¡Cuántos valerosos hombres, cuántas hermosas mujeres, cuántos jóvenes gallardos, a quienes no otros que Galeno, Hipócrates o Esculapio hubiesen juzgado sanísimos, desayunaron con sus parientes, compañeros y amigos, y llegada la tarde cenaron con sus antepasados en el otro mundo!

Giovanni Boccaccio

 

Entender las estrategias de la presente administración federal de nuestro país es un enigma que cambia por día. Resultan preocupantes las acciones, sobre todo porque no se sabe si son parte de un programa integral, o reactivas al momento presente. Lo que queda claro es que la peste populista demagógica amenaza la estabilidad integral del país, además de que polariza seriamente a su población.

Si por un lado los señores congresistas de Morena no van a soltar el tema de las comisiones bancarias y van a intentar generar una especie de decreto para bajarlas, por otro lado el subsecretario de Hacienda y Crédito Público presentó el programa que junto con el Banco de México desarrollaron, para impulsar el sector financiero y que resulta francamente interesante y proactivo. Este programa gira alrededor de siete ejes centrales: i) cobro digital; (ii) créditos de nómina; (iii) inclusión financiera; (iv) ahorro para el retiro; (v) préstamo de valores; (vi) impulso al mercado bursátil, y (vii) banca de desarrollo.

El subsecretario Arturo Herrera ha sido enfático al declarar que para la Secretaría de Hacienda ha sido clave dar señales consistentes sobre la importancia de mantener un entorno macroeconómico que dé certeza a la inversión.

De verdad que le deseamos a él y a todos los encargados del sector financiero público del país el mejor de los éxitos. Van a contracorriente de algunos de sus colegas de gobierno que se enfrascan en lo contrario. Unos porque sueltan a diestra y siniestra dinero para subsidios impagables a todo tipo de sectores, en efecto débiles, de nuestra sociedad pero donde la resultante para la economía será un efecto nulo. Se regala dinero, se genera una estrategia poderosa electorera para preservar a Morena en el poder los próximos 80 años; por lo menos para 2021 y 2024, pero no se resuelve el problema económico central: enseñarle a millones de mexicanos a trabajar con las nuevas reglas globales y tecnológicas del siglo XXI.

Por otro lado están los que quieren más impuestos para empresas que debieran estar en manos del gobierno, como las mineras, o los que sustituyen concursos por selección en corto de proveedores, o se recrimina a las calificadoras internacionales, o se toleran bloqueos que dañan seriamente la economía, o se demandan incrementos salariales que perjudicarán el nuevo flujo de inversiones al país, como en el caso de las maquiladoras en Matamoros, Tamaulipas.

En ese turbio entorno aparece el Programa para Impulsar al Sector Financiero.

 

Sigue siendo baja la Inclusión Financiera del país

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2018, solo 47 por ciento de los mexicanos cuenta con un producto financiero de ahorro o crédito (en Brasil y Chile, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la inclusión financiera es de 69 y 64 por ciento respectivamente). Además en nuestro país apenas 25 por ciento de la población adulta cuenta con un seguro. Datos del INEGI dejan ver que en México 95 por ciento de las transacciones se hacen en efectivo.

Por eso el fortalecimiento del sistema financiero es indispensable para detonar la economía formal y permitir el acceso de todos los segmentos de la población a servicios financieros diversificados, adecuados y formales; lo cual contribuye al crecimiento económico sostenido.

Aclaro para los marxistas de corazón, que el grueso de las empresas mexicanas son micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs); no son “monopolios de la oligarquía mexicana”, ni tampoco de “la extranjera”. Pero muchas de esas MiPyMEs son informales, operan en un grisáceo limbo que suma  a cerca del 60 por ciento de la población económicamente activa (PEA) del país, que es activa económicamente pero informal. Así pues recae en un 40 por ciento de la PEA el peso fiscal y de muchas otras obligaciones.

Generar certeza para el flujo de inversión es fundamental, por lo que cualquier Programa de Impulso al Sector Financiero debe a mi parecer darle prioridad a la palabra inclusión en un sentido integral, y por supuesto es indispensable la inclusión financiera que signifique: (i) facilitar el acceso de la población tanto al sector bancario como al mercado de valores; (ii) contar con medios de pago más eficientes para la población; (iii) promover el ahorro, y (iv) la diversificación del portafolios de los inversionistas institucionales.

La inclusión la deben trabajar entre INEGI, Banco de México, SHCP, CNBS, Condusef, Afores, aseguradoras, en coordinación con todos los intermediarios financieros. En un sentido amplio valdría la pena escuchar por lo menos a la Secretaría de Economía, SEP, UNAM, IPN y centros privados de academia e investigación como CIDE, IMCO, IMEF, CEEY (que se especializa en movilidad social productiva) y CEESP.

 

El presidente López Obrador debe meditar su postura frente a las calificadoras y, en vez de tantos adjetivos, presentarles un modelo de administración y operación de la empresa petrolera que la coloque en el camino de la sustentabilidad y productividad.

 

De ese tamaño es la importancia de un programa para impulsar la inclusión financiera productiva, no electorera. A mi humilde parecer este programa debe considerarse un asunto de seguridad nacional. La inclusión financiera debe estar en manos de los profesionales de las finanzas privadas, públicas, organismos reguladores y organizaciones de la sociedad civil (OSC).

La inclusión financiera, para que tenga sentido agregado, debe contemplar el impulso a la movilidad social; esta, en general, se refiere a los cambios que experimentan los miembros de una sociedad en su condición socioeconómica. En el caso particular de México la movilidad se resume así: quienes nacen pobres se quedan pobres; quienes nacen ricos se quedan ricos.

De ahí que la inclusión con movilidad sea tan importante para generar la fuerza impulsora del desarrollo social. No es a través de la repartición ni de la distribución de la riqueza, sino de las oportunidades adecuadas para todos, como un país del tamaño de México resuelve su subdesarrollo humano y social.

 

 

Como dicen Enrique Díaz Infante, Rodolfo de la Torre y sus colegas del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), “lo malo de la inclusión financiera es que se impulsa a través del programa financiero en relación con los programas sociales, además de su claro sesgo electorero-clientelar a favor de Morena, es el hecho de que los beneficios inmediatos de la inclusión financiera parecen insostenibles en el tiempo. Preocupa también que dicho programa carezca de un enfoque de género, por lo que el beneficio intergeneracional será limitado en materia de gasto en educación, salud y vivienda en beneficio de los menores y, por lo mismo, de la movilidad social. Además, no perdurará en el tiempo si los beneficiarios de los programas sociales, en el caso de los jóvenes, no logran generar ingresos propios hacia adelante, mediante la obtención de un empleo formal o del arranque de un negocio. Tampoco serán permanentes, o lo serán con un alto costo de oportunidad, si no se opera pronto una reforma hacendaria que haga sostenibles a futuro las transferencias gubernamentales”.

En tanto sigan decidiéndose por un lado las estrategias políticas y por el otro las económicas, este nuevo gobierno socialista está condenado al fracaso. No por socialista, sino por cometer los mismos errores de todos los gobiernos socialistas de América Latina. Ojalá se sienten todos del mismo lado de la mesa y busquen un solo objetivo: permitir la movilidad social con herramientas constructivas, para el bienestar de 130 millones de habitantes, sin objetivos pecuniarios personales, de partido, electoreros. Tal meta demanda una firme base de ley, orden y Estado de derecho. Por último definir desde ya las reglas del juego para el sector público, el sector privado nacional y el sector privado internacional. De otra manera hablamos todos sin ton ni son en una Babel mexicana, incongruente en pleno siglo XXI.

 

Fitch Ratings sigue en el discurso mexicano

Después de que la semana pasada dejó los bonos Pemex a un escalón de convertirse en bonos chatarra, de que el presidente López Obrador dijera de todo contra Fitch Ratings, vaya unos malhoras, pues nada. El propio presidente López Obrador declaró que anunciará medidas para ayudar a la maltrecha deuda de Pemex. Los inversionistas esperan un nuevo paquete dado a conocer el mes pasado de recortes por 3,500 mdd de impuestos a Pemex, para resolver en serio ese dolor de cabeza que es la deuda por más de 107 mil millones de dólares de esa empresa.

Lo que los inversionistas esperan es una reducción fiscal mucho más agresiva para esa “empresa productiva del Estado”, porque es una solución fácil en términos de la empresa. Nosotros los mexicanos sabemos que es la más dolorosa en términos del gobierno y sus recursos disponibles. Pero es el camino adecuado si se quiere que los bonos de la empresa tengan acceso al mercado internacional a precios decentes.

Las declaraciones en sus conferencias mañaneras dan una apariencia de que el presidente va por el camino de la corrección de fondo en esa empresa. Pero hasta ahora han sido declaraciones superficiales, sin substancia. A estas alturas del partido “financiero” tiene que sacar la cara el propio presidente, y definir el plan de reestructuración de deuda de Pemex, más quita fiscal, más inyección de recursos a la empresa, para que tenga acceso a tasas baratas.

Para el próximo mes de mayo Pemex tiene que estar bien sentado, de nueva cuenta, en los mercados internacionales de capital, si el gobierno le quiere hacer frente a su obligación de pago de cinco mil trescientos millones de dólares de deuda de la empresa petrolera.

Además, y para que esté usted enterado, en 2019 las necesidades financieras de Pemex son por 10 mil millones de dólares, algo así como 195 mil millones de pesos. El presidente, su equipo financiero, energético y petrolero tienen que definir la forma en que fondearán estos recursos. Ya no pueden expropiar una empresa que de por sí es propiedad del gobierno. Ni mucho menos cancelar las licitaciones hasta de energías renovables. Eso crea más incertidumbre en los mercados, que será castigada con más elevadas tasas de interés, es decir mayor costo financiero.

 

 

Existe la expectativa de que Pemex quiera colocar más deuda vía bonos en mercados internacionales para pagar su deuda a precio más barato. Para ese paso primero la empresa tiene que regularizarse en mercados internacionales.

Tal vez ahora el señor presidente entiende que los adjetivos peyorativos o las frases patrioteras no sirven de nada. Hay que resolver el peso de la deuda de esa empresa, máxime que frente a ingresos antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización (EBITDA) resulta monstruosa. ¿Cuánto? Según datos de Bloomberg y para poder comparar la empresa mexicana con las otras grandes del mundo, el radio de deuda neta a EBITDA es de uno para Petro China, Chevron, Exxon Mobil, Royal Dutch Shell, y BP. ¿Y para Pemex? El radio es de cuatro veces, nada más y nada menos.

Para resolver la situación de Petróleos Mexicanos la empresa tiene que revertir 14 años de caídas en la producción y, por si fuera poco, el presidente López Obrador ahora bloquea la inversión extranjera en desarrollos conjuntos y es muy baja la liquidez disponible en la empresa para financiar gastos adicionales.

En estos días el presidente López Obrador debe meditar su postura frente a las calificadoras y, en vez de tantos adjetivos, presentarles un modelo de administración y operación de la empresa petrolera que la coloque en el camino de la sustentabilidad y productividad, para salvar su golpeado grado de inversión. Se acabó el espacio para la política separada de la economía.

 

El punto en la i

Lo que es la demagogia populista en cualquier lugar del mundo. Dice sus verdades alternativas el Presidente Trump durante su Informe a la Nación:

  • La reforma fiscal de Estados Unidos provocó un auge en su economía y benefició a todos los estadounidenses. Eso no es cierto. Aún con eficiencias fiscales los estadounidenses más pobres se van a encontrar con menos dinero, mientras que salieron ganando los más ricos. Lo anterior sobre todo porque los más ricos son dueños de acciones corporativas.
  • Gracias a las acciones fiscales y estímulos económicos hacen cola las empresas para regresar a Estados Unidos ante las enormes oportunidades de ganancias que ofrece dicho país, afirmó el señor Trump. Lo anterior no es cierto. Ni hacen cola las empresas por regresar a su país, y los costos de oportunidad se mantienen favorables a diferentes países huéspedes, entre los que, por supuesto, se encuentra México.
  • Gracias a la revolución emprendida durante su administración, ahora Estados Unidos es el principal productor mundial de petróleo y gas natural. Si bien es cierta la afirmación, la adjudicación es falsa. Esa dinámica existe desde la mitad de la administración del presidente Obama: desde el 2013 para el petróleo y desde 2011 para el gas natural.