Este año se cumplen 500 de que se iniciara el proceso de descubrimiento y conquista de lo que ahora es nuestro país: México. Un 18 de febrero de 1519, el extremeño Hernán Cortés zarpó de Cuba rumbo a Yucatán que previamente había sido recorrido por Francisco Hernández de Córdova y Juan de Grijalva, para rescatar y reconocer la tierra, sin imaginar la grandeza del Imperio azteca y la inmensidad territorial con la que habría de toparse la expedición.

En su recorrido a la majestuosa Tenochtitlan, los conquistadores toparon con dos antiguos náufragos españoles; Gonzalo Guerrero y Gerónimo de Aguilar, quienes les trasmitieron sus vivencias. El primero se negó a regresar y el segundo fue el primer traductor de la expedición, a quien vendría a sumarse la “Malinche” o doña Marina, antigua esclava que le fuera regalada a Cortés en tierras de lo que hoy es Tabasco.

Al arribar a Veracruz, en plena Semana Santa de 1519, concertado con algunos de sus capitanes se desliga de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, quien a su vez tenía formuladas capitulaciones con Diego Colón, el hijo del “Almirante de la mar océana”, y el 22 de abril fundan el primer ayuntamiento en tierra continental, dependiendo de esa manera directamente del rey, y  se autorizan a “poblar” y evangelizar en las nuevas tierras.

En su trayecto, Cortés y sus hombres fueron recibiendo presentes de los enviados de Moctezuma para instarlos a regresar y que desistan de llegar a Tenochtitlan, pero la cantidad y calidad del oro que reciben agudizan su codicia y ambición y deciden seguir adelante. Más aún cuando, en  los pueblos a los que arriban, se enteran del resentimiento y odio que los aztecas concitan pues los tienen sojuzgados y les cobran grandes tributos. Con perfidia florentina, Cortés va construyendo alianzas, armando intrigas y dividiendo a las naciones originarias.

 

La reflexión serena debe prevalecer por encima de filias y fobias

 

Es solo cuando topa con los tlaxcaltecas que enfrenta resistencia militar y se ve obligado a luchar, aunque felizmente para él y los conquistadores,  estos se dividen y terminan aliándose con ellos en contra de los aztecas.

Finalmente el 8 de noviembre de ese año arriban a México Tenochtitlan, luego de maravillarse con la vista desde los volcanes que, a decir del cronista Bernal Díaz del Castillo, les pareciera Venecia y construida de plata. Moctezuma y Cortés en su encuentro representan dos mundos distintos, dos culturas diferentes, dos regiones encontradas, una politeísta, la otra monoteísta, y de la fusión de ambas, con lo mejor y peor de cada una de ellas, habría de surgir una nueva nación, un nuevo mundo.

Recordar esta efeméride, mas allá de lo cronológico de los 500 años, resulta importante porque nos enfrenta con nuestro pasado, con la necesidad de superar las historias que magnifican o satanizan cada una de ellas, adjetivándolas innecesariamente, obviando la riqueza cultural que aportan ambas a la fusión, al sincretismo, a ese modo peculiar de ser del mexicano.

El tiempo trascurrido, el análisis científico, la reflexión serena debe prevalecer por encima de filias y fobias y terminar de comprender que el México actual no puede entenderse sin España y sin sus culturas originarias.