrumpida.

La decisión se adoptó en la última jornada de la reunión del Consejo de la IS en Santo Domingo tras la presentación de un informe sobre la situación de Nicaragua a cargo del presidente del comité de disciplina de la IS, Rafael Michelí, quien tras condenar la crisis en esa nación centroamericana concluyó que el FSLN “ya no nos representa”.

Al presentar su informe, Michelí señaló que es “desgarrador cuando se decide excluir a alguien de la familia y más cuando se trata del Frente Sandinista que tiene un pasado glorioso y ellos más que nadie debieron ser ejemplo del respeto a los derechos humanos”.

“No ha sido fácil tomar la decisión, pero si nos exigimos respetar los valores de la IS tenemos que ser consecuentes con nosotros mismos” y el FSLN “ya no representa a la familia socialista”, agregó.

La decisión fue fuertemente criticada por el representante del FSLN, Francisco Rosales, quien lamentó que se haya tomado sin que el comité de la IS para América Latina haya realizado una visita a Nicaragua.

“Es un verdadero adefesio jurídico. Jamás el Comité para América Latina ha discutido este tema”, y criticó que la decisión se haya tomado solo con el voto de 10 partidos, mientras que 9 se opusieron de un total de 59 que, según afirmó, se encontraban en la reunión en Santo Domingo, ya que la mayoría no emitió su opinión al respecto, añadió.

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