En algunos círculos sociales se habla mucho de política: los que intervienen en ella y lo que hacen. Bueno o malo, acapara la atención de algunos, no de todos.
En esta columna, por ahora, se da un descanso al músculo cerebral responsable de manejar el tema político a fin de permitirle que se oxigene y descanse.
Se hace a través de recordar dos proverbios griegos; también se alude a su contexto, dos lugares del Mediterráneo: Creta y Mileto. De inicio se advierte que los dos no carecen de interés y actualidad. En el fondo plantean dos problemas trascendentes, uno teológico y el otro filosófico.
El primer refrán, su presentación más conocida, es la contenida en la carta generalmente atribuida a Pablo, el apóstol, y que dirigió a Tito, su pupilo que se hallaba en Creta, “Uno de ellos, profeta suyo, dijo: ‘Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos’”.
Aunque la sentencia es muy antigua, el autor de la carta, quien haya sido, —pues se afirma que ella, junto con las cartas a Timoteo, por sus estilo, parecen haber sido redactadas en el siglo II, cuando ya había muerto el apóstol—, parte del supuesto tácito de que su autor era Epiménides de Cnosos, lo que no es absolutamente cierto.
De Epiménides el Cretense se decían cosas singulares, por no decir extraordinarias:
Diógenes Laercio lo considera como uno de los siete sabios de la antigua Grecia. Refiere que nació en Cnosos, que usaba una larga cabellera y que en alguna ocasión fue enviado al campo en busca de una oveja, se desvió del camino, penetró en una cueva, en ella durmió una siesta de cincuenta y siete años, al despertar se propuso realizar su cometido; no encontró la oveja, regresó a la ciudad, vio todo cambiado; en la que era su casa vivía su hermano menor ya anciano; por él supo toda la verdad. Plinio el Viejo agrega que cayó sobre él la vejez en igual numero de días; no obstante, vivió ciento cincuenta y siete años; los cretenses, haciendo honor a su fama de mentirosos, afirmaban que le faltó un año para llegar a los trecientos. Pausanias, más realista, comenta que la siesta duró solo cuarenta años.
En tiempos de Solón, Epiménides hizo sacrificios para purificar Atenas de crímenes cometidos en la ciudad. Platón ubica su existencia antes de las Guerras Médicas; estas sucedieron entre el 490 y el 480 antes de la era actual. La piel de Epiménides se conservaba en Esparta como algo sagrado.
En cuanto al origen de la frase relativa a los cretenses se ha dicho mucho. Se ha llegado a la conclusión de que su origen es anterior a Epiménides. Algunos autores atribuyen la frase a Medea, lo que, en teoría, la haría mucho muy antigua. Otros consideran que la frase es parte de la respuesta del oráculo de Delfos y no de Epiménides, como se sostiene en la epístola a Tito. No hay duda de que el germen del refrán se halla en Hesíodo; este, en su Teogonía, dice:
“Pastores rústicos, oprobiosos seres, solo estómagos, sabemos decir muchas mentiras semejantes a verdades, pero sabemos, cuando lo deseamos, cantar verdades”.
Los cretenses han tenido fama de mentirosos desde siempre, de ahí el refrán griego “comportarse como un cretense”, para referirse a quienes son embaucadores y engañadores. Cuando se visite Creta debe el viajero irse con mucho cuidado con lo que los guías les informan respecto a su isla y sus hombres. Algunos de ellos afirman que su poeta Nikos Kazantzakis recibió el premio Nobel dos veces, lo que no es cierto. Que la catedral de Heraclión, la capital de Creta, es la más grande del mundo, que tampoco es verdad; se atreven a mostrar la tumba de Zeus; afirman que Doménico Theotocopulus, “el Greco”, otro cretense, fue superior por tres “rayas” a Leonardo, Rafael y Miguel Ángel juntos.
Los cretenses odian a san Pablo por haberlos ventaneado. Bien examinada la cuestión, se convendrá en que el dicho atribuido a Epiménides, por aparecer en la Biblia, es palabra de Dios, y la condena a los cretenses, por ser invocada por el apóstol, es válida para toda la eternidad, bueno, mientras haya cretenses.
Cuando se visite Creta debe el viajero irse con mucho cuidado con lo que los guías les informan respecto a su isla y sus hombres. Algunos de ellos afirman que su poeta Nikos Kazantzakis recibió el premio Nobel dos veces.
El apóstol no midió el alcance de sus palabras: si supuso, ingenuamente, que una carta privada no se haría pública, malo, pues ya era mayor de edad cuando la escribió; la otra posibilidad, si calculó el alcance de ellas y, en forma deliberada, condenó al oprobio eterno a los cretenses, de malo pasa a grave; lo es por el simple hecho de que su pupilo Tito tenía confiada la responsabilidad de evangelizarlos y hacerlos cambiar de costumbres.
La cita del apóstol, por ser poco favorable, ha derivado en el hecho de que los cretenses sean los menos creyentes de todos los griegos, para muestra está Kazantzakis y su Cristo de nuevo crucificado; lo que es mucho decir de una nación tan creyente y fundamentalista.
El otro refrán: “en otros tiempos eran valientes los milesios”, aparece en Pluto, la comedia de Aristófanes. Es también muy antiguo. Al parecer derivó de un viejo vaticinio pronunciado por el oráculo de Bránquidas en Dídima.
Los carios contaban con un antiguo oráculo que les aconsejaba, para hacer frente a sus enemigos, tomar como aliados a los más valientes. El oráculo de Dídima, al ser interrogado respecto a si debían tomar como aliados a los milesios, para enfrentarse a los persas mandados por Darío, les contestó: “fueron en tiempos valientes milesios”, con lo que se les estaba indicando que su valor era cosa del pasado, que no confiaran en ellos y se procuraran otros aliados.
Hay quienes afirman que el refrán era más antiguo, lo atribuyen a Anacreonte (572 al 485 antes de la era actual), contemporáneo de Ciro que reinó de 559 a 529 antes de la era actual.
Una variante del refrán la presenta Plutarco. Este afirma que cuando Alejandro el Grande pasó por Mileto y observó muchas esculturas de atletas que habían alcanzado el triunfo en los juegos olímpicos y píticos comentó: “¿dónde estaban cuerpos como estos cuando los bárbaros sitiaron vuestra ciudad?”
Aristófanes en su comedia Pluto o de la riqueza, utiliza el refrán para referirse a una mujer a la que se le han pasado los mejores años de su vida; a la que se le ha ido la belleza. Ella, que durante mucho tiempo había mantenido a un joven pobre que le juraba amor eterno, se dio cuanta de que, tan pronto Pluto, el Dios de la riqueza, fue liberado de su ceguera y repartió sus bienes con justicia, abandonó a su antigua enamorada; hizo más, también despreció las tartas y golosinas que le enviaba, al hacerlo le dijo: “en otros tiempos eran valientes los milesios”.
El refrán tiene algo de contenido; en el fondo plantea el tema de la mutabilidad de las naciones, de los pueblos y de las personas. Nada es firme en ellos.
En la antigüedad los milesios dieron mucho de qué hablar, tenían una especialidad: se dedicaban a fabricar “consoladores”; los fabricaban de piel de perro, eran mejores y más solicitados que los de cerámica o barro que se elaboraban en Grecia continental, uno de estos se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
En Mileto pasó algo inusitado, según refiere Plutarco, a las doncellas del lugar les dio por ahorcarse y de esa manera salir de este mundo. “De nada servían las palabras ni las lágrimas de los padres, ni los consuelos de los amigos sino que, burlando la vigilancia y toda la habilidad de sus vigilantes, se daban muerte”. Por consejo de un hombre sensato, la ciudad acordó que en lo sucesivo los cuerpos de las doncellas que se suicidaran fueran llevados desnudos por la plaza. Santo remedio.
Había que hablar de algo trascendente, espero haberlo hecho.