Gobernar no consiste en solucionar problemas,
sino en hacer callar a los que los provocan.
Giulio Andreotti



Con su innata habilidad para generar percepciones favorables a sus fines, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha conseguido a partir de sus conferencias mañaneras no marcar la agenda informativa del día, pero sí inducir y provocar numerosas discusiones políticas, pues siempre estará cómodo en la discusión y en el conflicto.

Sin embargo, a pesar de que, según las encuestas, no solo conserva el respaldo de quienes votaron por él, sino que su porcentaje de respaldo ha aumentado cuando menos 10 puntos porcentuales arriba de 53 por ciento de la votación obtenido en la elección presidencial.

Pese a todo, pese a la manipulación que le ha permitido mantener en la incertidumbre a sus adversarios, aun a los más hábiles, cada día que pasa descubre que sentarse en el escritorio de la Presidencia significa  asumir la responsabilidad de coordinar el gigantesco aparato administrativo del Estado mexicano.

Al mantener férreo control sobre la comunicación del gobierno federal, centralizada en las oficinas de Palacio Nacional, ha evitado que la todavía desconcertada opinión política averigüe cómo van los asuntos en todas y cada una de las dependencias del gobierno de la república.

 

Para todos los asuntos de la tarea gubernamental hay reglas que fijan los límites de las decisiones.

 

No es que marchen mal los asuntos del gobierno, sino que marchan lento. Por eso no se ha logrado ni siquiera completar los censos para los programas asistenciales. Empeñado en mantener el control del aparato gubernamental, ha reestructurado al menos a los llamados “superdelegados”, a cuyas oficinas incorporan algunos subalternos.

Podrá ser una innovación organizacional la decidida esta semana, pero también implica la incontrolable tendencia a dominarlo todo, por negarse a reconocer que siempre ha sido falsa la leyenda de que el presidente de México es la persona mejor informada de la república.

Y es en el campo administrativo donde el presidente López Obrador empieza a encontrarse con dificultades, no son resistencias, es que, para bien o para mal, para todos los asuntos de la tarea gubernamental hay reglas que fijan los límites de las decisiones. Cumplir con las reglas siempre es un reto o una incomodidad, aun hasta para las más fuertes voluntades políticas.

jfonseca@cafepolitico.com