En la división de poderes prevista en nuestra Constitución y cuyo funcionamiento implica la existencia de contrapesos a fin de evitar el dominio o supremacía de algunos de ellos, en nuestro caso del Ejecutivo, tanto en el siglo XIX como en el XX, que resultó tan funesto para la nación, se otorga al Legislativo un papel relevante.

Cuando los lectores de Siempre! tengan a la vista este número se habrá instalado ya el segundo periodo ordinario de sesiones de la actual legislatura, tal como prevé el numeral 65 de nuestra carta magna, se desahogarán temas vitales para el porvenir inmediato del país.

En nuestra opinión, el tema de la creación de la Guardia Nacional es el de mayor calado que los parlamentarios debatirán, discutirán y en su momento votaran. A muchos preocupa que la mayoría que ha logrado el actual gobierno en el poder, con la suma de votos de minorías pertenecientes a formaciones políticas afines y otras a todas luces mercenarias, se impongan numéricamente. Estaríamos repitiendo una película que ya vimos: la bancada mayoritaria pierde el debate pero se impone en la votación.

El tema no es menor. Al margen y en contra del texto constitucional en las últimas décadas se ha implicado al Ejército, una institución republicana que hay que cuidar y preservar, en tareas de seguridad pública, que la propia Constitución encomienda a corporaciones civiles y más aún prohíbe de manera tajante a las fuerzas armadas realizar tareas ajenas a las de la competencia militar.

De forma reiterada se ha expresado que se entiende a la perfección que ante la inoperancia y corrupción de las policías de los tres ámbitos de gobierno fue necesario el apoyo e intervención del Ejército, solo que hasta la SCJN se pronunció por que fuese temporal y solo en coadyuvancia; pero la temporalidad suma ya décadas.

 

A muchos preocupa que la mayoría que ha logrado el actual gobierno en el poder, con la suma de votos de minorías pertenecientes a formaciones políticas afines y otras a todas luces mercenarias, se impongan numéricamente.

 

Los resultados no han sido satisfactorios: miles de muertos, centenares de desaparecidos, desplazados, violaciones a los derechos humanos y un largo etcétera; pero el tráfico de estupefacientes y personas, el trasiego de armas, el secuestro, la extorsión, la sustracción y robo de combustibles persisten o incluso se han incrementado.

Esa es la disyuntiva. Seguimos con la misma estrategia, poniendo ahora con mayor responsabilidad al Ejército al frente de la persecución y abatimiento de la delincuencia organizada. Porque no hay argumentos sólidos en contra cuando se anuncia que las policías militares del Ejército y la Marina, además de una parte del desaparecido Estado Mayor Presidencial y otros cuerpos de las fuerzas armadas, serán integrados a la Guardia Nacional. Una corporación que no responde a los principios que la originaron cuando se incluyó en el texto constitucional desde el siglo XIX. Y si es así, no causa ningún desdoro reconocerlo.

Otros temas ocuparan la agenda legislativa, por citar alguno, el del catálogo de delitos que merecerán prisión preventiva oficiosa, lo que atropella, en algunos casos, la presunción de inocencia.

Es por estas y otras razones que tenemos la esperanza de que el actual Legislativo esté a la altura del reto histórico. Que los parlamentarios legislen, que debatan, que discutan, que argumenten y que se oigan, pero también que se escuchen. Todos queremos un México en paz, más justo y democrático.