Todo indica que en la unión americana la ebullición política está a la orden del día. Por razones distintas. Unos porque quieren mantenerse en el poder —muy a la usanza estadounidense—, otros porque quieren echar del mismo a quienes no son el mejor ejemplo de la democracia que tanto elogió Alexis de Tocqueville. Aunque faltan muchos meses para los comicios presidenciales de 2020, se vislumbra un movido escenario político en los dominios del tío Sam. Los protagonistas de dichas elecciones se encargan de adelantar lo encarnizado de la competencia democrática. Será una lucha a fondo, sin clemencia. De acuerdo a los tiempos y a los interesados.

El sábado 2 de marzo, al dirigirse a sus fervientes simpatizantes reunidos en las cercanías de Washington, D.C., en la Conferencia de Acción Política Conservadora (más conocida por sus siglas en inglés: CPAC), summum de la derecha estadounidense, el presidente Donald Trump se aventó la puntada —con la bravuconería que lo caracteriza—, de afirmar que ganará la reelección del año próximo por un margen mayor del que logró en las elecciones de 2016, “creo que vamos a observar números que no hemos visto en mucho tiempo”. El mandatario, que recién llegaba de su fracasada cumbre en Hanoi con el mandamás norcoreano, pronunció ese día uno de sus discursos más largos desde que comenzó su primera campaña política en 2015, desgranaba sus “éxitos” en la Casa Blanca, pero se saltó los calificativos que le acomodó su exabogado y exhombre de confianza, Michael Cohen, describiéndolo el miércoles 27 de febrero como “mentiroso, homófobo, tramposo y racista”.

Por su parte, el senador Bernard “Bernie” Sanders —que anunció su candidatura presidencial desde el martes 19 de febrero último—,  al iniciar su campaña presidencial el sábado 2 de marzo en su natal Brooklyn (1941), en el colegio donde inició sus estudios universitarios, agradeció a los presentes por formar parte del equipo para obtener la nominación del Partido Demócrata (PD) que “no solo derrotará a Donald Trump, el presidente más peligrosos en la historia moderna de Estados Unidos, sino que con la ayuda de todos ustedes transformará a este país y, finalmente, creará una economía y un gobierno que trabaje para todos los estadounidenses y no solo para el uno por ciento”.

 

 

Para que nada hubiera por aclarar, Sanders agregó a su discurso: “Los principios subyacentes de nuestro gobierno no serán la avaricia, el odio y las mentiras. No será el racismo, el sexismo, la xenofobia, homofobia e intolerancia religiosa. Eso se va a acabar. Los principios de nuestro gobierno serán basados en la justicia: la justicia económica, la justicia social, la justicia racial y la justicia ambiental, una campaña que le dirá a los intereses especiales poderosos que controlan tanto de nuestra vida económica y política, que ya no toleraremos del Estados Unidos empresarial y la clase multimillonaria, avaricia que ha resultado en que este país tenga más desigualdad en ingreso y riqueza que cualquier otro país en la Tierra”, declaró entre gritos y ovaciones de “¡Bernie, Bernie!”, que en la contienda presidencial anterior no pudo superar a la exsecretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, no guardó nada en el tintero y agregó a su discurso: “No, ya no nos quedaremos quietos y permitir que tres personas en este país sean dueños de más riqueza que la mitad más baja de Estados Unidos, mientras, al mismo tiempo, más del 20 por ciento de nuestros niños viven en la pobreza, veteranos duermen en las calles y personas de la tercera edad no pueden pagar sus medicamentos… Hoy, luchamos por una revolución política”.

Sanders, definió como prioridades de su “agenda gubernamental” el acceso universal a servicios de salud, educación superior gratuita en universidades públicas, elevar el salario mínimo federal —propósito que ya ha promovido y ganado en campañas contra compañías tan poderosas como Amazon y Disney, entre otras—, y una reforma del sistema de justicia criminal, incluyendo el fin de la fracasada “guerra contra las drogas”.

Asimismo, en clara referencia a la política de Donald Trump (absurda por donde se le quiera ver), el senador de origen judío (de lo que se declara orgulloso aunque no religioso), afirmó que el cambio climático es una “amenaza de existencia” para EUA  y toda la Tierra. Por lo mismo, dijo, se tienen que dejar atrás los hidrocarburos y buscar energía sustentable, pues “tenemos una responsabilidad moral para asegurar que el planeta que dejemos a nuestros hijos y nietos es saludable y habitable”.

En el tema de la inmigración, Bernie Sanders fue muy claro: recordó que era hijo de un inmigrante judío polaco, cuya familia fue una más de las que casi desaparecieron los nazis. El padre de Sanders llegó a Brooklyn donde comerció vendiendo pintura para mantener a su mujer e hijos. Una vez más, se lanzó contra las medidas antiinmigrantes ordenadas por Donald Trump: “ya no arrancaremos bebés de los brazos de sus madres”, dijo al condenar la política de separación de familias inmigrantes. En “lugar de demonizar a los indocumentados en este país, vamos a promover una reforma migratoria integral, y desarrollar una política fronteriza humanitaria para los que buscan asilo en USA”.

 

 

La candidatura de Bernie Sanders a las primarias demócratas —en la que ya se han inscrito muchos aspirantes, sobre todo mujeres—, era casi segura. El reto ahora es si podrá atraer de nueva cuenta la “energía de la izquierda del Partido Demócrata”,

 

De tal suerte, en una entrevista en la radio pública de Vermont (VPR), el estado que representa en la Cámara Alta de los Estados Unidos, el senador independiente que se autocalifica como “socialista democrático”, hizo un llamamiento a sus seguidores a llevar al triunfo la “revolución política” que comenzaron hace tres años, revolución que movió no solo la cúpula del Partido Demócrata, sino que transformó el debate sociopolítico en toda la Unión americana. De acuerdo a su forma directa de decir lo que piensa, Sanders no se anduvo por las ramas y afirmó que “el actual ocupante de la Casa Blanca es una vergüenza para nuestro país. Creo que es un mentiroso patológico. También considero que es un racista, un sexista, homófobo, xenófobo, alguien que busca anotar puntos políticos baratos al atacar a minorías, frecuentemente inmigrantes indocumentados”.

La candidatura de Bernie Sanders a las primarias demócratas —en la que ya se han inscrito muchos aspirantes, sobre todo mujeres—, a un año de que se inicien oficialmente, era casi segura. El reto ahora es si podrá atraer de nueva cuenta la “energía de la izquierda del Partido Demócrata”, o si, contribuirá a neutralizarla al repartírsela con otros candidatos del mismo sector, como sus anteriores aliadas Elizabeth Warren (que fue la primera en declarar sus aspiraciones presidenciales) o Tulsi Gabbard. “Juntos, ustedes y yo y nuestra campaña de 2016 empezamos la revolución política. Hoy, es hora de completar esa revolución e implementar la visión por la que luchamos”, dijo el luchador social de viejo cuño.

En la versión 2019, Bernie seguro tratará de reclamar la paternidad de la izquierda de Estados Unidos; no obstante, la “revolución política” que ya experimentó el Partido Demócrata cuenta con portavoces juveniles, como Alexandria Ocasio-Cortez (Nueva York, 13 de octubre de 1989, de familia puertorriqueña), la asambleísta más joven de la historia de aquel país, con apenas 29 años de edad, por el 14º distrito congresional de Nueva York, que en su cuenta de Instagram (la red social de mayor crecimiento entre los políticos estadounidenses), cuenta con 2.6 millones de seguidores. La vocería de Alexandria acaso sea más eficaz entre los electores jóvenes que arroparon a Bernie cuando hace tres años se enfrentó al establishment.

 

 

Hace tres años, los críticos dijeron que las propuestas de Sanders eran radicales y extremas, ahora esas políticas las apoyan millones de ciudadanos de la Unión americana. Para bien o para mal, Bernie ya es un político reconocido dentro y fuera del país, le avalan 13 millones de votos y construyó una maquinaria financiera que le permitió recaudar más de 230 millones de dólares en pequeñas donaciones para la campaña. Sin embargo, tres años después la izquierda de Estados Unidos ya no es patrimonio de Sanders. Lo que logró en 2016 puede dañarle para 2020, le quita el aura  contestatario que tan bien funciona entre cierto electorado.

Aunque la edad (77 años) no debería ser un impedimento para que Bernie lograra la postulación del PD, algunos demócratas se plantean la incógnita de si la energía juvenil de su partido demostrada en los comicios de noviembre de 2018, pueda ser catalizada por un hombre blanco y anciano, aparte de otras fallas de Bernie en plena era del #MeToo que le causaron críticas por las que tuvo que disculparse públicamente. Amén de que el propio Trump en su discurso sobre el Estado de la unión a principios de febrero pasado, recurrió al socorrido fantasma “comunista”: “esta noche renovamos nuestra determinación de que Estados Unidos no será nunca un país socialista”. Para alguien como Trump, que podría ser sujeto del impugnación, Estados Unidos debe seguir siendo la sede del imperialismo mundial. Como sea, el futuro de Trump es caótico. Los demócratas tienen la palabra. VALE.